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El Barcelona más vibrante noquea a un Real Madrid frío

Heurtel comanda la paliza azulgrana ante un rival irreconocible que solo convirtió dos triples

Robert Álvarez
Koponen rebotea ante Tavares.
Koponen rebotea ante Tavares.Alejandro García (EFE)

El Barcelona noqueó al Real Madrid en un clásico que durante los últimos tiempos carece de punto medio. Un día gana uno por 27 puntos (74-101), como hizo el Real Madrid hace apenas dos semanas y media cuando se desquitó de su derrota en la final de la Copa, y otro día es el Barcelona el que vence por 22 puntos (94-72) tras convertir el duelo en una exhibición histórica. No es un tópico. Lo avalan los datos. El Barcelona no se había mecido casi nunca en un clásico con ventajas tan desorbitadas. Llegaron a ser de 31 puntos (90-59).

El partido supuso un acto de reafirmación del potencial del Barcelona, y sobre todo de Heurtel, capaz de desestabilizar al rival más acreditado. También de Pau Ribas, que ratificó la exuberancia de su juego y su tendencia a abanderar a su equipo, especialmente en los momentos más dubitativos. También certificó que Svetislav Pesic está empeñado en marcar diferencias desde la defensa. Lo consiguió ante un Madrid irreconocible, que acabó con un desolador 2 de 20 en triples. La garra defensiva del equipo azulgrana se puso de manifiesto especialmente en el tercer cuarto. El Madrid solo anotó una canasta en esos diez minutos. Los 15 puntos restantes tuvo que ganárselos desde la línea de tiros libres. El Barcelona estaba decidido no concedía canastas fáciles. Solo Randle, en una ocasión, se zafó de la zarpa defensiva azulgrana.

BARCELONA, 94; REAL MADRID, 72

Barcelona Lassa: Heurtel (21), Koponen (10), Claver (4), Moerman (9), Tomic (10) —cinco inicial—, Jackson (4), Ribas (11), Oriola (17), Navarro (6), Vezenkov (2), Kurucs (-) y Pressey (-).

Real Madrid: Campazzo (5), Carroll (8), Taylor (1), Randolph (5), Tavares (4) —cinco inicial—, Rudy Fernández (11), Randle (8), Ayón (4), Reyes (5), Causeur (10), Yusta (8) y Radoncic (3).

Parciales: 21-14, 24-15, 27-17 y 22-26.

Árbitros: Jiménez, Manuel y Rial.

Palau Blaugrana. 5.687 espectadores.

El Madrid notó como nunca la ausencia de Doncic, y por supuesto, la de Llull. Apresurado en ataque, con plomo en las piernas cuando precisaba defender a la carrera, la mirilla desviada, y obtuso en su decisión de tirar triples a la brava. El Barcelona ni se acordó de los ausentes Hanga, Séraphin y Sanders. Compareció con muchas más revoluciones que el Madrid. Una pérdida de Campazzo, una falta en ataque de Tavares... Así, no tenía manera de hilar su juego el Madrid.

El Barcelona, en cambio, cuidó bien del balón y reboteó mucho más. Las diferencias se estiraron pronto (19-6). Las irrupciones de Rudy Fernández y Felipe Reyes le dieron buenos dividendos al Madrid que consiguió acercarse a solo un punto (23-22). Fue por entonces cuando alguien reparó en una de las diferencias que habían propiciado el vuelco. Pesic devolvió a Claver a la cancha. El ala-pívot valenciano es un jugador de entrenadores. No es mediático. Su estilo da más pie a la crítica del aficionado que el de la mayoría. Su mayor quehacer no se refleja en la estadística al uso. Pero su capacidad para defender a su hombre, al del compañero, para ir un punto más allá en todas las acciones subsidiarias acaba produciendo dividendos para su equipo.

Con la vuelta de Claver y la tercera falta de Ayón, uno de los muchos jugadores del Madrid irreconocibles, como Campazzo y Tavares, el Barcelona volvió a meter la directa. El Madrid pagó el mal día de su base argentino, bien defendido por Heurtel. Tampoco le enmendó la plana un Randle fuera de ritmo. Y el Madrid no fue capaz de explotar otra de sus mejores virtudes, con solo cuatro rebotes ofensivos.

El rapapolvo defensivo del Barcelona en el tercer cuarto se combinó con el acierto en los triples de Heurtel y Pau Ribas. Mejor plantado en la cancha, más rápido y certero en sus movimientos de balón —22 asistencias por solo nueve del Madrid—, y afirmado en su juego interior con el trío formado por Tomic, Oriola y Moerman, los azulgrana se lanzaron a la yugular de su rival.

Pablo Laso recurrió a una defensa en zona, impuso una presión en todo la cancha y le dio vueltas a su quinteto. Todo tan inútil como su intento de enredar el taque del Barcelona emparejando a Taylor con Heurtel y a Carroll, con Claver. El Barcelona se plantó en el último cuarto con 26 puntos de ventaja y el partido visto para sentencia.

Se diría que los dos equipos han hecho de la necesidad virtud. Y en el duelo en cuestión, también en la Liga Endesa, es el Barcelona el que está más necesitado, con tanto retraso respecto al Madrid, que todavía cuenta con cuatro victorias menos. Su objetivo era sacar cabeza entre el rosario de equipos que pelean por la segunda plaza. En el clásico, consiguió algo más, un espaldarazo a su potencial y su manera de hacer con Pesic al frente.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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