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Los misterios sumergidos de Cosquer salen a la superficie

Francia presentará en 2022 una réplica de los tesoros de arte rupestre de la cueva submarina. Su recreación, todo un reto tecnológico, se lleva a cabo en varios talleres

Gilles Tosello trabaja sobre la réplica de un tramo de la cueva de Cosquer que se instalará en el nuevo proyecto. Reproduce el 'Panel del felino', en el que se representan los dos ojos del animal, algo inusual en el arte prehistórico. En vídeo, reproducción de la cueva.Vídeo: Carole Fritz
Silvia Ayuso

A veces, lo que parece un trazo tosco esconde muchas más complicaciones que la más refinada de las técnicas pictóricas. Es lo que sucede con la creación de réplicas de cuevas prehistóricas para que el público pueda acceder a esas misteriosas obras del pasado sin poner en riesgo su conservación. El taller en las afueras de Toulouse donde se reproducen las pinturas rupestres de la gruta sumergida de Cosquer, cuya réplica se inaugurará en Marsella el año que viene, es una muestra de la gran complejidad que implica un proyecto así, de los que existen solo contados precedentes en el mundo, como los de Lascaux, también en Francia, o Altamira en España. Materias primas usadas hace decenas de miles de años se entremezclan en estas oficinas donde reina un caos controlado con las últimas tecnologías creadas por el ser humano. Todo ello con un único fin: conseguir que el ciudadano del siglo XXI vea, y sobre todo sienta, lo que su ancestro el homo sapiens veía y sentía cuando, hace unos 30.000 años, se vio impelido a retratar su mundo en las paredes de oscuras y húmedas cavernas.

Algunos en su equipo lo llaman “mago”. Sonriente, Gilles Tosello dice que prefiere considerarse un “artista de las cavernas”. De las fuertes pero delicadas manos de este licenciado en artes gráficas y doctor en prehistoria francés de 64 años han salido facsímiles como el famoso panel de los leones de la cueva de Chauvet, cuyas espectaculares pinturas originales fueron realizadas poco después de la llegada de los homo sapiens al continente europeo, hace unos 36.000 años. Su nuevo proyecto es, si cabe, más desafiante aún: reproducir, junto a un reducido equipo, las más de 500 pinturas y grabados de Cosquer, donde se han establecido al menos dos periodos, hace 33.000 y hace 19.000 años.

Tosello lleva ya varios meses reproduciendo bisontes o caballos, como ya hizo en Chauvet. Pero también se enfrenta ahora al reto de hacer de “copista” de representaciones rupestres mucho más inusuales, como los pingüinos, focas o hasta medusas que decoran la gruta original de Cosquer, parcialmente sumergida —la subida del nivel del agua por el cambio climático amenaza su futuro— y de acceso casi imposible, donde también se han hallado huellas de manos y hasta representaciones de símbolos sexuales.

Proyecto de la réplica de la cueva de Cosquer.
Proyecto de la réplica de la cueva de Cosquer.Kléber Rossillon

Para Tosello, el momento más mágico de un proceso a veces “fastidioso” es cuando el conjunto empieza a “bascular” y nace lo que llama la “credibilidad de la roca”, en la que las representaciones realizadas sobre un panel de resina se podrían confundir con las auténticas.

Y aunque solo se siente satisfecho cuando, como le sucedió en Chauvet, un visitante le dice que ha logrado transmitir el “alma” de la pintura rupestre, asegura que para llegar hasta ahí es importante “dejar de lado la emoción”. “No hay que intentar meterse en la piel del pintor prehistórico, porque si no, gana la imaginación. Hay que guardar una cierta distancia para analizarlo todo con más razón que pasión”, advierte este apasionado de la prehistoria que se sintió atraído por “el misterio de lo eterno” del arte rupestre desde que un profesor le llevó a Altamira.

Si el reto de reproducir una cueva prehistórica es ya de por sí enorme, en el caso de Cosquer lo es aún más por una razón: ni Tosello ni ninguno de los muchos responsables de crear la réplica —trabajan en ello otros dos talleres, uno en París y otro en Dordoña— han puesto jamás un pie en Cosquer. La gruta, situada en la calanque (cala) de Triperie, cerca de Cassis, al este de Marsella, fue descubierta por casualidad por el buceador profesional Henri Cosquer en 1985, aunque no la declaró hasta seis años más tarde. Su acceso es casi imposible: la entrada está a 37 metros de profundidad en el mar y para llegar hasta la cueva hay que atravesar un angosto túnel submarino de 175 metros.

El descubridor de la gruta, Henri Cosquer, observa una de las obras originales.
El descubridor de la gruta, Henri Cosquer, observa una de las obras originales.Henri COSQUER (GETTY)

“La gran dificultad para reproducir la cueva es que no podemos ir a verla, así que nos hacía falta un modelo. Por eso la hemos reconstruido virtualmente”, explica Laurent Delbos, jefe de la misión Cosquer de la sociedad Kléber Rossillon, encargada de gestionar la réplica de Cosquer por mandato del gobierno de la región Sur-Provenza-Alpes-Costa Azul, que cofinancia el proyecto de 23 millones de euros. Se calcula que recibirá hasta medio millón de visitantes anuales.

Todo el trabajo reposa sobre las 344 fotografías con láser tomadas por un equipo de especialistas, los únicos que, desde que comenzó el proyecto hace 14 meses, han entrado en la cueva. A partir de estas imágenes de 360 grados se ha reconstruido digitalmente la cueva.

También serán clave para recomponer la obra final. Porque las dificultades continúan. Al contrario que en Altamira o Lascaux, el edificio que alojará la nueva Cosquer, Villa Mediterranée, un moderno edificio situado a la entrada del puerto viejo de Marsella y diseñado por el arquitecto italiano Stefano Boeri, no se ha construido en torno a la réplica, sino que ya existía, por lo que ha habido que adaptar la gruta al espacio disponible, y no al revés. Y este es menor que la cueva original: ello ha obligado a reducir levemente la escala de la reproducción —a 0,96-1 en vez de 1-1— y quitar unos 200 metros cuadrados originales. La “nueva” Cosquer tendrá 1.800 metros cuadrados, cuando la auténtica tiene 3.500.

Para que todo encaje sin perder un ápice de autenticidad, ha habido que dividir virtualmente la gruta original y recomponerla en cinco salas dispuestas de tal manera que encajen en el subsuelo de la Villa Mediterranée, donde el visitante se desplazará sobre unas innovadoras plataformas giratorias por una ruta que simula hasta las partes inundadas de la cueva. Delbos echa mano de un ejemplo gráfico para simplificar un proceso de complejidad extrema. “Es como si tuviéramos que reproducir una casa con habitación, salón y baño”, explica. “Hemos mantenido la habitación, el salón y el baño, pero en vez de poner la habitación al lado del salón, estará junto al baño, porque la configuración del edificio no nos dejaba hacerlo de otra manera”. Este apaño no afectará, subraya, a la fidelidad de la réplica. “Hemos mantenido la integridad de cada sala, pasamos de pieza en pieza como se haría en la gruta original, solo que las piezas no están posicionadas las unas respecto de las otras de la misma manera”, indica.

Tanto Delbos como Tosello confían en que todo encajará y el resultado será tanto o más espectacular que en Chauvet. “Lo importante no es que sea una réplica perfecta, sino que cuando estemos dentro de ella, tengamos la impresión de estar en la cueva auténtica”, subraya Delbos. “Y que se sientan las mismas emociones” como si estuviera bajo el agua en Cosquer, acota Tosello. La prueba de fuego llegará con la inauguración de Cosquer 2, en junio de 2022.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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