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Las otras crisis de la Academia

Los afroamericanos piden más presencia en Hollywood desde Martin Luther King. Gregory Peck se enfrentó a un problema similar en los 70 como presidente de una Academia envejecida

Pablo Ximénez de Sandoval
Martin Luther King se dirige a cientos de miles de personas el 28 de agosto de 1963: “Tengo un sueño”.
Martin Luther King se dirige a cientos de miles de personas el 28 de agosto de 1963: “Tengo un sueño”.FILIP SCHULKE | BRUCE DAVIDSON / MAGNUM PHOTOS

“Ningún santo, papa, general o sultán ha tenido nunca el poder que tiene un cineasta: el poder de hablar a cientos de millones de personas durante dos horas a oscuras”. La frase es de Frank Capra. Históricamente, mucha gente ha tenido sus razones para sentirse poco representada en ese poder. Este año, cuando por segunda vez los 20 actores nominados son blancos, y directores y guionistas afroamericanos han sido ninguneados en las nominaciones, han explotado las críticas por no reflejar la diversidad de Estados Unidos.

La respuesta de la Academia, apresurada tras el anuncio de Spike Lee y Jada Pinkett-Smith de que no acudirían a la ceremonia como protesta, fue cambiar las reglas de membresía y los derechos de votación. No se sabe cuántos de los académicos actuales perderán su derecho a votar. Además, se invitará a formar parte de la Academia a más personas. El objetivo es doblar el número de mujeres y minorías entre los que votan antes de 2020.

Gregory Peck, como Atticus Finch, en 'Matar a un ruiseñor'.
Gregory Peck, como Atticus Finch, en 'Matar a un ruiseñor'.

“Esto ya pasó en los años 60”, explica por teléfono Steven Ross, profesor de Historia en la Universidad del Sur de California y especialista en historia de la relación de Hollywood con la política. “Martin Luther King vino a Hollywood a hablar de la predominancia de los blancos en las películas. Ya entonces, King explicaba que el problema era que la industria en sí misma era blanca. Harry Belafonte, que trabajaba con King en este asunto, se reunió con ejecutivos para intentar cambiar la cultura de la Academia”. ¿Tuvieron éxito? “Estamos en 2016 y estamos escribiendo la misma historia. Esa es la respuesta”.

“La gente no entiende que el objetivo de Hollywood es hacer dinero, no cambiar conciencias. Si haciendo lo primero puede conseguir lo segundo, muy bien, pero lo primero es el negocio”, explica Ross. Cree que los cambios en la Academia van en la buena dirección y que eventualmente será la audiencia la que decida. “En los años 30, un tercio de la taquilla venía del extranjero. Ahora es al revés. La Academia tiene que pensar en qué es lo que mejor le va a funcionar. A lo mejor el resto del mundo no está tan interesado en ver afroamericanos”.

Ross no cree que esta polémica vaya a dañar a la Academia en ningún caso: “La gente mira a Hollywood por sus fantasías. Mientras siga produciendo fantasías se olvidarán de lo demás. Si no respondieran, igual les afectaría. Pero han reaccionado”. Eventualmente, opina este experto, la ampliación de la audiencia extranjera será lo que acabe forzando los cambios. Para Ross, lo importante no es tanto lo que hay delante de las cámaras, sino detrás. “Lo que hay que preguntarse es cuándo va a haber más minorías en la parte técnica de las películas. Eso daría diferente sensibilidad. Cuando Martin Luther King vino a Hollywood le dijeron que integrarían más minorías entre los trabajadores de la industria y eso no ha pasado”.

Los cambios aprobados por la Academia recuerdan mucho a las medidas que tomó otro presidente de la institución, Gregory Peck, cuando a finales de los años 60 se acusaba a los académicos de estar desconectados de los cambios sociales que se producían en Estados Unidos. “Gregory Peck es un gran exponente de los más progresistas de Hollywood”, explica Ross.

El diario local Los Angeles Times rescató de su archivo a principios de este mes la noticia de lo que hizo Peck en 1970. La Academia padecía entonces críticas parecidas. No reflejaba la diversidad ni los intereses de la juventud salida de los 60. Los Oscars veían una curiosa mezcla de candidaturas cuando competían Patton con MASH o Cowboy de Medianoche con Hello Dolly!. Dos mundos estaban chocando. El desternillante monólogo de Bob Hope en los Oscars de aquel año es un reflejo de lo que opinaba el establishment de Hollywood del nuevo cine que estaban haciendo los jóvenes.

La respuesta de Gregory Peck fue, igual que ahora, cambiar las reglas de membresía. Dejó sin derecho a votar a 335 académicos que representaban el viejo Hollywood (había 3.172 miembros entonces). 109 miembros de categorías especializadas fueron reclasificados como miembros sin categoría. Otros 49 fueron cambiados de categoría porque ya no se dedicaban a lo mismo. “Estamos haciendo la Academia más parecida a lo que siempre fue o debió ser”, dijo Peck entonces al justificar sus cambios, “una asociación de profesionales involucrados activamente en hacer películas”.

Antes de los Oscars blancos y los Oscars viejos, estuvo la lucha de los sindicatos. En 1936, muchos miembros de la Academia boicotearon la ceremonia de entrega de premios en protesta por la falta de reconocimiento a los sindicatos independientes de actores, guionistas y directores, recordaba hace poco también el Times. Dudley Nichols, guionista de El Delator, rechazó el premio (John Ford ganó aquel año como director de la película). Solo lo aceptó cuando el sindicato de guionistas fue finalmente reconocido.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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