‘Las mujeres ya no lloran’: Shakira finiquita la demolición y esculpe un monumento a la cultura pop actual
La colombiana rompe siete años sin disco con un trabajo conceptual sobre las fases de su ruptura sentimental y posterior reconstrucción y donde musicalmente abraza las nuevas tendencias
Shakira acaba de terminar un trabajo de demolición que comenzó hace dos años. De demolición narrativa hacia su expareja, pero también conceptual: derribar a la antigua Shakira para reconvertirse musicalmente en una artista amarrada ansiosamente a su tiempo. Las grandes batallas se ganan en los momentos más extremos y la colombiana ha salido hoy vencedora después de afrontar la etapa más turbulenta de sus 47 años de existencia: se sumaron a la ruptura de su matrimonio sus problemas con la Hacienda española y la enfermedad de su padre. Y en ese ambiente revuelto surge la reconstrucción de Las mujeres ya no lloran, que no es solo un disco: posee la categoría de monumento a la cultura pop de hoy, la del centelleante mundo de TikTok, la de la frivolidad, la de permitir que el pueblo se entretenga viendo cómo dos famosos se despedazan ante sus ojos, la de la música sin músicos, la del sonido procesado, la de la desesperación por abrazar la tendencia de una moda que transmuta cada semana… También la de la sororidad y la fortaleza femenina, ya desde el propio título del álbum.
A lo largo de tres décadas de carrera discográfica, la cantante de Barranquilla siempre intentó, con mayor o menor fortuna, postularse como una artista contemporánea, alguien con el radar activado para captar en tiempo real lo que pasaba en la música. Alguna vez llegó tarde, otras acertó de pleno y no pocas se quedó a medio camino. Pero es hoy cuando esta ansia por adaptarse a los tiempos toma más sentido, muy meritorio, al tratarse de una artista con una carrera dilatada. Hay mucho género urbano en el álbum, empezando por varias de las normas que ha impuesto el estilo que domina la música actual, como las obligadas colaboraciones (de los 16 temas, solo en cuatro se atreve ella sola) o la duración de las canciones, rondando los tres minutos, el tiempo estándar que hoy nuestro cerebro es capaz de mantener la atención. Al menos, eso es lo que han delimitado los gurús del consumo en la era digital.
La colombiana conecta bien la antena y detecta el furor actual por el revival de la música disco, la reivindicación del afro-beat, la eclosión del regional mexicano, el reguetón (pero no mucho)… Y se hace acompañar por artistas punteros de estas tendencias, como la rapera Cardi B, ese geniecillo de lo urbano que es Bizarrap, los mexicanos de Fuerza Regida, su compatriota Karol G o el reguetonero Rauw Alejandro. En algunos momentos surge una Shakira reconocible, con los aullidos de loba o el regreso al pop-rock de sus tiempos más clásicos. Casi todas las canciones suenan rabiosamente comerciales, con sus estribillos bien coreables, todo dispuesto para llenar bernabéus. Y como estamos hablando de un disco conceptual sobre su fiasco sentimental, resulta divertido ir buscando reproches y zascas dirigidos a su expareja. Uno se lo pasa pipa, vamos.
Siete de las 16 canciones de Las mujeres ya no lloran, su primer disco largo en siete años (el anterior, El Dorado, vio la luz en el lejano 2017), ya estaban publicadas. En ellas la cantante expone las diferentes fases por las que pasó tras romper su matrimonio. Estos estados de ánimo son bien explícitos desde el título: la mordaz Te felicito (con Rauw Alejandro); la bachatera y simpática Monotonía (con Ozuna); la tiradera de chicas, en comandita con Karol G, Te Quedo Grande; la olvidable baladita con sus hijos, Acróstico; la fútil Copa vacía (con Manuel Turizo); el resultón y oportunista corrido tumbado El jefe (con Fuerza Regida, única letra de las siete que no trata la ruptura), y el pelotazo irresistible con Bizarrap Sessions, Vol. 53, un himno que nos rebotará en el cráneo durante mucho tiempo. De la letra de este último tema ha extraído el título del disco: “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, dice el texto. Bien, esto es lo que teníamos, narrativamente morboso y que musicalmente podríamos definir como una artista talentosa intentando adaptarse a los tiempos con resultados desiguales.
¿Qué hay de nuevo? Nueve piezas más. Puntería, con la rapera neoyorquina Cardi B. Colocada como primera del disco, es un arranque estimulante, un tema dance suave con un tecladito noventero muy bien puesto. En la letra las dos artistas se muestran juguetonamente sexuales. “Muérdeme duro, de este culo nunca te olvides”, entona Shakira. En La fuerte, la colombiana canta como lo hacía antes, sin los pucheritos que se estilan en la música urbana. Suena poderosa: los teclados (una vez más) y la producción ochentera de Bizarrap elevan la pieza. Tiempo sin verte supone lo más pop del disco, una Shakira reconocible para sus viejos seguidores, con un espectral punteo de guitarra al final. Cohete, con Rauw Alejandro, rezuma un divertido rollo disco. (Entre paréntesis) emerge con una bamboleante melodía de aroma regional mexicano, con los texanos Grupo Frontera. En Cómo Dónde Cuándo regresa al pop-rock de los años noventa, a esa Shakira con guitarra y meneando la melena: “La vida es una perra, ya lo sé. / Pero por cada flor marchita. / Una siempre vuelve a nacer”. En Nassau, motivo de entusiasta debate en la prensa de sociedad, da la bienvenida a nuevas compañías: “Yo, que había prometido que nunca más volvería a querer, apareciste tú a sanar las heridas que dejó aquel”, dice la letra. Un tema de afro-beat, el burbujeante ritmo que obsesiona ahora mismo a los músicos jóvenes.
Última es una canción de despedida definitiva al padre de sus dos hijos y que la colombiana asegura que grabó fuera de los plazos de entrega del disco. Mejor que no hubiese llegado a tiempo, porque la balada no aporta nada en el aspecto musical. Y ya. Bueno, no: queda la remezcla del DJ holandés Tiësto de la Bizarrap Sessions, Vol. 53. (la canción donde despelleja a su expareja, para entendernos), una efectista forma de dar otra vida al tema, si es que la necesita.
El tiempo, y solo él, dirá si las canciones que componen este trabajo pueden considerarse una obra de arte destacable o si, sin embargo, se quedan en una anécdota donde todos bailamos y disfrutamos del espectáculo. Quizá no haya que esperar mucho, y tal y como aceleran las corrientes del entretenimiento la propuesta musical de Shakira se merezca más pronto que tarde el olvido. Pero hoy, marzo de 2024, Las mujeres ya no lloran es el disco que Shakira tenía que grabar, la reinvención musical y personal de la estrella latina femenina pop más grande del momento.
Babelia
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