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Desnudos y vivos | Soledad Puértolas

“Nuestros padres para nosotras querían estudios, no maridos”

La novelista reflexiona sobre el tiempo (“que corra: es consolador que las cosas pasen”) y el mal: “Cuando hay explicación consuela. El gratuito estremece”

Manuel Jabois
Soledad Puértolas, escritora y académica de la Real Academia de la Lengua Española (RAE).
Soledad Puértolas, escritora y académica de la Real Academia de la Lengua Española (RAE).Carlos Rosillo

Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) en un bar al lado de la RAE. Es hija de un químico pero aún no ha visto Breaking Bad, la serie protagonizada por uno. “Estoy en la cuarta de Ray Donovan”. ¿Qué le parece el padre de Ray, el personaje de Jon Voight? “¡Impresionante!”.

P. ¿Qué hacen hoy en la Academia?
R. Hablar de vicio.
P. A ver.
R. Estudiaremos términos relacionados con la palabra 'vicio'. De qué manera se está utilizando y cómo funciona en las definiciones. Hay palabras que tienen una connotación moral y ha de saberse si siguen con esa connotación o no. 'Vicio' tiene connotación, y habrá que limpiarla de esa carga condenatoria. Podemos decir que esta mesa tiene el vicio de caerse. Pero cuando es personal, la palabra implica una condena.
P. Dijo hace diez años que no volvería a la juventud “ni loca”.
R. Ni a la juventud, ni a la infancia ni a nada. Ni al día de ayer. ¡Por favor, ni hablar!
P. El primer amor.
R. El primer amor, ¡qué horror! Fue muy bonito, ojo, pero qué horror. El tiempo es una liberación. Que corra. Imagínate que se para: sería espantoso. Es consolador que las cosas pasen.
P. Se queda gente en el camino. Que se extraña luego.
R. Pero mira: el tiempo te presenta otras cosas. No te aparta a los muertos pero trae al primer plano otras emociones que antes estaban ocupadas. La muerte es inaceptable.
P. La de los demás.
R. Seguro. A mí me tocará, me iré y adiós muy buenas. Pediría que no me lloraran mucho, porque es tremendo pensar que vas a causar dolor a los que quieres.
P. ¿A usted le da miedo?
R. Ni lo pienso. ¡Cómo se va a vivir pensando en la muerte! Eso lo hacen los que se dedican a la meditación profunda. A mí me preocupa la enfermedad. Con el dolor sí que se puede vivir: eso es terrible.
P. Se fue de casa muy pronto.

Más bien me casé muy pronto. Para huir del hogar, del ambiente que había allí, aquello era fundamental.

P. También ha huido de camarillas literarias.

Es agotador. Ese plural, ¿te das cuenta? Jamás me he sentido parte de un grupo. Cuando alguien dice: “Es que nosotros” y levanto la cabeza y lo veo solo. ¿Pero a quién se refiere? Y se dirigen a ti con el plural: “Es que vosotros”, que tienes que mirar para atrás por si encabezas algo.

P. Cuando su amigo Michi Panero murió, escribió en EL PAÍS: “¿Por qué perdimos la felicidad?, ¿por qué la gente es tan mala, mala en lo pequeño, mala de una forma absurda, mala como para dejar caer unas malas palabras sobre ti, mala como para querer causarte, cuando ya apenas te queda nada, un poco de daño?”.
R. Descubrí que hay gente así. No se justifica el mal cuando el que lo hace busca un beneficio, pero es que a veces ni eso. El gratuito estremece más. La explicación consuela.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Mi padre era químico, trabajaba en una fábrica de destilados. Mi madre ama de casa. Cáotica, desordenada: era genial, perdía cosas todo el rato. Había un punto de libertad que le daba el desorden. Me enseñó mucho mi madre, más de lo que pudo ella imaginar.

P. Fue la mediana de tres hermanas.
R. La mayor de dos años más, yo y la pequeña nueve menos. Yo jugaba mucho sola. Con recortables y esas cosas. Y fabulaba, claro. Cuando juegas sola fabulas, te inventas compañías. Eso sí: cuando nació la pequeña la amadriné completamente. Mis padres siempre nos inculcaron a las tres que teníamos que ganarnos la vida.
P. No esa cosa franquista de “teneis que casaros bien”.
R. Yo eso en casa no lo he oído nunca. Pero a mi alrededor bastante. Mis padres para nosotras querían estudios, no maridos.
P. Se casó enamorada.
R. Desesperada tenía que estar para que a los 20 años no me enamorase.
P. ¿Cómo fue?
R. Tomando un vino en la barra de un bar. Me parece imposible no enamorarse tomando un vino en la barra.
P. Dio tumbos estudiando.
R. Ya empecé mal yéndome a ciencias con 14 años. ¿Por qué? Yo qué sé. Las monjas me metieron en la cabeza que era buena en matemáticas y me hizo ilusión. Después de pasar por Políticas y Económicas. Acabé en California estudiando Literatura Española.
P. ¿Cómo era?
R. ¿California a principios de los 70? The Doors.
P. ¿Probó drogas?
R. He sido cauta. Más que nada porque estaba embarazada, sino no sé qué hubiera sido de mí. Mis hijos me han hecho ser más responsable de lo que hubiera sido. Tenía que protegerlos de mis propias tendencias.
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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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