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La escritura de Almudena Grandes revive en el teatro

Carme Portaceli dirige una adaptación de ‘La madre de Frankenstein’, con un reparto encabezado por Blanca Portillo y Pablo Derqui

La directora Carme Portacelli, centro, la actriz Blanca Portillo y el actor Pablo Derqui posan durante un ensayo de la adaptación al teatro de la novela La Madre de Frankenstein de Almudena Grandes en una sala de ensayos en Madrid.
La directora Carme Portacelli, centro, la actriz Blanca Portillo y el actor Pablo Derqui posan durante un ensayo de la adaptación al teatro de la novela La Madre de Frankenstein de Almudena Grandes en una sala de ensayos en Madrid.Andrea Comas

Dicen que fue el crimen más impactante de todo el siglo XX en España. Y ello sin que existieran aún la televisión ni las redes sociales. Pero ese brutal parricidio cometido en 1935 por Aurora Rodríguez Carballeira, mujer culta e inteligente, que disparó cuatro tiros a su superdotada hija Hildegard, no era lo que le interesaba contar a la escritora Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021) en La madre de Frankenstein, la quinta entrega de sus aclamados Episodios de una guerra interminable (Tusquets Editores). Tampoco es lo que les ha interesado contar a los responsables de la puesta en escena de esta novela que ahora llega al teatro de la mano de Carme Portaceli, directora del Teatre Nacional de Catalunya, con un reparto encabezado nada menos que por Blanca Portillo y Pablo Derqui.

Grandes dejó claro, y por escrito, que si bien la vida y la muerte de Aurora Rodríguez Carballeira fueron su fuente de inspiración, ya que le parecía “un alucinante, casi delirante, argumento de ficción”, lo que tenía claro es que había escrito el libro “en memoria de todas esas mujeres que no pudieron atreverse a tomar sus propias decisiones sin que las llamaran putas, y que pasaron de la tutela de sus padres a la tutela de sus maridos, que perdieron la libertad en la que habían vivido sus madres, para llegar tarde a la libertad en la que hemos vivido sus hijas”. El montaje de esta coproducción entre el Centro Dramático Nacional (CDN) y el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) se estrenará el 29 de septiembre en el teatro María Guerrero de Madrid y posteriormente se representará en el TNC, en Barcelona, del 23 de noviembre al 30 de diciembre. Es la segunda ocasión en que una obra de Almudena Grandes es llevada al teatro, género que le apasionaba. Intentó escribirlo, pero aseguraba que le salió muy mal. Al mismo tiempo, terminó encantada de la versión escénica de Atlas de geografía humana, estrenada en 2012 con dirección de Juanfra Rodríguez.

Para este viaje literario, que tiene como base la historia tal como ocurrió pero está también salpicada de ficción, la autora utilizó todas las alforjas que se le cruzaron por el camino. Empezando por las personalidades de Aurora y el doctor Velázquez y su estancia en el manicomio de Ciempozuelos, donde la primera estaba ingresada y el segundo trabajaba como médico, más una seria investigación sobre los hechos que relata, para lo que contó con la ayuda del psiquiatra Carlos Castilla del Pino y el historiador Julián Casanova, hasta lograr “el retrato de un país donde las diferencias sociales e ideológicas determinan las relaciones humanas”, sentencia Portaceli en conversación con EL PAÍS tras un ensayo del montaje, acompañada de Portillo y Derqui.

Almudena Grandes
Pablo Derqui y Blanca Portillo, en un ensayo de 'La madre de Frankenstein'.GERALDINE LELOUTRE

La directora, que ha puesto en pie numerosos espectáculos durante su prolífica carrera, entre ellos adaptaciones de otras novelas como La casa de los espíritus, La señora Dalloway o Jane Eyre, recuerda que fue un pacto con Almudena Grandes, a la que trató bastante hasta su muerte en 2021, lo que le ha llevado a hacer la adaptación de esta obra. “Es una novela maravillosa, riquísima y extraordinaria por diversas razones. Entre otras, la mirada de un hombre [el psiquiatra de Aurora] que en los años 50 se educó fuera de España, y eso resulta fantástico. O el hecho de que jamás nadie nos ha explicado la historia real de este país, por qué nuestro comportamiento es el que es y no otro; sin olvidar el impresionante personaje, una asesina que mata a su hija ‘porque ella la creó y ella la destruyó', mujer brillante, inteligente, eugenésica, metáfora de nuestro país en ese momento de la historia”, concluye Portaceli, que deja claro que todos los implicados en el proyecto han intentado ser fieles a la autora “porque ese es el único camino para comprender este texto y dotarlo de la grandeza que tiene”.

Tanto en la lectura de la novela íntegra de Grandes como en la versión clarificadora y brillante de Anna Maria Ricart Codina, no está claro quién es el protagonista de esta historia, aunque la atención recaiga en Aurora y su curiosísima vida, por calificarla de alguna manera. Pero no podemos olvidar que el doctor Germán Velázquez es el pilar sólido y rotundo en torno al cual gira todo. Y nadie mejor que dos actores hipnóticos como Blanca Portillo y Pablo Derqui, convertidos en un binomio fantástico, para materializar ese cuadro pintado por Grandes con decididos brochazos, alternados con otros más detallados e incluso manieristas.

Junto a estos actores aparecen en el reparto Ferran Carvajal, Jordi Collet, Gabriela Flores, David Fernández Fabu, Belén Ponce de León, Macarena Sanz y José Troncoso. Sobre el escenario también está el trabajo de los escenógrafos Paco Azorín y Alessandro Arcangel, el vestuario de Carlota Ferrer y la iluminación de David Picazo, así como la música de Jordi Collet y la coreografía de Ferran Carvajal.

Portillo conoció hace unos años a Grandes, después de leerla y admirarla desde hacía décadas: “Ella había seguido mis comentarios en Twitter de sus libros, algo que me impresionó, fue tan cercana que parecía que nos conocíamos desde hace tiempo”. Y añade: “Cuando presentó esta novela me pidió que leyera un fragmento y me mandó mucha información que había recopilado”.

Otro momento del ensayo.
Otro momento del ensayo.GERALDINE LELOUTRE

Derqui nunca llegó a hablar con la autora: “La descubrí joven como lector con Las edades de Lulú, libro maravilloso que obtuvo un premio de literatura erótica [Premio La Sonrisa Vertical]. Me relacioné con esta autora de una manera erótica, me sumergí en su lectura casi en plan pajillero”, comenta entre las risas de sus compañeras, que aseveran que “media España hizo lo mismo”. Derqui comenta ilusionado: “Estoy recuperando a Grandes ahora”.

Todos coinciden en que Grandes, en este libro, tuvo mucha compasión por Aurora: “Es que hay algo más que una asesina, hay una parte de rechazo y miedo porque las cosas que dice son tremendas, pero Aurora fue una niña poco querida y degeneró en una manera de pensar… No puedo evitar que una cierta ternura y admiración, porque dice cosas que aunque sean tremendas son de una inteligencia pasmosa”, apunta Portillo. “No es casual que se dijera que era una superdotada y que al sobrino al que educó lo convirtió en un superdotado y a su hija Hildegard también. En la novela se dice que debía de ser una gran pedagoga, y lo cierto es que es un personaje que tiene muchos colores y que Grandes sentía algo especial por ella”, continúa la actriz, mientras Portaceli asiente.

Derqui subraya que cuando a Aurora le quitan al sobrino, se mete en los negocios de la familia, que iban fatal, y en tres años sanea las finanzas de la familia. Portillo insiste en la gran inteligencia de Aurora: “En un momento dado su cabeza le hace clic y aparece la paranoia…. De alguna manera Grandes la pone ahí como representación y resultado de muchos de los horrores de este país”.

Los tres están de acuerdo en que el crimen no le interesaba a la escritora, sino que lo utilizó para hablar de la España franquista. “Y no olvidemos que están ahí Antonio Vallejo-Nájera, defendiendo cosas terribles como la eugenesia, tan de moda aquellos años, las prácticas psiquiátricas de López Ibor…. La historia no ha hecho mucho favor a Aurora, sin olvidar que evidentemente era paranoica, pero a su lado había algunos que no estaban considerados locos y no eran mejores que ella”, concluye Derqui, que junto a sus compañeras recuerda algo que señalaba Grandes: “En esta novela los monstruos no son lo que parecen, como Frankenstein, de ahí la rabia de Germán y de Aurora”.

Blanca Portillo, Carme Portacelli y Pablo Derqui, durante la entrevista con EL PAÍS.
Blanca Portillo, Carme Portacelli y Pablo Derqui, durante la entrevista con EL PAÍS.Andrea Comas

Tiene que ver, según Portaceli, Portillo y Derqui, con el hecho de que Grandes decidiera titular Episodios de una guerra interminable su serie de libros sobre la España del siglo XX. Y se ponen a charlar entre ellos, como si estuvieran solos, y a partir de ahí se oyen frases sueltas. Como si pensaran en alto: “Mi país no se ha relajado, no hay manera”; “Es que no hace tanto. Hitler se suicidó porque perdió la guerra, pero Franco se murió en la cama y eso es muy distinto”; “Somos insólitos”; “Se dicen cosas en la función que se leen hoy en los periódicos”; “Lo de los ganadores y perdedores sigue existiendo”; “Se han adueñado de un sentimiento patrio y de alguna manera me han impedido que yo tenga el mío”; “Es como si esa españolidad solo fuera de ellos”; “Tengo ganas de decirle al señorito de banderita en la pulsera que él no es más español que yo”; “Yo quiero ser español sin necesidad de hacer ciertas cosas, sin ser así”.

Y se muestran felices y contentos porque tienen claro, como dice Portillo, que han ido a la esencia, a las más íntimas entrañas de la novela de Almudena Grandes.

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