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Columna
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‘Heridas abiertas’ que no duelen

Todo está en su sitio, y, aun así, la serie veraniega de HBO no cautiva

Eneko Ruiz Jiménez
Elizabeth Perkins, Amy Adams y Patricia Clarkson, en 'Heridas abiertas'.
Elizabeth Perkins, Amy Adams y Patricia Clarkson, en 'Heridas abiertas'.HBO

Siento llevar la contraria a Julie Andrews en Sonrisas y lágrimas, pero ni las gotas en las flores ni los bigotes de gatos están entre mis cosas favoritas. En realidad es la serie Heridas abiertas la que contiene todas las cosas favoritas que podría desear. Una protagonista como la cinco veces nominada al Oscar Amy Adams, que se acerca a la televisión tras hacerlo todo bien en cine (todo es todo: musicales infantiles, epopeyas de ciencia ficción, superhéroes, dramas de mucho pensar...). También una secundaria de esas del nivel de Patricia Clarkson, que mejoran el proyecto donde aparezca, como complicada matriarca. Y una guionista que necesita reivindicarse en la primera plana: Marti Noxon (Unreal). Incluso un director que demostró su valía en Big Little Lies. Todo en su sitio, y, aun así, la serie veraniega de HBO no cautiva.

Esta miniserie de ocho episodios basada en el libro de Gillian Flynn (Perdida) empezó fuerte. Adams interpreta a una periodista alcoholizada y con decenas de traumas que regresa a su hogar de infancia para escribir un reportaje sobre las desapariciones de varias adolescentes. El piloto de presentación es sobresaliente pero, ante expectativas tan altas, el proyecto se ha desinflado ya a mitad de temporada.

Porque, pese a que Heridas abiertas habla de temas necesarios (la violencia sobre las mujeres, la hipocresía de EE UU, relaciones familiares complicadas...), su contenido no es suficiente para hacer la serie cautivadora a capítulo semanal. El espectador se pierde en el poco interesante misterio sobre quién ha cometido el crimen e incluso los personajes, su baza principal, se vuelven repetitivos, como si contaran una y otra vez cuáles son sus motivaciones y problemas.

Es complicado conectar con ellos. Ni con esa antiheroína que repite los parámetros habituales de personaje desquiciado (hombres o mujeres), ni con una serie que no sobresale entre otras que siguen el repetitivo patrón de "misterioso asesinato en un pequeño pueblo de la América profunda". Ese género al que la realidad y la ficción ha regresado una y otra vez desde que lo perfeccionara Truman Capote en A sangre fría en 1966 y desde que después David Lynch lo pusiera de moda entre las series con Twin Peaks. Si no han degustado ninguna de las dos, háganlo antes que Heridas abiertas, porque estas heridas no duelen de verdad.

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Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

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