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CAFÉ PEREC
Columna
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Hedy Lamarr al habla

Un documental recupera la vida de la inventora y gran estrella de Hollywood vienesa

Enrique Vila-Matas

Una tarde en París, en el 12 de la calle del Odeón, Hedy Lamarr estaba sentada al piano con el compositor vanguardista George Antheil en el piso de este, situado encima mismo de la librería Shakespeare and Company, que fundó Sylvia Beach, es decir, encima de la librería original, la verdadera, la que publicó Ulises, de Joyce. Estaban los dos al piano en plena Segunda Guerra Mundial. Y Lamarr tuvo la idea de aplicar alguna de las técnicas musicales de Antheil al control remoto de los misiles bélicos y los dos acabaron creando el "conmutador de frecuencias", que posibilitó la aparición de nuestros teléfonos móviles.

Era en los días en que una radioseñal emitida a una determinada frecuencia por las tropas americanas para controlar un torpedo podía ser fácilmente interceptada y bloqueada por el Ejército alemán. Y el shandy Antheil y la hipercreativa Lamarr se preguntaron por qué no emitir entonces a distintas frecuencias, una en cada intervalo de tiempo, y según una secuencia que pudiera variar en cada ocasión.

De todo esto se ocupa el documental Bombshell: la historia de Hedy Lamarr (2017), dirigido por la debutante Alexandra Dean, donde uno puede reencontrar esa mirada difícil de olvidar de quien fuera la gran estrella del Hollywood de la década de los cuarenta, y donde uno es introducido en la historia de los heroicos avatares que puntuaron la huida de Lamarr del maltratador austriaco y nazi con el que la obligaron a casarse.

Alexandra Dean utiliza en su documental cintas de audio recientemente descubiertas de una entrevista de 1990 para dejar que Lamarr (Hedwig Eva Maria Kiesler, nacida en Viena), apoyada por historiadores y por la voz de algunos amigos, nos hable de cómo ofreció sus patentes al Ejército estadounidense sin pedir dinero. De lo que Lamarr nos cuenta se deduce o confirma que tanto el GPS como el sistema wifi deben mucho a las tecnologías que ella desarrolló con Antheil en aquel piso de París.

Le debemos el teléfono móvil a Hedy. En esto pensaba ayer después de ver Bombshell cuando descubrí casualmente —hasta sería bueno que un día Dean lo añadiera a su documental, dándole a este un final a lo David Lynch— que la vida de Lamarr es una especie de muñeca rusa dentro de la que hay otra muñeca más pequeña llamada Florence Lawrence, actriz hoy desconocida, pero que fue nada menos que la primera estrella del cine mudo, la que inspiró la creación del star-system. La biografía de Florence es un sorprendente antecedente de la de Lamarr, pues también fue actriz e inventora, a ella le debemos el primer indicador de cambio de dirección para automóviles, un dispositivo conectado al guardabarros trasero de su coche: Florence pulsaba un botón y un brazo subía o bajaba una señal indicando la dirección de giro del coche. Pero, a diferencia de Lamarr, la vida de Florence fue triste, penosa: se suicidó a los 28 años con veneno para hormigas, un destino muy cutre para quien fuera pionera en tantas cosas, salvo en la elección de la vulgar pócima que la fulminó.

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