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“El cine me provoca tanto amor como odio”

Emmanuelle Béart presenta en España 'Los ojos amarillos de los cocodrilos' y reflexiona sobre su carrera y la crisis actual

Gregorio Belinchón
La actriz francesa Emmanuelle Béart, ayer en Madrid
La actriz francesa Emmanuelle Béart, ayer en Madridálvaro garcía

Emmanuelle Béart enciende un cigarrillo que ha gorroneado en la mesa de al lado. ¿Hay pecadillos imposibles de abandonar? “He dejado de fumar”. Da una calada. “Totalmente”. Da otra calada. Echa a reír. Durante la entrevista, Béart (Saint-Tropez, 1963), durante años culmen de la actriz francesa, se pasará a un cigarrillo de vapor y a un paquete de Mentos. Los caramelos son más vulgares, el cigarro le da la posibilidad del jugueteo, de usarlo para remarcar sus frases, incluso se parapeta detrás de él cuando confiesa que una pregunta le incomoda y desde allí contraataca con mohines pecosos.

Más bella que en sus anteriores pasos por España —¿gracias a una tranquilidad vital, a un mejor cirujano?—, Béart presenta Los ojos amarillos de los cocodrilos, basada en un best seller, la primera película que defiende con fruición tras cuatro años en el teatro, y que en España se estrena el 9 de mayo. En una curiosa variación del refrán “La suerte de la fea la guapa la desea”, encarna a una hermana sobreprotegida y ensalzada por su familia, hasta el punto de apropiarse de una novela de la otra hermana —la cara b, abandonada por su marido, ninguneada por su madre— que de repente la convierte en una escritora de éxito. “Todo se estructura desde la infancia. Ambas tienen construida su identidad con respecto a la personalidad que les atribuyeron en su niñez, cuando les dijeron que una lo tenía todo, como prolongación de los sueños y de las frustraciones de la madre, y la otra sufrió abandono: para estar a la altura se cultivó intelectualmente. En el momento en que arranca la película ni una ni otra se atreven a imaginar que romperán ese paradigma”. ¿Le dio por recordar la buena suerte que tuvo con su progenitor, el poeta y cantante Guy Béart, o charlar con su compañera de reparto, Julie Depardieu, hija del inmenso Gérard, sobre padres y padres? Béart se escuda: cuando lee un guion solo piensa “en la historia, en su mejor desarrollo”, le atraen las familias. “Todos interpretamos un papel en esa obra de teatro entre burlesca y dramática, somos rehenes de esos lazos”. Ya, pero ¿y sus padres? “Sé que estoy esquivando tu pregunta [risas]. Bueno, en el caso de Julie hay demasiadas cosas entremezcladas, así que ella y yo solo hablamos de sus gallinas y de nuestros hijos. Aunque es cierto que nuestra vida entra en los personajes, un buen actor debe usar su herramienta más poderosa, la imaginación, para abstraerse de los problemas diarios”.

Yo prefiero considerarme europea antes que francesa”

Hay un momento en que la seudoescritora se lanza a la promoción furibunda de su novela —“Se sumerge en las apariencias”—, algo que Béart conoce bien: “La diferencia es que ella ha perdido su brújula, su lógica, ni siquiera recuerda que no ha escrito el libro y que todo se fundamenta en una mentira. En mi caso estoy aquí hablando de mi trabajo. Mi personaje es perturbador y fascinante en la misma medida”. ¿Como otros en su carrera? “Reconozco que en ese justo equilibrio ha habido pocos, ha sido uno de los más difíciles de domesticar. He hecho personajes conflictivos, que tocaban tabúes, con reacciones del público violentas, pero a los que yo amaba y luego podía defender. Ahora, como este…”.

Vida y películas

Cuando era adolescente, Emmanuelle Béart estudió en Montreal, donde estuvo a punto de trabajar con Robert Altman.

Tras un trabajo televisivo, el director David Hamilton la contrata para Primeros deseos (1984). Al año siguiente trabaja con quien será su marido, Daniel Auteuil, en L'amour en douce, y se hace famosísima en 1986 con La venganza de Manon. Con ella gana su único César.

Ha sido seis veces más candidata al César: con sus dos primeros trabajos ya mencionados y con Les enfants du désordre, La bella mentirosa, Nelly y el señor Arnaud y con Les destinées sentimentales.

La actriz es embajadora de Unicef y durante años ha estado involucrada en movimientos sociales. Hoy, la crisis ha arrasado con muchas iniciativas, en Francia es el Gobierno socialista el que realiza los recortes —aunque 41 de sus diputados se abstuvieron el lunes en la sesión de aprobación de las medidas—, en Europa parece acabarse la solidaridad. “No somos el único país en una situación delicada, ¿verdad? [risas] Esta Europa que tenía que ser de paz deviene hoy en una Europa estigmatizadora. Nadie ha plantado raíces por la unión. Cuesta levantar la voz como europeo en un mundo en que cambian los equilibrios constantemente. Yo prefiero considerarme europea antes que francesa. Pero entiendo la falta de confianza general en el proyecto continental. Vivimos un marasmo en el que la gente se hunde y que lleva al crecimiento de los extremos: eso es lo aterrador, porque el Frente Nacional encabeza todas las encuestas. Este Gobierno socialista con el que personalmente he soñado mucho… Quiero creer que las cosas pueden mejorar porque si no toda mi vida de ciudadana comprometida se hundiría. Estoy en estado de desequilibrio, todo el sistema está fallando: salud, educación… Mis raíces son múltiples: mi madre era grecoitaliana, mi padre rusoespañol, mi corazón es latino y mi alma eslava. Uf, vivimos momentos angustiosos. ¿Qué valores voy a transmitir a mis tres hijos?”.

Lucho por el cine de autor, que está en peligro de muerte”

Los grandes auteurs se han pegado por trabajar con Béart, que incluso se permitió coqueteos hollywoodienses como Misión: Imposible (“No me interesa ese mundo, en realidad ya ni me atraía durante aquel rodaje”). Sus cuatro últimos años en los escenarios le han servido para alejarse de la “mcdonaldlización actual del cine”. "Además se amputan los presupuestos de cultura. Mi biberón fue la nouvelle vague, me alimento con Téchiné, Assayas, Chabrol, Rivette, Sautet… Lucho por ese cine de autor, que está en peligro de muerte. He tenido que irme al teatro para encontrar un espacio de ética intelectual, de fuertes valores. Me ha venido muy bien”. Siente que está en su terreno. “El cine me provoca tanto amor —no consigo dejarlo— como odio —siempre quiero huir—. Su corazón me atrae, su envoltorio me repele. En el teatro no hay estrellas, estamos todos para lo mismo, al servicio de la obra”. ¿Incluidos los sueldos, son iguales para todos? En Francia se montó una escandalera cuando Vincent Maraval, importante productor y distribuidor francés, acusó a sus estrellas patrias “ganar demasiado”. “Pues es cierto. Antes vivías desconociendo el presupuesto, eso se acabó. Es parte de nuestra responsabilidad, si queremos continuar con este oficio, disciplinarnos e introducirnos en la economía cinematográfica. Maraval usó palabras duras, pero tenía algo de razón. No me gustó que señalara solo a algunos”.

Antes de irse, Emmanuelle Béart confirma que de pequeña quería ser majorette —“En concreto majorette en Australia, cosas de la imaginación infantil supongo; aún manejo bien el bastón”— y que en algún momento dirigirá: “Escribo, y sé que antes o después dirigiré. Pero es que he trabajado con directores de enorme huella personal. Da miedo ponerse en su lugar. Pero tengo bocetos, textos… Tiene que ser obligatoriamente la próxima etapa. Actriz ya no me basta”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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