_
_
_
_
_

El pacto del acero del Middlesbrough y sus aficionados

El Boro apoya la industria metalúrgica de su región, Teesside, y recauda fondos para paliar la pérdida incesante de puestos de trabajo en este sector

Estadio del Middlesbrough el pasado 1 de diciembre.
Estadio del Middlesbrough el pasado 1 de diciembre.A.Yates (REUTERS)

En el noreste de Inglaterra, en la región de Teesside, cerca del límite con Escocia, donde el río Tee muere a orillas del mar del Norte, el humo de las eternas chimeneas tiñe el cielo de gris. Lo sumerge en una interminable nube plomiza, no sólo por el mal tiempo que acompaña a la zona día tras día, sino porque las fábricas producen sin parar. Es un área industrial, que siempre ha vivido por y para la metalurgia, en especial para el acero. Bueno, esto era así hasta que en la última década se ha topado con que los hornos no han cesado de cerrar. El último, a mediados de octubre, con un saldo de 2.200 trabajadores en la calle.

Más información
Stuani se marcha al Middlesbrough
Abengoa teme perder la mayor planta de biomasa del mundo
Un médico español manda en el Middlesbrough

Middlesbrough acoge a casi a un tercio de los 376.000 habitantes de la región. Tiene al equipo de fútbol más importante, dirigido por Aitor Karanka, aunque no el más laureado de las islas —solo cuenta con una Copa de la Liga en 139 años de historia—. Como epicentro de Teesside, la relación que tiene con el acero es centenaria, desde la revolución industrial. El reciente declive del sector afecta también a los jugadores del Boro, que es como se conoce al conjunto. No porque vayan a perder su puesto sobre un terreno de juego, sino por los fuertes vínculos que les unen a la ciudad.

Cuando el club comenzó a dar sus primeros pasos, el seudónimo que recibió fue el de Ironsiders (el equipo del hierro, en castellano). La mayoría de la platilla siempre ha provenido de las fábricas de la región. George Hardwick y Wilf Mannion, dos baluartes de la selección inglesa después de la Segunda Guerra Mundial y del propio Middlesbrough, dejaron sus trabajos en la metalurgia para fichar por el Boro. Como un pacto tácito, el acero siempre ha corrido por la sangre del equipo. “Hay un sentimiento verdadero de comunidad entre nosotros y la comarca”, explica George Friend, defensa indiscutible para Karanka.

Es una forma de mostrar la fortaleza y conocimiento que tenemos de nuestra comunidad y de la población de Teesside

El apagón industrial ha removido la conciencia del club. Ha puesto en marcha diferentes iniciativas para recaudar dinero y paliar, en cierta medida, el drama que se respira en Teesside. El pasado 27 de septiembre, en un derbi casi regional en casa contra el Leeds United, los tres puntos del partido quedaron en anécdota. Durante el calentamiento, todos los jugadores vistieron una camiseta con el lema “SOS - Save Our Steel (salvar nuestro acero)”. Un mensaje que se reprodujo en las pantallas del estadio con cada uno de los tres goles que el Boro marcó al Leeds.

“Todos conocemos a alguien, más o menos cercano, que ha perdido su empleo. Solo pretendemos que nuestro trabajo revierta en la comunidad y ayude a las familias”, detalla Friend. Precisamente, lo último con lo que se han atrevido es con un calendario en el que posan con el torso desnudo, cuyos ingresos irán destinados a los desempleados del acero. La idea partió de los propios futbolistas y, como comenta el zaguero del Boro, lo único que pretendían era que los habitantes vieran que pensaban en ellos. “Esta es una de las formas para devolver todo el apoyo que nos brindan y no hemos tenido ningún problema en desvestirnos”, asegura el defensa.

Todos conocemos a alguien, más o menos cercano, que ha perdido su empleo

El orgullo que destila Friend es el de una región que ha visto cómo su acero se ha exportado por el mundo, más en concreto al puente de la bahía de Sydney, o por la propia Inglaterra, al arco icónico del estadio de Wembley. Tan determinante es el fútbol que, en pleno bullicio industrial, los turnos de trabajo se planificaban en función de cuándo jugaba el Boro en casa. Si hacía falta, los trabajadores aprovechaban los recesos para sentarse en Ayresome Park —ahora compiten en The Riverside— con la cara ennegrecida, manchada por los minerales.

“El apoyo que damos es algo a lo que se han atrevido directamente los futbolistas. Es una forma de mostrar la fortaleza y conocimiento que tenemos de nuestra comunidad y de la población de Teesside. Nuestra fundación se asegurará de que el dinero se distribuya de la mejor forma posible”, detalla Neil Bausor, directivo del Middlesbrough.

El desaliento para que las chimeneas dejen de humear y queden en un recuerdo de lo que la zona llegó a ser no es una opción. Los aficionados ponen luz, literalmente, a su protesta. En el viaje a Old Trafford, el estadio del Manchester United, a finales de octubre en el que eliminaron a los Red Devils de la Copa de la Liga, 10.000 seguidores del Boro iluminaron la noche con las linternas de sus teléfonos —un gesto recurrente en todos los partidos en casa—. Fue un acto de resistencia y de apoyo a los más de dos millares de trabajadores del acero que acaban de perder su trabajo. Incluso algunos políticos han copiado esta protesta, como Anna Turley, la representante laborista de Redcar, una ciudad colindante con Middlesbrough, y muy golpeada por la crisis industrial.

Los turnos de trabajo se planificaban en función de cuándo jugaba el Middlesbrough en casa

Las penurias de la metalurgia nada tienen que ver con el estado futbolístico del Boro. Marcha segundo en la clasificación, lo que le mandaría directamente a la Premier, aunque todavía tiene 26 partidos por delante. Aparte de Karanka, la plantilla cuenta con viejos conocidos de la Liga, como Stuani, Nsue o Amorebieta. Ellos respiran también el espíritu combativo de sus vecinos. Su lucha está en el terreno de juego, pero saben que sin el acero nada tendría sentido en Middlesbrough.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_