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Begoña Rodrigo gana ‘Top Chef’ España

La cocinera valenciana reivindica los negocios pequeños y el reconocimiento de las mujeres en la restauración

Rosa Rivas
Susana Rodrigo, ganadora de la primera edición de 'Top Chef' España
Susana Rodrigo, ganadora de la primera edición de 'Top Chef' España

“¡Es un regalazo!”, exclamó Begoña Rodrigo, la cocinera valenciana de 38 años ganadora del concurso de talentos culinarios Top Chef. La primera top del estreno español, en Antena 3, del exitoso formato internacional, estalló de alegría al finalizar las tres horas de reto final y también clavó un oportuno cuchillo (ese símbolo de la acción gastrotelevisiva del programa) en la diana de las reivindicaciones: “Quiero llamar la atención sobre los negocios pequeños y la pasión que ponemos en ellos”, dijo, con el propio ejemplo de su restaurante La Salita de Valencia, en el que lleva ocho años “luchando”. Y hubo otra punzada: “Quiero pegar una colleja a todos los que nos ponen obstáculos a las mujeres cocineras para conseguir las cosas”.

Susi Díaz, paisana de la ganadora y jurado exigente del concurso (aunque a veces la traicionaban las sonrisas de complicidad con su colega femenina) aprovechó para celebrar el triunfo “necesario” de las mujeres cocineras. “Las mujeres tenemos obstáculos”, ratificó, “y tú eres una luchadora”. Ya antes de que Begoña Top Chef (el nombre de batalla en las redes sociales) supiera que había triunfado, Susi Díaz recordó que la primera vez que la vio trabajar tuvo una visión del talento: “Detrás de ese plato hay una artista”, pensó. “Pues ya la he visto”, sentenció en la noche final.

Así que ahora, Bego La Salita (otro avatar de las redes sociales) va a trabajar en su “pequeño restaurante” con más orgullo y va a poder lograr su sueño de montar un espacio en el campo, “con poquitas mesas”. El premio de Top Chef es 100.000 euros, 30.000 de ellos en metálico para crear un restaurante, y también forma parte del lote poder editar un libro propio y contar con la asesoría de chefs (Íñigo Lavado y Mario Sandoval).

Begoña Rodrigo se impuso a sus rivales Antonio Arrabal y Miguel Cobo, un zaragozano y un cántabro que cocinan en Burgos y trabajaron juntos en la fase final de la prueba. Begoña tuvo a su lado a Javier Estévez, que se tornó en un eficaz asistente, contento de contribuir al triunfo.

La cocinera convenció al superestelar jurado de cocineros famosos con sus tres platos: El mar, “una anguila que quería ser cerdo”, con un fondo de plancton (olé el guiño levantino al jurado gaditano experto en ese ingrediente Ángel León), valorado por Quique Dacosta como “un plato tres estrellas” y por Eneko Atxa como “un golpe de mar con sabor y estética 10”; El aire y la tierra, un pichón a baja temperatura calificado por Joan Roca como “un plato inteligente”, y por último, un postre llamado La pasión, con esa misma fruta, yogur, chocolate, naranja y genjibre.

Un árbol de morcilla de Burgos con queso, patatas y huevos de codorniz; una caballa (con alguna inoportuna espina) en consomé de anís y azafrán y un postre con manzana, sidra, chocolate y curry fueron las propuestas de Antonio Arraba. Aunque saludadas por Arzak, Arguiñano y Berasategui por su componente de “raíz”, buena técnica y evocación de sabores tradicionales, no consiguieron dar en la diana del convencimiento total del jurado de la final y de los tres juzgadores habituales del concurso, Alberto Chicote, Ángel León y Susi Díaz, que en la primera fase del programa final se pusieron los mandiles e iniciaron unos platos que los aspirantes al Top Chef España debían rematar y reinterpretar.

“Quiero hacer hoy una sinfonía de sabores con una orquesta perfecta”, había dicho la ganadora antes de lanzarse a desarrollar su menú utilizando como un mantra una frase que le había dicho un cliente agradecido de su restaurante. Y la música le salió armónica. Aunque ella decía (y sus familiares y amigos percibían) que estaba nerviosa (“ni veo la cara de Chicote, solo distingo un bulto naranja”, llegó a decir en uno de los mejores toponazos del programa), se la notaba segura, templada, con el entrenamiento de las 12 semanas de programa y la habilidad de haber superado el cruce de cuchillos de la competencia extrema. En ese balance de tres meses, “40 horas de reto y más de 300 platos” (como recordó Chicote), hubo muchos nervios y mucha arrogancia disfrazada de autoestima y seguridad en los propios valores y capacidades culinarias. Pero los tacos, las arremetidas contra los competidores y esas amenazas al contrario de “yo voy a matar” y “yo voy a por todas” se fueron diluyendo en pos de la camaradería propia de las brigadas de los restaurantes. “Ha habido buen rollo, ha habido feeling”, decían el último día como corderitos.

“Que cocinen con libertad y cariño, es la única manera de quitarse la presión de encima”, había dicho Joan Roca a los concursantes de la reñida final. Sabio consejo para sobrevivir en la cocina real. En la cocina de plató (con la lucha decisiva en un teatro madrileño reconvertido en restaurante, buen escenario-metáfora), los topchefs le hicieron caso.

Como balance, además de la eficaz realización televisiva (oportunos planos, ritmo ágil, narrativa de thriller con acertada banda sonora...), un menú de abrazos, risas, lágrimas y tensión emocional. El corazón en el plato. La cocina espectáculo es así, con los sentimientos como ingrediente. Eficacia, rapidez, vorágine de cacharros y de alimentos… ¿Y qué más? Platos para emocionar. Los finalistas lo consiguieron, con un jurado estelar de figuras con paladar fino: Juan Mari Arzak, Joan Roca, Quique Dacosta, Pedro Subijana, Eneko Atxa, Martín Berasategui, Karlos Arguiñano ilustres top de la cocina mediática juzgando a la cantera de los nuevos chefs, las generaciones que pisan fuerte y que saben lo que quieren, aunque no siempre lo logren.

La tenacidad tiene su premio, aunque la carrera de fondo de las figuras de la vanguardia culinaria se convierte en un sprint veloz en el caso de los concursantes del concurso de talentos culinarios. ¿Continuará? Probablemente sí. Y como la transversalidad televisiva y culinaria no tiene fronteras, quién sabe si los críos que la próxima semana se estrenan en TVE en el programa rival MasterChef, en su versión infantil, pasen luego por la escena Top Chef cuando estén crecidos como cocineros.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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