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El Hematocrítico, el maestro del ingenio tuitero que se entregó a la literatura infantil

Con su humor crítico y optimista, Miguel López fue un precursor en el universo creativo de las redes sociales y prolífico escritor de libros para niños

Miguel López, El Hematocrítico, retratado en 2021.
Miguel López, El Hematocrítico, retratado en 2021.Olmo Calvo
Sonia Vizoso

“Si Twitter España fuera un estadio [de fútbol], debería llevar el nombre de El Hematocrítico”. Con este símil ensalzaba el pasado lunes un tuitero la figura de Miguel López, el escritor, guionista y maestro de A Coruña fallecido ese día de manera repentina con solo 47 años y que fue uno de los primeros habitantes del universo paralelo de las redes sociales. López encarnaba la explosión de ingenio que fue Twitter en sus inicios, cuando los odios y la X de Elon Musk no se cernían sobre él. Con 161.000 seguidores a sus espaldas, El Hematocrítico brilló en un espacio de creatividad global donde se podía triunfar siendo un ciudadano anónimo y desde cualquier rincón del planeta. Él lo veía así en una entrevista con EL PAÍS hace dos años: “Me siento orgulloso de haberlo conseguido desde Coruña”.

El estrellato le llegó a López cuando llevaba ya unos años como maestro de Infantil y Primaria en su ciudad natal. Apasionado de la enseñanza, en las aulas ya tenía fama de pionero y creativo. Publicó su primer tuit en 2009, después de conocer en el mundo bloguero a otros precursores como Nacho Vigalondo, Manuel Bartual o Noel Ceballos. En 2012, comentando un reality televisivo, logró convertir en tendencia global una palabra inventada años antes entre risas con unos amigos: tróspido. No llegó a la RAE pero casi. “Extravagante, raro, especialmente en sentido negativo”, define el vocablo el Wikcionario. “Éramos unos amigos de A Coruña haciendo trending topic mundial todas las semanas”, decía El Hematocrítico.

Miguel López, El Hematocrítico, y Ledicia Costas, autores de literatura infantil en la libreria Berbiriana de A Coruña en 2020.
Miguel López, El Hematocrítico, y Ledicia Costas, autores de literatura infantil en la libreria Berbiriana de A Coruña en 2020.OSCAR CORRAL

Tras una trayectoria de más de dos décadas en la educación, hace un par de años López decidió dejar las aulas para dedicarse a la literatura infantil. Se había estrenado en los libros para niños en 2014 de la mano de su amigo Alberto Vázquez, ilustrador y director de cine con cuatro premios Goya, ambos vecinos del mismo barrio coruñés de Monte Alto. Ese año publicaron Feliz Feroz (Feliz feroz, o lobiño riquiño en gallego), una revisión del cuento clásico de Caperucita Roja que narra la historia de un lobito bondadoso. Fue un éxito.

Desde entonces, López escribió una veintena de obras, entre ellas la saga de Max Burbuja, Rapunzel con piojos o Agente Ricitos. Los compaginaba con guiones, podcast y colaboraciones en medios de comunicación. Pese a formar parte de una generación que creció sin móviles ni internet, resistió el ritmo de avance de la tecnología y no le hacía ascos a ninguna nueva plataforma. Cultivó hasta el arte de retitular cuadros en El hematocrítico del arte. Tenía una curiosidad infinita y una enorme capacidad de trabajo. “Era la persona más positiva que he conocido nunca, tenía una muy buena energía ante la vida”, afirma el dibujante Vázquez. “Siempre duele perder a un amigo, pero es que además él era muy especial”.

El Hematocrítico poseía un don para comunicarse con los niños. “Era muy bueno en la literatura infantil”, subraya Fran Alonso, director de la editorial gallega Xerais, con la que publicó 17 obras en ocho años. “Tenía una capacidad enorme para penetrar en la psicología infantil. Hay pocos escritores que puedan dirigirse a los niños más pequeños y hablar con humor de temas profundísimos”. Alonso lo define como un hombre “alegre, bromista, siempre sonriente”, dotado de un “humor constructivo”. En sus publicaciones, que redactaba tanto en castellano como en gallego, se dedicó a “subvertir la tradición oral de la literatura infantil” y a crear “nuevos estereotipos divertidísimos”, añade el responsable de Xerais.

Alberto Vázquez destaca de El Hematocrítico su visión humorística de la vida, su mirada “ácida”, su rapidez mental e intuición: “Era capaz de hacer humor en un momento de cualquier cosa, por eso se le daba tan bien Twitter”. Era crítico con los corsés del sistema educativo, que impiden “hacer cosas diferentes”. Su visión sobre la enseñanza la plasmó en el reciente ensayo ¡Escúchalos! Por una crianza con empatía, que aboga por tratar a los críos como personas completas, por mirarles a los ojos y escucharles. Se mostraba contrario a los deberes y frente a la carga de tareas y extraescolares, reivindicaba más tiempo libre para los niños.

La muerte ha sorprendido a Miguel López con dos series en marcha: Os Hematiños, en gallego, y Doña Problemas, en castellano. Editorial Xerais ha divulgado una dirección de correo electrónico para que sus admiradores envíen sus condolencias (hematocritico.actividades@gmail.com) y prepara actos de homenaje al escritor. Hace solo unas semanas llegaba a las librerías Caramomia, una obra creada durante la pandemia que el autor firma junto a su pareja, la afamada escritora viguesa Ledicia Costas, Daniel Landesa y María Lado, con ilustraciones de Martín Romero.

El Hematocrítico era padre de dos niñas y se acababa de trasladar a Vigo. Allí fue donde el lunes por la tarde sufrió el infarto que acabó con su vida. La conmoción por su muerte se extendió por X rápidamente. Al lamento se unieron escritores, periodistas, políticos de todos los colores y hasta el Deportivo de A Coruña. “Hoy el mundo es un lugar tristísimo. No hay consuelo para el dolor de la pérdida de una persona tan inmensa”, ha escrito este martes Ledicia Costas, su compañera de vida.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.
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