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Un mundo a punto de derrumbe

José Ovejero construye en ‘Los ángeles feroces’ una parábola de una ciudad hostil

Manuel Morales
El escritor José Ovejero, el pasado lunes en Madrid.
El escritor José Ovejero, el pasado lunes en Madrid.Bernardo Pérez

Una muchacha muy delgada contempla desde la ventana de un rascacielos las llamas de un edificio que está enfrente. Detrás de ella, un amigo la contempla enmarcada por el fuego. Esa potente imagen es con la que empezó a imaginar el escritor José Ovejero (Madrid, 1958) su nueva novela, Los ángeles feroces (Galaxia Gutenberg). Siempre interesado en nuevos territorios narrativos, Ovejero describe en su libro una ciudad hostil, caótica, de frecuentes apagones, edificios abandonados y seres egoístas, una jungla de hormigón en la que nada funciona. Sin embargo, la protagonista, Alegría, es un ser único, una joven que ni enferma ni envejece gracias a su especial sangre.

"Es un mundo con algunos resquicios de humanidad, no es una novela tan desesperanzada", dice Ovejero, poeta, ensayista y cuentista. Alegría simboliza "lo que veo en los jóvenes de hoy, en los que convive la violencia y la ingenuidad; con una rabia compartida. Creo que toda buena novela conecta con el inconsciente de su época".

El escritor etiqueta su obra de "distopía del presente"

Cuando llega el momento de definir su novela, Ovejero opta por etiquetarla como una "distopía del presente", el reverso de un mundo utópico, que no es nuevo en la literatura —ya hubo ejemplos en el siglo XIX, y 1984, de Orwell, y Farenheit 451, de Bradbury, quizás sean los mejores paradigmas— y resurge después de los periodos de brutales crisis colectivas que, en en el caso actual, viene acompañado de la continua exposición de las redes sociales. El autor de La invención del amor (premiada con el Alfaguara en 2013) profundiza en esta teoría: "La literatura está intentando hacer novela social contando un futuro distópico, como renegando un poco del realismo. Los autores dicen: ‘Lo que sucede en la realidad no lo puedo contar, pero me invento un mundo para contar este".

Ovejero asegura que nada de lo que cuenta en Los ángeles feroces "es inexistente". "Pero yo lo condenso en un lugar. He creado una atmósfera distópica de un mundo en descomposición". Un mundo con seres como Cástor, un político dispuesto a cualquier cosa por lograr la sangre de Alegría. El escritor engarza su político de ficción con la realidad sufrida en España los últimos años: "Hay movimientos esperanzadores, como el de antidesahucios, pero creo que el sistema es cada vez más brutal por la creciente división entre los que tienen seguridad e ingresos y los marginados. Y ya ni siquiera confiamos en que estos se puedan reintegrar. En España, tras la crisis ha aumentado el número de ricos y pobres, todos vienen de la clase media".

Final en clímax

En esta novela de más de 400 páginas el final es en clímax. A Ovejero le gustó "la idea de acabar en la máxima tensión, de dejar una sensación de intranquilidad en el lector y que este se imagine cómo sigue". Pensando en el nuevo tipo de lector, "con el que hay más posibilidades de comunicación", Ovejero ha escrito varios capítulos más y un final alternativo disponible en su web y en la de la editorial, lo que llama bonus tracks. "Al lector hay que tratarlo como alguien inteligente y le exijo un poquito de participación: mi libro no encaja en la literatura basura, esa que se consume sin atención".

Este planteamiento no le lleva a esquivar la cuestión material de la literatura. Ovejero reconoce que si fuera solo por los derechos de autor "ni loco" podría vivir de su oficio, pero los numerosos premios que ha ganado sí se lo permiten: el Primavera de Novela 2005 por Las vidas ajenas, el Anagrama de Ensayo en 2012 por La ética de la crueldad, o el ya mencionado Alfaguara son solo tres ejemplos. No obstante, "hoy el público es más desconfiado con los premios, y a menudo con razón, porque hay veces que se busca premiar un autor, no una obra".

Por último, el autor se manifiesta sobre un tema que picotea la realidad literaria de manera recurrente: las acusaciones de plagio vertidas por los herederos del músico Prokófiev sobre la periodista Reyes Monforte, ganadora del Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio. "La influencia en los escritores ha existido siempre, aunque sea de forma inconsciente, y el riesgo de acercarte demasiado a esa influencia está ahí. La línea divisoria es confusa. ¿Pero por qué no va a hacer la literatura como la música y la pintura y beber de lo que ya hay?, se pregunta. "Distinto es copiar de otro y hacerlo tuyo, porque además, con los medios actuales, tarde o temprano se va a saber. Sin embargo, creo que no debería ser punible el plagio. La idiotez no debe ser punible".

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Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.

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