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Defensora del lector
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ubicados en la nube: cuando la data se vuelve irrelevante

La costumbre de indicar dónde se recoge la información pierde el sentido si se trabaja a distancia

Localizador - defensora del lector
FERNANDO HERNÁNDEZ
Soledad Alcaide

La periodista Gloria Rodríguez-Pina firmaba esta semana desde Madrid las crónicas de las elecciones en Eslovaquia. Mientras, María R. Sahuquillo, corresponsal en Bruselas, ha datado varias informaciones como enviada especial en Kiev y en la cumbre de Granada. Son dos formas de cubrir la información internacional: a través de medios locales y fuentes trabajadas en la distancia, como la primera, o en el lugar de los hechos, como la segunda. En ambas, el lugar de la firma permite saber dónde se ha recogido la información. Pero el teletrabajo y la facilidad de las comunicaciones que ha traído la digitalización hacen irrelevante dónde obtuvo la información el redactor, salvo que esté sobre el terreno.

La regla general que establece el Libro de Estilo es que todas las informaciones deben llevar el nombre del autor y la ciudad de procedencia de la noticia: “Las informaciones se datarán en el lugar donde el periodista ha obtenido lo principal o la mayor parte de su información, aunque en el momento de escribirla o de publicarla haya regresado ya a su residencia habitual o se encuentre en otro lugar distinto”. La razón de esta obligación es la transparencia con el lector, pero también una fórmula para destacar que EL PAÍS está en el lugar de los hechos, con una red de corresponsales en 34 ciudades del mundo, aunque el grueso de los redactores trabaja en Madrid, Barcelona y México. Es, digamos, una marca de la casa, pues se fomenta que viajen enviados especiales allí donde hay focos noticiosos, como la guerra en Ucrania o el incendio de las discotecas de Murcia.

El periódico da tanta importancia a estar en la calle que antes de la covid-19 era una práctica común advertir al lector cuándo una entrevista se había hecho por teléfono, porque era la excepción. Pero durante el confinamiento el periodismo se trasladó de las redacciones a la nube: solo se podía contactar con las fuentes a través del móvil. En los años posteriores, esa manera de trabajar se ha generalizado, hasta el punto de que muchas ruedas de prensa y entrevistas solo se conceden por videoconferencia. Por eso, los entrecomillados ya no llevan la advertencia de cómo han sido recabados.

Los usos en una Redacción cambian a medida que lo hace la sociedad. Y el teletrabajo también se ha instalado en el periodismo. Xosé Hermida y Javier Casqueiro, cronistas parlamentarios, dataron en Madrid este verano parte de sus textos sobre las negociaciones para la investidura del Gobierno, cuando en realidad estaban trabajando allí donde sus familias estaban de vacaciones. Hermida admite que no fue adecuado firmar en Madrid, pero subraya que este es su lugar habitual de trabajo. Ambos periodistas obtuvieron permiso para desplazarse, dado que el adelanto de las elecciones echó por tierra el turno de vacaciones de su sección. Que firmaran en Ibiza, Marbella o Gandía, por poner ejemplos, no hubiera servido más que para despistar al lector.

Además, explica Hermida, las negociaciones no se estaban celebrando presencialmente, sino “a golpe de teléfono”, con cada parte en un extremo de España, y, por tanto, no era clave estar físicamente junto a las fuentes. Por otro lado, dice, en el periodismo político “la manera habitual de hablar confidencialmente es por teléfono”. Y agrega: “Ahora más, con WhatsApp”. Muchas veces, abunda, las fuentes están reunidas y la única vía para abordarlas es a través de un mensaje escrito. En los pasillos del Congreso, acercarse a preguntar a un diputado implica tener a otros 10 periodistas alrededor y se pierde esa reserva necesaria para obtener información diferenciada.

La misma situación la vivió Nadia Tronchoni, redactora jefa de Deportes. El caso Rubiales estalló cuando estaba de permiso. En este caso, optó por firmar únicamente con su nombre las informaciones, sin poner el sitio, que no tenía nada que ver con la noticia. Es una práctica común de la sección, cuando no acuden a presenciar una prueba deportiva. Lo avala el Libro de Estilo: “Las informaciones y crónicas escritas tras seguir una transmisión televisiva en directo se pueden firmar sin data”.

Por ejemplo, el pasado lunes Juan Morenilla firmaba solo con su nombre la crónica de la Ryder Cup, el Mundial de golf, que se celebró en Roma, pero él siguió desde Madrid. Lo mismo ha hecho Irene Guevara con el Mundial de Amberes de gimnasia artística, desde Barcelona, donde vive. “No ponemos dónde para no confundir al lector”, justifica Tronchoni.

Los mandos del periódico consultados coinciden en que el lugar de la firma no suele suscitar dudas en sus secciones, porque la mayoría de los redactores firma en su lugar de trabajo. Algunos admiten que indicarlo tampoco enriquece la información. “Deberíamos naturalizar no tener que poner siempre el lugar y ser más flexibles en algunos casos”, afirma Jesús Sérvulo González, redactor jefe de Economía. Pone como ejemplo el caso de la periodista María Fernández, que suele cubrir actos de grandes empresas. Estas han generalizado que dichas citas solo puedan seguirse por videoconferencia y ella lo hace desde Vigo, donde reside. ¿Tiene sentido firmar la información en esta ciudad cuando los protagonistas del acto están en Madrid? González opina que es confuso.

“En el 90% de las piezas de Cultura, si quitas el lugar de la data, no pasa nada”, coincide el redactor jefe de esta sección, Guillermo Altares. Ya se hace con algunas firmas. Por ejemplo, si el escritor Sergio del Molino escribe un reportaje de autor, con varias voces y tono subjetivo, no lo firman en Zaragoza, donde vive, porque consideran que para el lector este dato es indiferente.

Hay por tanto muchos usos y falta un criterio común. Lo lógico sería unificarlo y parece más acertada la solución de retirar de la firma el lugar, siempre que no añada elementos al texto o pueda confundir al lector. En periodismo el valor primordial es estar donde se producen los hechos y dar testimonio directo de lo que sucede, para ser los ojos y oídos de los lectores. Es a lo que debemos aspirar siempre. Si todo recibe el mismo tratamiento, lo que merece ser destacado no sobresale.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 
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