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Laurie Anderson y la asamblea de aves

La artista compone un gran 'collage' emocional a base de texto, voces, música electrónica y lenguaje digital con una 'performance' en el Reina Sofía

La artista Laurie Anderson, durante la 'performance' en el Museo Reina Sofía.
La artista Laurie Anderson, durante la 'performance' en el Museo Reina Sofía.LISBETH SALAS

Hay personas que tienen la virtud de hablar y sonreír al mismo tiempo, de tocar y también dibujar a la vez o de hablar en pasado y futuro. Suelen ser personas empáticas y ventrílocuas. Gente capaz de aprender idiomas mientras duerme y de ahogarse en sus propios cuentos; de hacer gritar a un violín y de poner ejemplos concretos de la abstracción. Gente fugitiva y expansiva, como Laurie Anderson (Glen Ellyn, Illinois, 1947).

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La de ayer miércoles en el Museo Reina Sofía, All the Things I Lost in the Flood, título de su último libro (Rizzoli, 2018) y plato principal del festival Rizoma, en Madrid, fue un viaje a una piscina de lodo, a una asamblea de aves y una lista de inventario. La que recoge su trabajo, acumulado durante 40 años en su estudio neoyorquino y que se comió el agua salada del huracán Sandy, es el primer eslabón de una larga cadena de pérdidas, que pasan por la de su marido, Lou Reed, por la democracia en este lado oscuro de Estados Unidos, por la esperanza política en tiempos de Kennedy, por la libertad en la era Facebook y por la fe en clave futura.

Hay mucho de repaso histórico de su producción en este cuento que difumina las fronteras entre testimonio, ficción y sensación. De manera similar a The Language of the Future, presentada el año pasado en Transmediale, en Berlín, Anderson compone un gran collage emocional a base de texto, voces, música electrónica, lenguaje digital, experimentación sonora y mucho de esa conferencia performativa tan en boga hoy y tan experimental en aquellos años sesenta, en que esta artista indagaba en este subgénero pionero entonces de la performance.

Es una artista total, como Yoko Ono, a quien invoca en forma de grito a los pocos minutos de empezar. Auditorio chillando y fantasma huyendo. Anderson se coloca voluntariamente en los quiebros inesperados, en ese momento desierto sin apenas nada y donde empieza todo. En un lugar donde nadie está al mando, como en Moby Dyck, su novela preferida, y bajo esa voz masculina de autoridad exenta de llanto que ella manipula con un filtro digital. Su famoso alter ego, Fenway Bergamot, de Homeland, que también se cuela en esta historia. ¿Cómo inventarla? La gran pregunta de fondo le toma un pulso a las que están por llegar. Ella avisa: “El futuro está detrás de ti y está furioso”.

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