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Del grito de Laurencia en ‘Fuenteovejuna’ al dolor de Segismundo en ‘La vida es sueño’: Blanca Portillo comenta sus clásicos favoritos

El Festival de Almagro arranca este jueves con la entrega de su premio de honor a la actriz

Blanca Portillo, dando vida a Segismundo en 'La vida es sueño'Foto: MARIANO CIEZA MORENO (EFE) | Vídeo: Centro Documentación Artes Escénicas y Música

El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro inaugura este jueves su 46ª edición entregando a la actriz, directora, gestora cultural y productora Blanca Portillo (Madrid, 60 años) el XXIII Premio Corral de Comedias, el galardón de honor que cada año se otorga a figuras de las artes escénicas en reconocimiento a su carrera. Se lo dan por una trayectoria que ha germinado en los escenarios, “al calor de unos públicos que, año tras año, han podido acreditar la progresiva madurez” de una mujer que navega con rumbo firme por muy diversos territorios de la interpretación.

La muestra almagreña ha recibido en varias ocasiones a esta actriz de la que el esloveno Tomaž Pandur, uno de sus directores fetiche, dijo: “No hay en el mundo mejor actriz para encarnar ‘el nuevo concepto de teatro”, aplicado en muchas ocasiones al teatro clásico, al que logra impregnar de interpretaciones sublimes.

Portillo, que tantas veces ha buceado a lo más profundo de muchos personajes clásicos, selecciona y comenta para EL PAÍS algunos de sus favoritos, que conoce bien porque los ha estudiado o interpretado sobre las tablas.

Laurencia

Laurencia es el personaje principal de Fuenteovejuna, drama de honor de Lope de Vega escrito en 1619. Hija de Esteban, un campesino, es una virtuosa labradora y pastora que no se deja humillar, pero a la que el poderoso comendador ultraja y viola. Es un papel que Blanca Portillo estudió mucho durante su etapa de formación en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) y lo preparó a fondo para una producción que no se llegó a estrenar.

Comenta la actriz sobre Laurencia: “La mujer violada ante los ojos del padre, del pueblo entero… Alza la voz contra los hombres y su cobardía. Es un grito desgarrador de mujer que se rebela contra la violencia que sobre ellas se ejerce. Las palabras de su monólogo en Fuenteovejuna resuenan hoy día con dolorosa actualidad”.

Blanca Portillo, en el papel de Segismundo.
Blanca Portillo, en el papel de Segismundo.

Segismundo

Portillo también ha sido Segismundo, el hijo del rey Basilio y protagonista de la obra calderoniana más conocida y estudiada, La vida es sueño, escrita en 1635. Fue en un montaje dirigido por Helena Pimenta de 2012 y la actriz dejó anonadados a los espectadores. En la obra el dramaturgo cuestiona a través del joven príncipe el sentido de la vida como ya hicieron Platón y Plinio. Todos consideran que el mayor pecado cometido es haber nacido. Debido a creencias supersticiosas de su padre, Segismundo vive secuestrado, encerrado por el rey y sumido en una permanente búsqueda de la identidad. Es una mezcla de hombre y fiera, que vive entre la civilización y el mundo salvaje, entre la libertad y el determinismo, entre la sinrazón y la reflexión

La actriz lo define así: “Para mí, Segismundo representa el ideal de gobernante. Condenado a vivir aislado, sin posibilidad de vivir en sociedad, pasa de ser una fiera llena de odio, de dolor, de soberbia, de rencor, a ser un gobernante respetuoso, tolerante, generoso y empático. El hombre se convierte en ciudadano”.

Diana

Protagonista luminosa de El perro del hortelano, divertida comedia palatina de 1618 de Lope de Vega, Diana no es una damisela sumisa ni obediente, no tiene padre ni hermano a los que someterse. Es un prototipo femenino muy alejado de los que abordaban los dramaturgos en el barroco español. De ahí que se la muestre como una caprichosa con modales autoritarios, un tanto arbitrarios, pero dueña y señora de sí misma. Portillo ha estudiado especialmente este personaje: lo interpretó en un montaje de la RESAD y después cuando hizo el papel de su acompañante Dorotea en la versión cinematográfica dirigida por Pilar Miró.

Para Portillo, “Diana representa a la mujer sometida por las presiones de su estatus social. Como persona perteneciente a la nobleza, le está vedado unir su vida a un plebeyo. Aunque estas cosas, en principio, ya no suceden y las mujeres podemos elegir libremente con quien compartir nuestra vida, creo que esas presiones sociales siguen existiendo. Diana se debate entre el amor y el deber. Aunque sea una comedia, deja muy claro que el mundo se construye más sobre las limitaciones sociales que sobre los sentimientos”.

Blanca Portillo, en primer plano, en el papel de Semíramis en 'La hija del aire', dirigida por Jorge Lavelli.
Blanca Portillo, en primer plano, en el papel de Semíramis en 'La hija del aire', dirigida por Jorge Lavelli.TEATRO ESPAÑOL

Semíramis

La contradictoria protagonista de La hija del aire, drama histórico de Calderón de la Barca, supuso uno de los grandes éxitos de Blanca Portillo en 2004, en el luminoso montaje del director Jorge Lavelli, quien quiso que la actriz se desdoblara en dos personajes, la reina de Asiria y su hijo. De nuevo en Calderón encontramos una delgada línea entre la realidad y la ficción, lo salvaje y lo palaciego, lo verdadero y el engaño, lo poético y lo fantástico... con muchos paralelismos con el teatro shakespeariano y con el propio teatro calderoniano, dejando claro que rescata el dolor, el amor y la emoción como conducta de la historia.

“Es el reverso de Segismundo. Tras su encierro, se convierte en la gran reina de Babilonia. Es difícilmente aceptada como gobernante, acusada de asesinar a su esposo. El pueblo pide que sea su hijo quien gobierne, desean arrebatarle el trono y ella hará cuanto esté en su mano para evitarlo. Incluso encerrar a su propio hijo. Una mujer a la que se le impide ostentar el poder. Aunque sus actos la convierten en una tirana, lo destacable es cómo el sistema siempre considera sospechosa a una mujer con poder”, comenta Portillo.

Don Juan Tenorio

Una de las incursiones de Blanca Portillo en el campo de la dirección fue Don Juan Tenorio, de Zorrilla, texto publicado y estrenado en 1844 como drama religioso fantástico y romántico. En su montaje, estrenado en 2014, Portillo diseccionó sin miramientos y con un certero psicoanálisis, como sólo una mujer podía hacerlo, a este prototipo de estafador sentimental, cuyo origen lo encontramos en El burlador de Sevilla y convidado de piedra, atribuida a Tirso de Molina. Una obra de la que han emanado cientos de versiones teatrales y narrativas, y estudios, algunos de destacados autores, ya que su influencia rompió fronteras sobre todo a lo largo de los siglos XIX y XX.

Esto opina Portillo de Don Juan Tenorio: “Para mí, un personaje detestable que representa la masculinidad mal entendida, el machismo, el poder de los hombres sobre las mujeres. Es la quintaesencia del macho violento”.

José Luis García Pérez, en el papel de Don Juan Tenorio, en el montaje dirigido por Blanca Portillo.
José Luis García Pérez, en el papel de Don Juan Tenorio, en el montaje dirigido por Blanca Portillo.ceferino lópez

Hamlet

El Hamlet que Portillo estrenó en 2009 bajo la dirección de Tomaž Pandur fue electrizante. Su interpretación del monólogo central de la obra más conocida de Shakespeare, escrita en 1603, completamente desnuda, es recordado como uno de los hitos teatrales de la historia del teatro español contemporáneo. El príncipe de Dinamarca, sobrino del usurpador Claudio e hijo del rey Hamlet, el anterior rey de Dinamarca, lucha permanentemente para vengar el asesinato de su padre, dejándose su propia cordura en el camino.

Para la actriz, Hamlet “quizá represente la inseguridad… El miedo a ser, a la responsabilidad de existir… La duda existencial. Esa tendencia que tenemos a pensar que todo se escapa de nuestras manos cuando, en realidad, somos los únicos responsables de nuestros actos y nuestras decisiones. El miedo del ser humano a asumir la responsabilidad de ser”.

Blanca Portillo, en una escena de 'Hamlet', de William Shakespeare, con versión y dirección de Tomaž Pandur.
Blanca Portillo, en una escena de 'Hamlet', de William Shakespeare, con versión y dirección de Tomaž Pandur.

Beatriz

No hay burlas con el amor es una divertida comedia calderoniana de 1682, en la que se suceden los amoríos, los engaños, los celos y donde la burla es el eje central de la obra. Pero también es una clara defensa de la educación igualitaria para hombres y mujeres, algo realmente excepcional en aquel tiempo. Blanca Portillo interpretó a uno de sus personajes Beatriz, en un montaje de 1998 dirigido por Denis Rafter: una mujer culta y una suerte de guardiana de la moral y la virtud, ya que parece que desprecia y aborrece a los hombres. Pero don Alonso, joven calavera que toma el amor y las mujeres como un frívolo juego de diversión, pone los ojos en ella.

Para Portillo, Beatriz representa “la mujer que estudia, que lee, que se cultiva… y por ello, parece que el amor le está vedado. ¡Como si para amar la mujer debiera ser tonta! Beatriz es una bachillera que se enamora y el amor solo viene a traerle una nueva visión del mundo, sin renunciar a ser lo que es”.

La marquesa de Merteuil

Portillo fue la marquesa de Merteuil en Barroco, título que Tomaž Pandur dio a la versión escénica que hizo en 2008 de Las amistades peligrosas, obra de Pierre Chordelos de Laclos de 1782. La actriz compuso un personaje vibrante, en permanente enfrentamiento sensual, intelectual, perverso y erótico con el vizconde Valmont (Asier Etxeandia), convirtiendo el espectáculo en una pieza de teatro danzado o de danza teatralizada.

Así lo recuerda la actriz: “Cuando el amor se convierte en una competición, la destrucción está asegurada. Esta pareja parece complementarse perfectamente, puesto que ambos utilizan sus armas para seducir a diestro y siniestro. Pero la competencia que existe entre ellos solo desemboca en soledad y muerte. Hombres y mujeres compitiendo… ¡Un desastre!”.

Blanca Portillo y Asier Etxeandia en 'Barroco', dirigida por Tomaž Pandur.
Blanca Portillo y Asier Etxeandia en 'Barroco', dirigida por Tomaž Pandur.

Almagro: meca del Siglo de Oro español

El Festival Internacional de Teatro Clásico, hoy convertido en el más importante en su género en Europa, tuvo un germen que aún hoy da frutos. Todo empezó con unos encuentros entre profesionales, investigadores y estudiosos del teatro barroco, allá por los años setenta del pasado siglo. Eran las Jornadas de Teatro Clásico de Almagro, que ahora se celebran por iniciativa de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Ese fue el embrión de un festival que comenzó con unos pocos espectáculos como complemento a las Jornadas. Ahora se podría decir que las Jornadas son complemento de la muestra.  

Este año las Jornadas reúnen a importantes profesionales de la escena que han transitado en numerosas ocasiones por textos del siglo XVII y XVIII, como Eduardo Vasco, Helena Pimenta, Laila Ripoll, Lluís Homar o Manuel Canseco. Todos ellos compartirán con referentes del entorno académico sus reflexiones en torno a la revisión de los clásicos del Siglo de Oro y cómo se abordan en este siglo XXI. Una cita imprescindible en el certamen más relevante del mundo en su ámbito específico y que este año reflexionará acerca del porqué algunas obras se representan con asiduidad, mientras que otras apenas aparecen en la oferta escénica de los últimos años, a pesar de que gozaron de éxito y popularidad en el siglo XIX y principios del XX.

La muestra almagreña, que se celebrará entre el 29 de junio y el 23 de julio, cuenta este año con nueva dirección. La gestora cultural Irene Pardo ha tomado el relevo a Ignacio García, y de entrada quiere abordar su trabajo “invocando la alegría, el pensamiento, la imaginación… Crucemos los límites de lo convencional y aventurémonos a recorrer caminos secundarios”.

Almagro, además de un buen puñado de estrenos, convoca una vez más los últimos espectáculos de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, montajes de danza, mucha presencia de músicas relacionadas con el Renacimiento y el Barroco, entregas de diferentes premios, presentaciones de libros, una ficción sonora que se ofrecerá tal y como se hace en la radio, diferentes actividades en el Museo Nacional de Teatro y varios espectáculos que ahondan no solo en un autor, sino en diferentes textos de autores aúreos, a veces abordados desde una misma temática.


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