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Ciclismo de fin de siglo

En ‘El chico que soñaba con ser Gianni Bugno’ se atrapan sensaciones vitales que discurren en aquellas tardes de julio que olían a calor y sonaban a la etapa del Tour a través de la tele

LIBRO
Pedro Zuazua

En los años 80 y 90, con el avance de la primavera y con el verano en el horizonte, los niños que entraban a un bar y pedían un refresco rezaban para que el camarero que se lo iba a servir tuviera la sensibilidad suficiente como para entender que no debía abrir la botella de cualquier manera. Si la chapa se doblaba un poco, ya no tendría una segunda vida ligada al ciclismo. Nadie le añadiría la pegatina con la cara y el nombre de un ciclista. Nadie trataría de dotarla de consistencia y peso con cera fundida, plastilina o, incluso, pequeños trozos circulares de cristal.

Los ídolos de la infancia se deslizaban sobre aquellas chapas. Y ya se sabe que los ídolos no se eligen, sino que aparecen. Solo así se explica que, en numerosas ocasiones, los pedestales los ocupen personas que no son las primeras en su ámbito, pero que tienen ese no sé qué que las hace especialmente atractivas. En El chico que soñaba con ser Gianni Bugno (Contra), Guillermo Ortiz plasma una época de la historia del ciclismo y va un poco más allá: atrapa las sensaciones que acompañan a esa etapa de la vida en la que se mezclan la niñez, la adolescencia y todo lo que vendrá después. En la que cada descubrimiento del amor, del desamor o de una nueva banda musical podía hacer tambalearse el mundo. Y en la que las tardes de julio olían a calor y sonaban a la etapa del Tour a través de la televisión.

“Yo soñaba con ser Gianni Bugno por mucho que incluso Forges se burlara de él en sus viñetas de EL PAÍS. Gianni en ciclamino en el Giro de 1994 mientras Telecinco nos intentaba vender compresores; Gianni doble campeón del mundo; Gianni en la épica de los tifosi, que le escribían en las laderas del Mortirolo, “Facci Sognare, Gianni, facci sognare”, justo antes de que se quedara en el grupo trasero (...). El hombre tranquilo convertido con el tiempo en un hombre atormentado. El adolescente convertido en adulto”. Del ciclismo y de la vida.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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