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Juegos Olímpicos de Barcelona 92, un volcán de emociones para el deporte mundial

El ‘Dream Team’, Scherbo, Young, Christie, Lewis, Boulmerka, Egerszegi y los dramas de Bubka, Devers, Redmon y Karnaugh

Robert Álvarez
Michael Jordan, Magic Johnson y Clyde Drexler, en los Juegos de 1992.
Michael Jordan, Magic Johnson y Clyde Drexler, en los Juegos de 1992.Icon Sportswire (Getty Images)

Hubo quien, concluidos los Juegos de 1992, lanzó una propuesta estrafalaria. Que la competición, tras la ya comprometida cita de Atlanta en 1996, pasara a celebrarse de manera permanente en Barcelona. Así de entusiasmado quedó Paul Witteman, periodista de la revista Time, certero a la hora de escoger al rey de la cita: “Magic Johnson ha sido el hombre. Tocó el corazón de la gente con su optimismo y su personalidad”. Un rey que no hubiera podido siquiera competir de no haber sido por la votación llevada a efecto por la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) en abril de 1989. 56-13 fue el recuento que abrió la puerta de los Juegos a los jugadores de la NBA, pese al voto en contra de la Federación Estadounidense.

El Dream Team liderado por Magic, Michael Jordan y Larry Bird se consagró como la quintaesencia en los deportes de equipo. Ganó los ocho partidos que disputó, promedió 117 puntos y una ventaja de 43 y su seleccionador Chuck Daly no pidió un solo tiempo muerto. 25 años después, aquella formación a la que Daly comparó con una gran banda de celebridades del rock&roll, mantiene incólume su aura.

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Los Juegos fueron un volcán de emociones. Solo hubo un récord mundial individual en atletismo. Pero la descomunal marca del estadounidense Kevin Young en los 400 metros vallas sigue vigente. Sus 46,78 segundos superaron los 47,02 de Edwin Moses. Carl Lewis, pese a no clasificarse en los trials para los 100 y los 200 metros, ganó el salto de longitud y el relevo 4x100, con récord del mundo, y elevó a ocho oros su cosecha olímpica, rematada con el noveno en Atlanta-96. Linford Christie y Gail Devers fueron los reyes de la velocidad en el estadio de Montjuïc. Allí se vivieron escenas apoteósicas como el triunfo de la mujer que desafió las amenazas por correr sin velo, la argelina Hassiba Bulmerka en los 1.500 metros, la misma distancia en que Fermín Cacho llevó al éxtasis a la grada. Y allí dejó de ser invencible Serguéi Bubka y se vivió el conmovedor esfuerzo del británico Derek Redmon. Se lesionó nada más salir, pero completó los 400 metros a la pata coja, apoyado en su padre, que saltó desde la grada. Igualmente desgarradora fue la imagen del tropezón de Devers en la última valla. No pudo repetir el oro de los 100 lisos.

El gimnasta Vitaly Scherbo hizo vibrar al Sant Jordi. Logró seis oros —cuatro en un día— y se emocionó con el himno bielorruso. “Detesto el himno y la bandera que nos habían impuesto”, dijo en referencia al Equipo Unificado (CEI) que agrupó a los deportistas de varias exrepúblicas soviéticas.

La húngara Krisztina Egerszegi ganó tres oros, y en la piscina también brillaron el australiano Kieren Perkins y los rusos Alexander Popov y Evgueni Sadovyi. Tampoco faltó el drama en el agua. El estadounidense Ron Karnaugh era el favorito al oro en los 200 estilos. Acabó sexto. Su padre había fallecido seis días antes durante la ceremonia inaugural.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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