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James Mangold, director del último ‘Indiana Jones’: “Esta película es la exploración poética de la huella del tiempo en la vida”

El cineasta, experto en cine comercial adulto de calidad, es el encargado de cerrar cuatro décadas de aventuras del arqueólogo más famoso de la historia del cine

James Mangold y Harrison Ford, en mayo en Cannes, en la presentación de 'Indiana Jones y el dial del destino'.Foto: Pascal Le Segretain (Getty Images)
Gregorio Belinchón

La voz de James Mangold resuena por su gravedad con firmeza y convencimiento. Su aspecto, de alumno atildado, emana tranquilidad. Al neoyorquino le ha tocado cerrar la historia de Indiana Jones en el cine, pero él ya había vivido este proceso —en menor escala, cierto— con Lobezno en Lobezno inmortal y Logan. “Soy el culpable, sí”, ríe. “Pero nunca me había planteado hacerlo con Indiana, obviamente”, contaba ante un grupo de periodistas el pasado mayo en el festival de Cannes, donde se estrenó Indiana Jones y el dial del destino antes de su lanzamiento en salas comerciales: este próximo miércoles 28 llega a cines españoles el final de la saga de Indy, al menos tal y como la conocemos.

El nombre de Mangold no salió ni de Steven Spielberg —que siempre ha considerado como suya esta saga, la más personal— ni de George Lucas (creador del personaje) ni de Kathleen Kennedy (presidenta de Lucasfilm), sino del mismo Harrison Ford. El director ayudó en el rodaje adicional de algunas tomas de La llamada de lo salvaje en otoño de 2019. La secuencia inicial de Indiana Jones 5 ya estaba escrita, y a Ford le ponía nervioso su obligado rejuvenecimiento digital (el prólogo transcurre al final de la Segunda Guerra Mundial). No por el proceso técnico, sino porque ¿quién querría ver mayor a Ford en el resto del metraje?

Aquella conversación entre director y actor con dudas no se ha hecho pública (ni quieren desvelarla), pero tiempo después, cuando Spielberg decidió que él no dirigiría el último capítulo de la saga del arqueólogo aventurero, Ford propuso a Mangold, un director con criterio comercial, capaz de trabajar con estrellas a resucitar (Stallone en Copland), levantar filmes de cualquier género —biopics musicales (En la cuerda floja), wésterns (El tren de las 3:10), dramas (Inocencia interrumpida), adaptaciones de cómics o acción (Noche y día)— y que en Le Mans’66 hizo fascinante una historia sobre la ambición de la empresa automovilística Ford por ganar la mítica carrera francesa. A sus 59 años Mangold es sinónimo de cine de adulto de calidad. Y de saber respetar al público.

En ese respeto, también entra su relación con Spielberg. “Mi primer encuentro con él fue en su despacho en Amblin [la compañía productora del director de E. T., el extraterrestre]. Hablamos de la estructura de la película, de algunas ideas en bruto que yo tenía... Pensaba, y pienso, que la única manera de hacer una quinta película pasaba por el hecho de no regatear el tema del envejecimiento del héroe. Me parece ridículo como en el mundo actual pretendemos ser el mismo chico que hace décadas. Puede que en el cine a veces funcione, pero entonces se equivocaban conmigo como director, y además eso era justo lo que yo quería explorar en el guion y enfrentar a la audiencia con ese hecho: Indy es viejo”, cuenta con su tono templado. Como ejemplo de respeto, Mangold nunca le preguntó a Spielberg por qué no escribía y dirigía él el capítulo final. “¿Para qué?”.

Phoebe Waller-Bridge y Harrison Ford, en 'Indiana Jones y el dial del destino'
Phoebe Waller-Bridge y Harrison Ford, en 'Indiana Jones y el dial del destino'

Preguntado por Ford, Mangold no duda: “Le amo. Fue una inspiración para el resto del reparto durante el rodaje, dejando de lado todo lo que significa que Harrison sea una leyenda. Harrison es un actor en el mejor sentido de la palabra. Y este factor es muy importante para entender que del puñado de estrellas que ha habido a su altura durante estas décadas, y por puñado subrayo que han sido pocas, él se ha mantenido porque es un intérprete. Ha sabido explorar mundos distintos, dar matices a sus personajes”. Lo que lleva a la siguiente cuestión: ¿puede continuar una serie como Indiana Jones sin Ford? “¿Cómo podría ser? El nombre de la saga es Indiana Jones, no Star Wars: literalmente no hay nada sin Indiana. Pero esta es mi opinión”. Y de manera diplomática, Mangold se cubre las espaldas: es un cineasta contratado, con voz y voto solo para esta entrega.

Con todo, él mismo ha señalado el camino: Mangold y los hermanos Butterworth (John-Henry y Jezz), sus coguionistas habituales, escribieron el personaje de Helena, la ahijada de Indy, y dinamizadora de la acción en esta película, para Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) y con la referencia de Barbara Stanwyck en Las tres noches de Eva. Solo y exclusivamente. ”Es alguien encantador que a la vez podría destruirte. Esos personajes magnéticos y a la vez egoístas siempre han existido, y maravillado, en el cine. Fijaos en Han Solo”. ¿Podría seguir a través de Helena el universo Jones? “A mí no me compete”, gambetea el cineasta.

James Mangold y Harrison Ford charlan en el rodaje de 'Indiana Jones y el dial del destino'.
James Mangold y Harrison Ford charlan en el rodaje de 'Indiana Jones y el dial del destino'.Lucasfilm

Mangold no se mete en jaleos: tiene en desarrollo una película sobre La cosa del pantano para DC y otra para Star Wars. Antes espera dirigir (si las huelgas en el audiovisual se lo permiten) A Complete Unknown, una aproximación a Bob Dylan con Timothée Chalamet como protagonista. “Me gusta que hablemos de motivaciones, del guion, de ideas y esperanzas, pero al final del viaje, ¿qué motiva al público a ir a una sala?”, reflexiona el director. Y con una gran sonrisa, se autorresponde: “Las estrellas de cine. Y no puedes ignorarlo”. ¿No le asusta trabajar en franquicias? “Lo que me alarma es su idea de que seas un capítulo más que lleva a otro, una cadena de explotación que no respete la magia de contar historias”. ¿Cómo encara eso? “Como director, eres como un jugador en un casino. Apuestas y mientes ante las expectativas de los productores. Haces tu jugada, y si cuela, cuela”.

A lo largo de las cinco entregas de las aventuras del arqueólogo (han pasado 42 años entre la primera y la última), el tiempo ha sido un motor narrativo: por la misma esencia del trabajo de Jones, es decir, la búsqueda de piezas antiguas, como por su continua reflexión sobre la inmortalidad y la futilidad del ser humano. “Desde aquella primera reunión concebimos que el tiempo marcaría la trama, que en el filme estaría la percepción de que los errores del pasado cimentan las acciones del presente”, apunta Mangold. De ahí que sea coherente que el macguffin de Indiana Jones 5 sea la anticitera de Arquímedes, una computadora construida supuestamente por el sabio griego y que ahora ha devenido en pantalla en una máquina del tiempo. “Y a eso le sumamos otro concepto: la película se adentra en una época más turbia. El ser humano acaba de hollar la Luna, pero aún existen nazis en 1969. Retorcemos la idea: los nazis no están en el otro bando, ya no hay buenos y malos, como al inicio de este filme y como siempre pasó en las entregas precedentes. Ahora hay un mundo de grises, de matices, de armas nucleares, rock y realpolitik. ¿Quién es ahora de verdad el enemigo? Triunfa la confusión, la inestabilidad, los hechos contradictorios”, desgrana Mangold. “Y ahí soltamos a Indiana Jones, un tipo que siempre fue turbio, capaz de las mayores hazañas sin abandonar su habitual cobardía. Tan inteligente como estúpido, tan ególatra como celoso. Un profesor universitario ¿con fedora y látigo? Por eso funciona: porque el público le siente humano. Indiana puede fallar, camina por la contradicción. Y eso es la vida, ¿no? Este Indiana Jones es la exploración poética de la huella del tiempo en la vida”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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