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Dumoulin se retira bajo un diluvio helador y deja huérfano el Giro

Nueva victoria al sprint para el alemán Ackermann, que supera con el golpe de riñones al colombiano Gaviria

Carlos Arribas
Dumoulin entra en el coche de su equipo tras bajarse de la bicicleta del Giro.
Dumoulin entra en el coche de su equipo tras bajarse de la bicicleta del Giro.LUK BENIES (AFP)

El Giro sale de Frascati, huye de Roma siguiendo la calzada hacia el sur que la República romana construyó hace 2.300 años para mover a sus soldados conquistadores. Un día de primavera frío de mierda, en la carretera infame, un cartel turístico. “Vía Appia. 312 AC. La autopista más antigua del mundo”. Y bajo la lluvia pesada, mientras botan sobre su bici esquivando baches, sorteando charcos, sufriendo, escupiendo, los ciclistas, que no se sienten soldados, ni siquiera guerreros, pueden pensar: ¿Y desde que se construyó no se ha reparado? Que vuelva Torriani, exigen, recordando al viejo director del Giro en la posguerra cuando, así era, solo se asfaltaban las carreteras destruidas y se reconstruían puentes allá por donde pasaba el Giro. Así el Giro reunificó la Italia rota; así el Giro descuidado expulsa a sus campeones ahora. El Giro quiere épica y genera rabia. Quiere hacer de cada etapa una Roubaix, sangre y crujir de dientes.

La rabia satura a los corredores, que protestan, y recuerdan la sangre en la pierna de Dumoulin y a Dani Navarro, con los huesos rotos en el hospital. Bastante es bastante, dicen en inglés y corren con prudencia, despacito. El Giro baja los brazos un día y decide acortar más aún la etapa más corta. En el kilómetro 131 de los 140 previstos, toman tiempo: que se arriesguen al frío y la lluvia, y el agua que les escupe fuerte la rueda trasera de sus compañeros, solo los sprinters que quieran ganar la etapa, les dicen. Es su oficio, que lo hagan. No les perdonarán los maratones de jueves y viernes, la doble travesía de los Abruzos hasta L'Aquila. El sprint lo gana Ackermann, el mismo del segundo día, que le remonta a Gaviria, lanzado largo, con el golpe de riñones. “Me trabajó ideal Gaviria”, ironizó el alemán. A Viviani, congelado, ni se le vio.

Tom Dumoulin, con una herida en la rodilla y las marcas de la cadena de Puccio, que cayó sobre él y le hirió, toma la salida de la quinta etapa. “Lo voy a intentar”, dice el gigante holandés herido, que quiere llegar, como Ulises, a Terracina sumergida, donde le espera la seducción de Circe y el conocimiento de que llegará a Verona, que es su Ítaca en esta aventura del Giro. Dumoulin no llega ni a Terracina ni a la casa de Circe, ni siquiera llega al kilómetro cero. El ganador del Giro del 17 se baja en el trayecto neutralizado. Ya tiene bastante de baches, de agua, de lluvia, de dolor. Demasiado para su rodilla, vendada e hinchada como un balón. Demasiado para los cuatro minutos que perdió con su caída la víspera. Dumoulin se va y deja huérfano el Giro, en manos de un esloveno fabuloso al que solo él podía toser en las contrarrelojes que quedan. Pierde el Giro y pierden los rivales escaladores de Roglic: Nibali, Superman, Yates, Landa, Carapaz, que se quedan sin aliado que asuste al mágico Roglic.

“Y yo estaré ahí, peleando”, promete Landa, que no se hizo nada en la caída junto a Yates y Pozzovivo. “No, Yates no me tiró”, añade, contradiciendo unas primeras afirmaciones que generaron un fuego instantáneo que el alavés intentó apagar en la cena mientras su colíder, Carapaz, abría una botella de champán para celebrar su victoria en Frascati. “Nos caímos a la vez”. Landa lamenta el tiempo perdido pero no su estado de forma. “Haré una buena contrarreloj en San Marino el domingo, estoy seguro. Y ahí empezará mi Giro de verdad”.

‘Caso Aderlass‘

Para contárselo a los espectadores de la RAI no estará el excorredor Alessandro Petacchi, recién fichado para la tarea y recién atrapado en una operación antidopaje, la Aderlass, que se inició hace meses en Austria durante el Mundial de esquí de fondo. La Unión Ciclista Internacional (UCI) anunció, cuando partía la etapa, tenía papeles que demostraban que el director del Bahrein Bozic, esloveno, su compatriota Koren, que corre el Giro con el Bahrein, el croata Durasek, del UAE, que corre el Tour de California, y Petacchi, sprinter mítico con 22 victorias de etapa en el Giro y una San Remo entre otros muchos triunfos, se habían beneficiado en sus tiempos del dopaje sanguíneo organizado en Erfurt por el doctor Mark Schmidt, y que, por consiguiente, los suspendía provisionalmente. Bozic y Koren se fueron a su casa. Se supone que Durasek no partiría en el Tour de California.

“Pero Petacchi es otra cosa”, dice en director Aureo Bulbarelli, el jefe de Deportes de la RAI. “Petacchi está aquí como comentarista no como ciclista ni como técnico, así que para la RAI no cambia nada. Petacchi sigue”, declara Bulbarelli con Petacchi, triste y cabizbajo a su lado. “Ahora bien, como tiene que buscar un abogado y preparar su defensa, la RAI le deja irse del Giro el tiempo que necesite. Le sustituirá Garzelli”. Y Petacchi se despide. “Espero volver”, dice con absoluta desesperanza, dando más fuerza y verdad aún a su despido a la italiana.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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