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Sevilla cumple la última voluntad de María Jiménez en su cortejo fúnebre

El funeral de la cantante sevillana se convierte en una exhibición de fervor popular

Cortejo fúnebre de Maria Jimenez por el puente de Triana.Foto: ALEJANDRO RUESGA | Vídeo: EPV
Amalia Bulnes

María Jiménez sabría seguramente a qué se refería cuando expresó como último deseo que su féretro fuera conducido hasta su barrio natal, Triana, en la ciudad de Sevilla, camino de su funeral en la iglesia de Santa Ana, la conocida como Catedral Chica, levantada en el siglo XIV sobre el arrabal que más flamencura haya aportado al panorama artístico de este país.

Tendría bien esbozadas las imágenes de su cortejo fúnebre tirado por caballos blancos en medio de la muchedumbre, como parte consustancial que fue la artista de esta geografía de los excesos que es a veces la baja Andalucía, habituada a las exhibiciones de fervor, en las que el dolor se confunde con la fiesta y no hay hueco para las medias tintas.

María Jiménez, sin duda, sabía de lo que hablaba cuando expresó su última voluntad y Sevilla respondió este viernes a la despedida de la artista cumpliendo al milímetro lo que había deseado.

Miles de personas, de todas las edades y condición, la mayoría vecinos de la ciudad pero también turistas salpicados entre la muchedumbre atraídos por el color del evento, respondieron a la llamada de María Jiménez.

La comitiva, presidida por el alcalde de la ciudad, José Luis Sanz (PP), partió del céntrico Ayuntamiento de Sevilla ―donde había estado instalada la capilla ardiente― a las 10.45 horas de este viernes hacia la otra orilla del río Guadalquivir, y durante el trayecto se fueron sumando sevillanos por centenas a cada paso, con imágenes impactantes ―que recordaban a otras estampas propias de la Semana Santa o la romería de El Rocío― a su paso por el Puente de Triana, estallando el clímax cuando el cortejo alcanzó el barrio.

“La estábamos esperando desde ayer, María era una trianera única, ha llevado al barrio por bandera siempre y no podíamos faltar”, comenta Rosa, 56 años, divorciada: “No sabes cuántas veces he cantado yo Se acabó, reconoce entre risas. Efectivamente, el barrio presentaba un aspecto festivo, también propio de la idiosincrasia de la ciudad, con las lágrimas confundidas con las palmas a compás y los olés que estallaban al paso del féretro.

Recordaban los mayores del lugar otros acontecimientos de similar respuesta popular que hace decenios que no se vivían en la ciudad, como pudieron ser los entierros de Joselito El Gallo en 1920 o el de Paquirri en 1985. Eran tiempos en los que los artistas y toreros encarnaban esa raza única resultante de la mezcla de orígenes humildes con la gloria del éxito. Ahí encajaba perfectamente María Jiménez.

Ya en el interior de la iglesia de Santa Ana ―no cabía un alfiler―, el pueblo se confundió con la aristocracia: la presencia de la duquesa Eugenia Martínez de Irujo, con su hija Cayetana; el productor musical Narcís Rebollo, el torero Francisco Rivera, el cantante Manuel Lombo y otros artistas de la escena local completaron una estampa de un tópico que tiene todo de verdad. La misa se ofició entre canciones, en un emocionante homenaje en el que se interpretó desde Por el bulevar de los sueños rotos, de Joaquín Sabina ―mucho hay del dolor de Chavela Vargas en María Jiménez― a las sevillanas y los fandangos más populares, finalizando con la interpretación de la Salve Rociera, que fue cantada espontáneamente y al unísono por todos los presentes. Los hermanos Alpresa, muy amigos de María Jiménez, fueron los encargados de cantar y tocar durante la ceremonia.

Igualmente multitudinaria fue la salida del templo hacia el cementerio de San Fernando, pasando por la celebérrima calle de Betis, donde creció la cantante. Los restos de María Jiménez alcanzaron el camposanto cerca de las dos de la tarde, bajo un calor agosteño que no impidió la compañía de centenares de personas. Allí ha sido enterrada en el panteón familiar junto a su hija Rocío, fallecida en un accidente de tráfico cuando tenía 16 años. Ha sido el último gran paseo de María Jiménez por las calles de Sevilla.


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