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Lídia Jorge, una mirada poética y crítica de la historia reciente de Portugal

La escritora, muy marcada por la literatura hispanoamericana en sus primeras obras, recibe el premio FIL de Literatura 2020

La escritora Lídia Jorge, fotografiada en 2017 en Madrid. / ÁLVARO GARCÍA
La escritora Lídia Jorge, fotografiada en 2017 en Madrid.ÁLVARO GARCÍA

La escritora portuguesa Lídia Jorge (Boliqueime, 74 años) trazó con su primera obra uno de esos “puentes plateados” que Milan Kundera vio “alzarse como un arcoiris por encima del siglo” entre la literatura de América Latina y la de ciertas regiones de Europa. Jorge inició su carrera literaria con O dia dos prodígios (1980), una de sus novelas sobre la Revolución de los Claveles, tras haber leído a autores como Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. “Ellos me dijeron que era totalmente libre de inventar. Leerlos fue un acto de libertad”, cuenta en una llamada telefónica tras conocerse el fallo por el que le ha sido otorgado el premio FIL Guadalajara 2020. “Para mí es una pena que el galardón ya no se llame ‘Juan Rulfo’. Recuerdo vívidamente cuando leí por primera vez Pedro Páramo a los 20 años. Fue una lectura que me marcó mucho”, agrega.

Jorge nació en un pequeño pueblo del Algarve, estudió Filología Románica en la Universidad de Lisboa y trabajó como profesora de secundaria en Angola y Mozambique durante la última parte de las guerras coloniales en África, uno de los momentos más traumáticos en la historia reciente del país. Portugal movilizó entre 850.000 y un millón de soldados de 1961 a 1975. De estos, más de 8.000 murieron y alrededor de 100.000 resultaron heridos. La guerra terminó después de que los portugueses concedieran la soberanía total a las antiguas colonias tras la Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974, que depuso la dictadura salazarista que había gobernado el país durante casi medio siglo.

“Representa una alegría inmensa contribuir para ligar las dos orillas del Atlántico a través de las lenguas romances”, dice la escritora sobre el premio

En la fase inicial de la obra de Jorge la presencia de lo fantástico es clave —en su segunda novela, O cais das merendas (1982), es ya menos marcado y después se hace todavía más borrosa—, y algunos críticos han establecido paralelos entre sus primeras obras y el realismo mágico. Paulo Serra, estudioso de la obra de la escritora, profundiza en ello en la tesis doctoral que defendió en 2013 en la Universidad del Algarve. También lo plantea el crítico Urbano Tavares Rodrigues en un sentido más general que abarca a otros autores: “¿Por qué lo fantástico?”, se pregunta en un fragmento que cita Serra. “En parte, posiblemente, por la irradiación mundial del realismo mágico hispanoamericano. Pero no solo por eso. Una cierta decepción por la Revolución (de los Claveles] perdida, o por la modorra general, el regreso a viejos hábitos y egoísmos, el desvanecerse de las voluntades en el microcosmos intelectual (aunque las luchas sociales y políticas se mantuviesen vivas) habrá determinado en algunos escritores una transmigración a terrenos bañados por la magia, terrenos de la leyenda y de los prodigios, sin huir en ese proceso de la realidad”.

La obra de Jorge va evolucionando después en distintas direcciones y se convierte en una amplia mirada poética y crítica de la historia reciente portuguesa. En La costa de los murmullos (Alfaguara, 1989), su cuarta novela, deconstruye una especie de relato oficial sobre la guerra colonial en Mozambique a partir de una voz femenina que articula relatos personales, íntimos, que cuentan una historia muy diferente.

Una estrategia vagamente similar sigue en otro de los hitos de su narrativa, Os Memoráveis (2014), en la que una joven periodista portuguesa residente en Estados Unidos regresa a su país a filmar un documental sobre la revolución. La propia escritora entrevistó para la novela a personajes como el teniente coronel Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los principales estrategas del 25 de abril, y el capitán Vasco Lourenço, ambos miembros del Movimiento de las Fuerzas Armadas, conformado por un grupo de oficiales jóvenes que lideró el levantamiento.

La historia que surge está lejos de la imagen universal de la que habló García Márquez en una columna de 1983: “La foto de una muchacha poniendo una flor en el cañón del fusil de un soldado amigo no solo dio la vuelta al mundo por su belleza, sino que se impuso de inmediato como un símbolo de una vida nueva”. Lo que trasluce en Os Memoráveis es sobre todo una sensación de decepción de los protagonistas y del país, es un balance de las promesas incumplidas cuatro décadas después de la célebre foto.

“En el exterior se aprecia con más frecuencia como algo positivo. Tal vez porque allí no saben lo que vino después”, señaló sobre la Revolución de los Claveles

La autora explica la diferencia entre las perspectivas sobre esa época dentro y fuera de Portugal en una entrevista que concedió al diario Público tras el lanzamiento del libro: “En el caso concreto de la importancia de nuestra revolución, en el exterior se aprecia con más frecuencia como algo positivo. Tal vez porque allí no saben lo que vino después. No conocen la historia de nuestra democracia, que es una democracia muy imperfecta”.

De un solo vistazo, Jorge da la impresión de tener casi tantos galardones como libros publicados. Entre los más importantes se destacan el Premio Luso-Español de Arte y Cultura que le concedió el Ministerio de Educación de España en 2014, así como el Premio de Ficción del PEN Club de Portugal de 2000 y el Premio Internacional de Literatura de la Fundación Günter Grass de 2006, entre otros. Este año la autora publicó su obra más reciente, Em todos os sentidos, una recopilación de crónicas que escribió el año pasado para un programa de la radio pública portuguesa. En una de ellas, en la que habla sobre la FIL de Guadalajara de 2018, dice lo siguiente: “Es notable que se haya desarrollado allí, delante del océano Pacífico, una especie de meca del libro. No dudo de que lo que más impresiona es percibir que en Guadalajara, como en otros lugares del mundo, el libro continúa teniendo un valor simbólico tan elevado. Transmite a las sociedades el sentimiento de que si se perdiera el valor de los libros se perdería el rostro de nuestra humanidad tal como la conocemos”.

Este viernes ha vuelto a recibir noticias de allí. “Para mí es una gran felicidad subir a ese barco del premio de la FIL en el que hay un conjunto de escritores tan importante”, confiesa. “Representa una alegría inmensa contribuir para ligar las dos orillas del Atlántico a través de las lenguas romances”.

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