Nino Bravo, el poder de una voz inmortal
Himnos como ‘Libre’ o ‘Un beso y una flor’ no dejan de sonar 50 años después de la temprana muerte de un cantante convertido en mito, cuya vida y obra se rememoran ahora en su tierra, Valencia
“Los años más felices de mi vida pasaron escuchando sus canciones”. “Si mi hija se llama Noelia fue por su canción”. “Una voz única”. Las dedicatorias del libro de visitantes (de Argentina, de Colombia, de Tarragona...) del museo dedicado a Nino Bravo en su pueblo natal, Aielo de Malferit, reflejan el éxito internacional de un cantante que, en realidad, apenas estuvo un trienio en la cresta de la ola discográfica. Un accidente de tráfico segó su vida con 28 años. Pero en ese corto periodo, entre 1969 y 1973, le dio tiempo de inmortalizar al menos cinco temas que fueron número 1 en España y Latinoamérica, además de dejar un recuerdo indeleble gracias a su portentosa voz y a su personalidad cercana.
“Mi padre tenía las cosas muy claras para lo joven que era. Tuvo tres años de éxito a todo tren, trabajaba con mucha intensidad, pero al mismo tiempo le gustaba estar con su familia. Era muy cercano y divertido en las distancias cortas, aunque pudiera no parecerlo. Todo eso me lo ha contado mi madre, claro”, explica Eva Ferri, hija de Luis Manuel Ferri Llopis, más conocido como Nino Bravo. Ella nació poco después de la muerte del cantante valenciano el 16 de abril en la carretera Nacional III, camino de Madrid, a la altura de Villarrubio.
“Toda nuestra vida ha estado marcada por la ausencia de nuestro padre y por su carrera artística. Me impresiona cómo la gente lo sigue queriendo, te habla de su vida en relación con canciones como Te quiero, te quiero, Noelia, América, Libre, Cartas amarillas... Se siguen emocionando y yo también, son canciones que forman parte de sus vidas”, añade una de las dos hijas del artista valenciano (la madre no quiere salir en los medios de comunicación). Cantante aficionada, Eva interpretó el tema Vuelve con su padre, al que nunca conoció, en un dueto virtual en un disco de homenaje de 1997.
De las 61 canciones que componen el repertorio de Nino (en una aparece también como compositor), tal vez su favorita es Vivir. “Como murió muy joven, nos ha quedado esa sensación de que nos falta algo, pero al mismo tiempo con una desaparición tan repentina todo es bueno. Creo que era un hombre muy sereno, que transmitía elegancia. Se habla mucho de su chorro de voz, que es indiscutible, pero hacía lo que quería con su voz, subía y bajaba. Todo el mundo ve su potencia vocal, pero es muy difícil cantar como lo hace. Cómo cambiaba en una frase, cómo vocalizaba, se le entendía todo”, comenta por teléfono desde Valencia.
Eva participó este sábado, junto a su hermana Amparo, en el inicio del museo de las actividades del Año Nino Bravo, declarado por las Cortes valencianas y aprobado por unanimidad. No hay polarización política con un mito popular que mantiene varios temas entre los más solicitados en castellano en los karaokes, como confirman diversas clasificaciones y Carlos Serra, encargado de Lost, sala especializada en Valencia. Un beso y una flor, Noelia y Libre son las más reclamadas y reproducidas. Son muchas las versiones de sus canciones interpretadas por Luis Miguel, Seguridad Social o Rosario Flores.
“Si me basara en el número de reproducciones en Spotify su canción más popular es Un beso y una flor, con casi 68 millones, y después Libre, con 24 millones”, apunta Darío Ledesma, autor de la biografía más completa (y autorizada) sobre el cantante, Nino Bravo. Voz y corazón (editorial Milenio). Empezó a coleccionar recortes de publicaciones, discos, portadas, fotos, material que con los años volcó en una página web, hoy la oficial. “La respuesta fue tremenda, se interesó mucha gente, de Latinoamérica, de España, su bajista, Vicente López”, explica. Se convirtió en la página oficial del intérprete que ha vendido unos 14 millones de discos. Universal, la discográfica de Nino, no ha desvelado de momento ningún proyecto nuevo con motivo del 50º aniversario de la muerte del cantante.
El biógrafo desmiente con datos y testimonios la leyenda de que Libre fuera escrita por los reputados compositores Pablo Herrero y José Luis Armenteros como un homenaje a Peter Fechter, un joven que murió al intentar saltar el muro de Berlín. “Nino nunca hizo referencia de esa historia a sus músicos ni a nadie. Y Herrero, que había viajado a Francia y otros países, vio todo lo que pasaba y que en España la juventud necesitaba un despertar”, señala. Por su parte, Armenteros manifestó que la España de Franco era suficiente para reclamar libertad. La canción fue un himno de liberación para los presos de la dictadura de Pinochet, cuyo ejército también intentó apropiársela.
Nino no se significó políticamente. Fue un autodidacto que se empapó sobre todo de la música que escuchaba en la radio de la época. “Manolo Caracol, Lola Flores; le gustaba el cante jondo, las demostraciones de voz. Era una esponja. Vio varias veces la película Esa es una mina, con Antonio Molina. Le gustaban Domenico Modugno y Frank Sinatra y tuvo un pasado roquero con su grupo Los Superson”, cuenta el biógrafo. Entre sus proyectos en mente, le estaba dando vueltas a grabar canciones en valenciano y del folklore de su tierra. También tenía la idea de montar una curiosa discoteca dedicada a Julio Verne, con salas que recreaban los libros del autor que le gustaban. “Y quería montar un estudio de grabación en Valencia. Le molestaba que los cantantes tuvieran que ir a grabar a Madrid”, añade Ledesma.
Los cantantes melódicos y muy populares, como Nino o Camilo Sesto (otra voz portentosa que nació en la cercana Alcoi, a 35 kilómetros de Aielo), fueron menospreciados en los ochenta por parte de la crítica. “Éramos roqueros y los melódicos eran el enemigo. Con sus trajes y sus corbatas...”, comenta el veterano crítico Diego A. Manrique. “Fuimos injustos, teníamos prejuicios. No les prestábamos la suficiente atención. Nino no solo tenía una gran voz, hacía cosas interesantes. Además, no tuvo ninguna mancha, ningún pecado, como otros, porque lamentablemente murió muy joven, y en la carretera, como muchos músicos”, sostiene el periodista.
Nino es Dios en Aielo, donde nació en 1944. Aunque se mudó muy pronto con su familia a Valencia, que le dedicó una calle y le nombrará hijo adoptivo, nunca perdió la relación con su pueblo. Se compró un chalé al poco de cosechar sus primeros éxitos. “Ahora tendría mi edad”, comenta un octogenario en el bar March de Aielo, de 4.650 habitantes, a casi 80 kilómetros de Valencia. “Claro que lo conocimos, y a su familia. Cuando venía nos cantaba flamenco”, apunta otro de la misma quinta. “Yo soy familia”, apostilla un tercero. Todos los parroquianos se aprestan a contar la suya y a juntarse en torno a una vieja fotografía en la que aparece un flaco y tímido adolescente Nino Bravo con sus padres en ese mismo bar.
“Cuando venía, todos los chiquillos corríamos detrás de él”, recuerda el alcalde, Juanra Espí, en el museo municipal del cantante. Trajes ceñidos, pantalones acampanados, chaquetas de terciopelo, camisas de enormes cuellos, un cinturón con sus iniciales NB, discos, actuaciones, premios, fotografías, una portada de la frustrada exclusiva de su boda... El museo, con cerca de 4.000 visitas al año, es un pequeño paraíso para el fan o aficionado setentero que ahora se ampliará con más fondos cedidos por la familia y ayudas de la Generalitat. El Año Nino Bravo promueve también un sello conmemorativo. Y la familia ha descubierto un corto musical en color de 1971 con tres videoclips para su emisión en una televisión argentina que la Filmoteca de València ha digitalizado.
Babelia
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