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Las trampas de Vanessa Mae

La violinista y esquiadora, sancionada cuatro años por manipular su clasificación para los Juegos.

Juan José Mateo
Vanessa Mae, durante los Juegos Olímpicos de Sochi 2014.
Vanessa Mae, durante los Juegos Olímpicos de Sochi 2014. Olivier Morin (AFP)

Vanessa Mae ya solo podrá dedicarse a tocar el violín que le ha llevado a vender diez millones de discos. La británica, que logró clasificarse para el eslalon gigante de los Juegos Olímpicos de Sochi 2014, donde quedó última, supo ayer que la Federación Internacional (FIS) ha decidido sancionarla con cuatro años sin competir por haber manipulado las cuatro carreras que le dieron los puntos necesarios para participar en la cita olímpica. La música, de 36 años, no ha sido la única castigada: junto a ella, un delegado técnico italiano y cuatro oficiales eslovenos han sido sancionados con penas de entre uno y dos años sin trabajar en el esquí por haber participado en una trama que incluyó el falseamiento de los resultados (en ellos aparecían dos esquiadoras que no compitieron), el trampeo de la clasificación (una de las esquiadoras se cayó pero se retocó su tiempo) y que el esquiador de mejor ránking en la prueba ya estuviera retirado (infló artificialmente la calidad de la prueba y así los puntos que se podían conseguir en ella). La sanción es recurrible ante el TAS. El Comité Olímpico Internacional, que seleccionó a Mae para formar parte de uno de sus grupos de consejeros, tiene que decidir ahora si borra los resultados de la deportista.

Niños de 12 años son más rápidos que ella”, dice el técnico de la española Carolina Ruíz

“Lo que ha pasado es de verdad especial porque hablamos de una esquiadora que viene de un nivel bastante bajo”, dice Mark Tilston, técnico de Carolina Ruiz, la única española que ha ganado una prueba de la Copa del Mundo (descenso, en 2013). “La mayoría de niños de 12 años que esquían en un club son más rápidos que ella. Para el esquí que ha hecho, su nivel está bien, pero a escala mundial es muy bajo”, sigue sobre Mae, que entró en los Juegos como número 2.253 del mundo y acogiéndose a los requisitos reservados para los países que no tienen esquiadores entre los 500 mejores. “Si los mejores van lento, te puede cambiar tu puntuación a mejor, y eso es lo que dicen que ha pasado en esa carrera”.

La clasificación de la británica Mae, que fue una de las dos caras de la exótica delegación tailandesa gracias a que heredó esa nacionalidad de su padre, llamó la atención de las autoridades, que se pusieron a investigar hasta lograr desentrañar la madeja. Primero, la Federación eslovena, a la que la tailandesa había pedido permiso para organizar entre el 17 y el 19 de enero las carreras en el club Triglav de las montañas de Krvavec, se quedó sorprendida porque estas tuvieran lugar en unas condiciones de visibilidad tan malas que hacían imposible la práctica del esquí. Luego, los técnicos se dieron cuenta de que el diseño del recorrido no se cambió entre carrera y carrera, como dice el reglamento. Cuando ya el amaño había quedado descubierto, la Internacional se puso a investigar si había habido dinero de por medio.

“No se han encontrado pruebas satisfactorias de que hubiera dinero cambiando de manos más allá de la cantidad pagada como alquiler al club de esquí”, le explicó a este diario Jenny Wiedeke, portavoz de la FIS. “Esa cantidad es razonable para organizar un evento de este tipo”, siguió. “Con esa falta de pruebas, no se puede confirmar que se pagara”.

Mae, que compitió como Vanessa Vanakorn, usando el apellido paterno, acabó el eslalon gigante de Sochi a 50,10s de Tina Maze, la campeona. A las dos esquiadoras no solo les separaron un cronómetro escandaloso y una medalla. Música hasta el final, Mae no pudo reprimir su lengua: “Ha sido como el rock and roll, casi me he caído tres veces. Estaba la elite del mundo y luego una vieja loca intentando acabar”. La caída llegó después. Ayer. Cuatro años sin esquiar y toda una trayectoria manchada por las trampas.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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