En busca de la nueva Carla Simón: la Berlinale celebra el cine español hecho por mujeres
Seis directoras de España y Latinoamérica presentan sus películas en un festival que, en los últimos años, ha descubierto títulos como ‘Alcarràs’, ‘Las niñas’ o ‘20.000 especies de abejas’
Si hay un festival europeo en el que el cine español sea bienvenido, ese debe de ser la Berlinale. La historia del certamen alemán está marcada por nombres como Pedro Almodóvar, que ganó el primer Teddy, el galardón que premia al cine queer, con La ley del deseo y luego presentó Átame en competición. Alejandro Amenábar e Isabel Coixet coincidieron en la edición de 1996 con Tesis y Cosas que nunca te dije. Ventura Pons fue invitado durante cinco años seguidos con sus películas. Y, en los últimos años, del festival salieron propulsados nombres como Carla Simón, Pilar Palomero, Alauda Ruiz de Azúa o Estibaliz Urresola, impulsoras de un relevo generacional y de género en el cine español. La primera, aplaudida con Estiu 1993 en Berlín siendo una desconocida, ganó el Oso de Oro por Alcarràs en 2022.
En esta edición, el cine español brilla por su ausencia en el concurso por el Oso de Oro, pero cuenta con una amplia representación en las secciones paralelas. En ellas figuran las directoras de seis películas de producción española: Macu Machín (La hojarasca), Anna Cornudella (The Human Hibernation), Lucía G. Romero (el corto Cura sana), Klaudia Reynicke (Reinas, coproducción con Perú), Ingrid Pokropek (Los tonos mayores, coproducción con Argentina) y Antonella Sudasassi Furniss (Memorias de un cuerpo que arde, coproducción con Costa Rica). Todas son mujeres, pero el contrapunto se encuentra en la figura tutelar de Carlos Saura: la sección dedicada al cine clásico proyecta la versión restaurada de Deprisa, deprisa, la incursión del director en el cine quinqui, con la que ganó el Oso de Oro en 1981.
Reunidas por EL PAÍS en un hotel del centro de la capital alemana, las seis intercambiaban impresiones sobre este festival “tan cálido en una ciudad tan fría”, como aseguraba Macu Machín, que agotó todas las entradas en sus dos pases en el festival. La directora canaria, de 48 años, ha presentado en Forum, prestigioso apartado del festival dedicado al cine más osado o experimental, su retrato de tres hermanas que se disputan una herencia más simbólica que material, un terreno con algunos almendros cerca del volcán de La Palma. “Es una historia que he vivido en mi propia familia”, afirma Machín. Situada entre el documental y la ficción, está protagonizada por la madre y las dos tías de la directora, artífices de un “matriarcado involuntario”. Las tres se interpretan a sí mismas en La hojarasca, un debut naturalista y poético con una sensibilidad cinematográfica más propia de otras latitudes. “Me siento muy cercana al nuevo cine gallego. Siempre he sentido una energía muy gallega en La Palma”, reconoce Machín.
Reinas, de la peruana Klaudia Reynicke, también habla de una familia y mezcla lo vivido y lo contado. Sus protagonistas son una madre y dos hijas que se apresuran a emigrar a Estados Unidos para escapar al caos de Lima en 1992, como cuenta el telediario que abre la película. Solo necesitan el permiso de un padre ausente. “Quise volver al Perú que yo misma dejé de pequeña y reconstruir mi relación con el país desde el presente. Es una película sobre irse y luego volver”, afirma Reynicke, de 48 años, que antes estrenó la película en Sundance. En Berlín lo ha hecho en Generation, sección dedicada al público infantil y adolescente, de la que han salido nombres como Simón y Palomero en los últimos años. “Para ciertas películas, es mejor estar en una sección pequeña que en la competición. A veces conectas mejor con el público desde lugares menos expuestos”.
En la misma sección participa Ingrid Pokropek, de 30 años, con Los tonos mayores. De nuevo, su película parte de lo biográfico, pero lo pasa por el tamiz de la ficción. Una niña con una placa de metal en el brazo tras un accidente empieza a recibir un mensaje en código Morse a través de su prótesis, inicio de un relato bonaerense que alterna la aventura con la melancolía, que la directora filmó en casa de sus padres. “Quise introducir la fantasía en el mundo verosímil de la película, mezclarla con autobiográfico y lo familiar”, aseguraba su responsable, que se sirve de la precariedad de su país para definir la vida incierta de sus personajes.
De Berlín han salido propulsadas Carla Simón, Pilar Palomero, Alauda Ruiz de Azúa o Estibaliz Urresola, nombres que han asegurado un relevo generacional y de género en el cine español
Antonella Sudassi Furness ya estuvo en Berlín en 2019 con El despertar de las hormigas. En esta edición regresa con Memorias de un cuerpo que arde, que se ha proyectado en la sección paralela Panorama. “Me lo tomé como un reconocimiento a la constancia”, dice la costarricense, de 38 años, mientras saca de su bolso invitaciones para el estreno de la película para sus compañeras. La película interroga a tres mujeres de unos 70 años sobre cómo vivieron su sexualidad pese a crecer en un tiempo en que era tabú expresarla abiertamente, y luego recrea sus recuerdos a través de reinterpretaciones fílmicas. “Tuve con ellas la conversación que hubiera querido tener con mis abuelas, pero no pude”, expone la directora (una estaba enferma y la otra murió). Decidió buscar a tres mujeres para entender “qué vivieron ellas para que nosotras podamos vivir como vivimos”, como si fuera detrás de una familia postiza a falta de la biológica.
Su película ha despertado interés en el mercado del festival, el segundo más importante de Europa tras el de Cannes, donde se venden y se compran los derechos para estrenar películas y se cierra la financiación de futuros proyectos, junto a títulos como lo nuevo de Amenábar (con Miguel de Cervantes de protagonista), Icíar Bollaín (Nevenka) o el regreso de Alberto Rodríguez, entre otros proyectos. En total, unas 40 productoras y distribuidoras españolas participan en la cita, un número en aumento respecto a las últimas ediciones.
La catalana Anna Cornudella, de 33 años, nunca creyó que su película se estrenaría en un cine. “Es un proyecto que parte de una investigación artística, que casi no tiene diálogos, y yo no había rodado ni siquiera un corto. Es un milagro que esté aquí”, sostiene sobre The Human Hibernation, estrenada también en Forum, “el destino perfecto” para una película inclasificable. Describe a una sociedad humana que hiberna como los animales, como si fuera una civilización ficticia o tal vez una hipótesis de futuro, lo que espera a nuestra especie si logra sobrevivir a la crisis climática. Un niño despierta antes de lo que debía y sucumbe entre la nieve, mientras su hermana lo intenta entender qué ha sucedido. “Quise reflexionar sobre cómo entendemos la naturaleza y la condición animal, como si no formásemos parte de ellas”, dice Cornudella.
La última de la lista es la más joven, Lucía G. Romero, hija de catalán y cubana de 25 años. Su cortometraje es su proyecto de final de estudios en la ESCAC de Barcelona. “Nunca había proyectado nada fuera del marco académico”, admite Romero, que ha estrenado Cura sana en la sección dedicada al público joven, como antes Simón y Palomero, dos referentes. Su proyecto, que anuncia una voz muy bienvenida en el monocromo paisaje del cine español, parte de una situación de abusos familiares y escasez material para reflexionar sobre asuntos tan profundos como el rastro que deja la violencia, la doble identidad cultural o la diferencia sexual.
“Como la protagonista, he crecido en tierra de nadie. España es un país muy blanco y, pese a ser barcelonesa, no puedo sentirme plenamente europea por mi físico. En Cuba, en cambio, siempre seré la española”, dice Romero. Pese a la dureza de la que nace su relato, no deja de ser una sencilla historia de deseo lésbico durante la verbena de San Juan. “Nunca he vivido lo que es enamorarme de un hombre, así que no lo iba a representar. Quise describir algo que me fuera cercano”. Misión cumplida.
Babelia
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