_
_
_
_
_

El narco explicado a los jóvenes

'Fariña' describe con éxito acontecimientos sociales e históricos vividos por unos y conocidos de oídas por otros en la Galicia de los ochenta

Javier Rey como el narco Sito Miñanco en la serie 'Fariña'. En vídeo, tráiler de la serie.
Más información
Barcelona, la ciudad de las ambiciones

"Cuando venía de Santiago a Vigo, el taxista me hablaba de Fariña. Me iba a cortar el pelo, y me hablaba el peluquero, en los bares… Es cuando te das cuenta de que algo es un fenómeno". Antonio Durán, Morris, era ya un actor muy popular en Galicia antes de ser Manuel Charlín en Fariña, por eso lo que dice es más relevante sobre el éxito de la serie de Antena 3 en el territorio y la sociedad donde transcurre que los datos sobre los que se arrojan los ejecutivos televisivos a primera hora del día, que aseguran que casi una de cada dos personas que se sentaban delante de la tele en la comunidad era para ver la serie.

Independientemente de los indudables méritos narrativos de Fariña (y de la ayuda involuntaria de ese par de demandas judiciales disparatas presentadas por parte de sendos narcotraficantes, contra el libro original y contra la serie), hay otros elementos objetivos sobre los que se construyó el éxito en Galicia. Uno, el excelente casting, compuesto por esos actores y actrices que deslumbran a la crítica cuando aparecen como secundarios en un filme de éxito, pero que tienen una sólida trayectoria en el teatro —Manuel Lourenzo es premio Nacional— o en el audiovisual gallego. Otra es que se haya optado por la fonética local, en lugar en echar mano de ese estándar habitual en las series que es el acento neutro/madrileño más o menos culto. Hasta tal punto que Javier Rey (Sito Miñanco) ha necesitado asesoraría lingüística para poder pasar por cambadés, a pesar de ser de Noia, a sesenta kilómetros de distancia. Una tercera es la ambientación ochentera, banda sonora incluida. Ver lucir a otros unos pantalones acampanados y unos cuellos de camisa aerodinámicos siempre reconforta el ánimo.

Más información
Más que la serie de un libro prohibido
Narcotraficantes de pantalón de pana y dominó
‘Fariña’ de primera calidad

El éxito de Fariña no está tan relacionado con Narcos (la historia de un criminal sanguinario que se desarrolla en un Estado fallido) o con Breaking Bad (el proceso de inmersión en el mal), sino con Cuéntame: la descripción de unos acontecimientos sociales e históricos para mucha gente que los ha vivido y tiene curiosidad para ver si están bien reflejados, pero sobre todo –en el caso de Fariña- para aquellos que por razones geográficas o de edad solo los conoce de oídas. El narcotráfico en Galicia ya había sido desmenuzado con solvencia en libros y documentales, hechos por coetáneos. Los creadores de Fariña, Ramón Campos (fundador de Bambú Producciones, Noia, A Coruña, 1975); Carlos Sedes (el director, A Coruña, 1973); Nacho Carretero (autor del libro, A Coruña, 1981) tenían 10 o 15 años cuando posiblemente vieron en la tele la imagen de los helicópteros de la policía sobrevolar el Pazo Baión como si Cambados (Pontevedra) fuese la playa de Apocalypse Now y quizá les quedó el ansia de entender aquello y contarlo.

"Yo he observado reacciones distintas, según edades. Hay gente mayor a la que le trae malos recuerdos y no la quiso ver. A otros le atraía el morbo de ‘a ver que hacía el hijo de menganita’. A muchos, comprobar si retrataban la época o no". Carmen Durán ahora trabaja con la Fundación Baltasar Garzón, pero en aquella época presidía la asociación antidroga Desperta Cambados y era profesora de ESO. "Algunos de los chavales entonces tenían que soportar que compañeros se rieran de ellos porque estudiaban, cuando ellos sacaban dinero con una descarga [de algún alijo]. Ahora son profesores y se encuentran con alumnos que vuelven a decir ‘meu pai, eu quero ser contrabandista’, y que para qué estudiar si van a acabar de camareros o emigrando. Fariña muestra lo bien que vivían aquellos narcos, porque ahora son mucho más discretos".

Protesta a la puerta del Pazo Baión, en Vilanova de Arousa (Pontevedra), propiedad de Laureano Oubiña, por la puesta en libertad de este narco, en diciembre de 1994.
Protesta a la puerta del Pazo Baión, en Vilanova de Arousa (Pontevedra), propiedad de Laureano Oubiña, por la puesta en libertad de este narco, en diciembre de 1994.ÓSCAR PARÍS

Si Narcos lograba que se empatizara con un Pablo Escobar que huía por la selva, a pesar de haberlo visto hacer explotar un avión o matar a amigos con sus propias manos, cómo no simpatizar con un Sito Miñanco que es la viva estampa del pícaro. "El riesgo de mitificarlos es cierto", admite Morris, "pero en el haber hay que poner que también queda claro que fue muy grave aquello que pensábamos que no era para tanto cuando se trataba de tabaco". Un fotógrafo que trató a todos los protagonistas (a los reales) recuerda cómo una vez llegó tarde a una regata y se encontró con un amigo marinero. "Yo te llevo', me dijo, y de pronto me veo volando en medio de la ría en una planeadora de seis motores, no como esas que salen en la serie que parecen las de ir a las almejas. ‘No pasa nada’, me contestó cuando le dije que estaba loco y que diese la vuelta". Eso, la losa de la aceptación social del contrabando y después del narcotráfico sigue pesando. "Claro que había mucha gente que los defendía, porque vivía de ellos, y las instituciones no daban soluciones, solo recortes. En la serie se habla de quien estaba metido, pero no de los que lograron mantener la honestidad y rechazar el dinero", se encrespa Carmen Durán.

La aceptación, o la vista gorda, no era exclusiva de los asalariados del contrabando, o de los que veían a tipos como Miñanco como un benefactor. Aparte de las conexiones de los capos con Alianza Popular (uno de los aspectos que más llama la atención a los espectadores jóvenes), o de las vacaciones de Alberto Núñez Feijóo con Marcial Dorado, a las veladas veraniegas en el Pazo Baión de Oubiña asistían fuerzas vivas de todo tipo, incluido algún fiscal jefe de una audiencia mesetaria. Y Sito Miñanco no solo tenía un guion de Fariña antes de su emisión cuando fue detenido el pasado febrero, sino que en su momento llegó a supervisar en Torrespaña el montaje del Informe semanal que el periodista —y cómplice— Pedro Galindo hizo sobre una descarga de tabaco.

El temor actual de cambadeses como Durán es que se desarrolle un narcoturismo. "Hay gente que viene preguntando dónde está la casa de este o aquel".

El pasado jueves, día 2, el Ayuntamiento retiró en la Festa do Albariño un puesto en el que Laureano Oubiña vendía su libro y camisetas. Nadie se imagina a Pablo Escobar defendiendo ante unos municipales con amenazas vagas —"si hay que volver a las andadas, se vuelve"— un tenderete de recuerdos. Ni poniéndolo, desde luego. Tampoco nadie en Cambados se imagina que Sito Miñanco vaya a dejar el negocio. Son las consecuencias de todo aquello. Ya lo decía la abuela de Durán: Fariña do demo vólvese relón ("La harina del diablo se convierte en salvado, en cascarilla").

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_