‘Los renglones torcidos de Dios’: irresistible inyección de locura basada en la famosa novela del tardofranquismo
Con buenas interpretaciones, una meritoria elección de actores y un estupendo entretenimiento, la película de Oriol Paulo es fiel al libro
El ambicioso periodista de ficción Johnny Barrett, protagonista de la furiosa película de Sam Fuller Corredor sin retorno (1963), ingresó en un psiquiátrico haciéndose pasar por loco con el fin de investigar un asesinato cometido en el centro, salir de allí con toda la información, escribirla en su periódico y ganar con ello el premio Pulitzer. Barrett nunca ganó el galardón. De hecho, nunca salió del hospital, convertido en un desecho físico y en un demente auténtico.
Década y media después, simulando también una demencia, pero esta vez en la vida real, el periodista y escritor español Torcuato Luca de Tena ingresó voluntariamente en un manicomio con 800 enfermos, de incógnito y con nombre supuesto. Estuvo 18 días y salió de allí con la semilla de un best seller: Los renglones torcidos de Dios, publicado en 1979 y convertido casi de inmediato en el libro que ocupaba las estanterías de cualquier hogar español de la época.
Documentada tanto en el plano teórico como en el práctico, con una irresistible capacidad para el entretenimiento, pero también para la confrontación con uno mismo, para el retrato de la inteligencia de la mujer protagonista y para la descripción de las distintas modalidades de la paranoia, del yo, de las patologías y de la personalidad de un puñado de fascinantes personajes secundarios, habitantes de la esquina más recóndita y áspera de la sociedad y de la mente del ser humano (esos renglones torcidos de la creación de Dios), la novela de Luca de Tena tenía también suficientes ingredientes rayanos con la extravagancia como para no acabar de tomársela del todo en serio.
Quizá por esto último no parece extraño que el director español que ha aceptado poner en imágenes la odisea mental labrada por Luca de Tena sea Oriol Paulo. El relato de la mujer que, según ella, era una investigadora privada ingresada en el psiquiátrico con el fin de investigar un supuesto crimen, y según su marido y sus médicos, una peligrosa e inteligentísima paranoica, con una rara habilidad para mentir con total coherencia y congruencia, que había intentado por dos veces envenenar a su esposo, le viene como el tornillo a la tuerca al creador de películas como Contratiempo (2016), Durante la tormenta (2018) y la serie El inocente (2021). Productos de aspiraciones hitchcockianas, grandilocuentes, de marcada inverosimilitud y casi delirantes, que con el tiempo ha ido ajustando desde sus fuegos artificiales iniciales a una lógica del espectáculo mucho más atractiva. Los renglones torcidos de Dios es, pese a sus evidentes ambiciones comerciales, su película más austera (si es que esa palabra se puede aplicar a Paulo) y más controlada en la puesta en escena. Lejos, por ejemplo, del carrusel de grandes angulares, planos inclinados y efectos visuales y de sonido de Martin Scorsese en un título de trama y esencias similares: Shutter Island.
Con buenas interpretaciones, una meritoria elección de actores para lo que Luca de Tena llama en su novela “demenciados”, y un estupendo entretenimiento a lo largo de sus dos horas y media de metraje, la película de Paulo es fiel a la novela, aun cambiando la literalidad de su final, que no su sentido. Con su vehemencia habitual, el director catalán ha podado bien el relato, lo ha enmarcado en un escenario espectacular e incluso le ha añadido sugerencias con un flash forward inicial (el incendio) que al principio despista, pero que luego encaja a la perfección en el espíritu enajenado de una película sin ínfulas sociales ni psicológicas, más policial y de intriga que la novela, pero igual de irresistible en cuanto a la diversión.
LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS
Dirección: Oriol Paulo.
Intérpretes: Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Loreto Mauleón, Javier Beltrán.
Género: thriller. España, 2022.
Duración: 154 minutos.
Estreno: 6 de octubre.
Babelia
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