España entra en el verano con el 40% del territorio en alerta o emergencia por sequía
Las últimas lluvias frenan algo la caída del agua embalsada, pero no revierten la mala situación de las reservas, que siguen más de 19 puntos por debajo de la media de la última década
El arranque del verano astronómico —que comienza este miércoles en el hemisferio norte— llega con una parte importante de España en una complicada situación debido a la sequía. En concreto, el 39,9% de la superficie del país está en alerta o emergencia por escasez coyuntural de agua, según el informe mensual de la situación de sequía que elabora el Ministerio para la Transición Ecológica. Este indicador de escasez coyuntural tiene en cuenta varias mediciones (como los volúmenes de almacenamiento en los embalses y los caudales de los ríos) y se emplea para determinar los problemas que se pueden presentar para el suministro, como las restricciones en los regadíos y el abastecimiento a las poblaciones que en algunas cuencas ya se están dando. Existen cuatro escenarios: normalidad, prealerta, alerta y emergencia. Al inicio de este mes, el 22% del territorio nacional se encontraba en situación de emergencia y el 17,9% estaba en alerta. En el lado de la tranquilidad está el 40,3% del país, que está en situación de normalidad, según este mismo informe gubernamental.
Los expertos suelen hablar de tres tipos de sequía diferentes, aunque todas están relacionadas: la meteorológica (déficit de lluvia), la agrícola (déficit de humedad en el suelo) y la hidrológica (déficit en las reservas de agua, como los embalses). Normalmente, la sequía meteorológica es el principal desencadenante del resto, es decir, la falta de lluvias. Y España arrastra ese déficit desde hace más de un año, aunque el problema no se distribuye de forma uniforme. Un 33% de la superficie del país está en situación de sequía prolongada, según los datos que maneja Transición Ecológica. El año hidrológico, que arrancó el 1 de octubre, está “siendo muy seco” especialmente en “Cataluña, así como en la cuenca del Ebro y en la mayor parte de Andalucía”, apunta el ministerio.
El impacto acumulado de la falta de lluvias lleva a que las reservas de agua embalsada estén al 47,4% de su capacidad esta semana, según la información facilitada este martes por el Gobierno. La media de la última década para esta misma semana del año es del 66,7%, es decir, 19,3 puntos porcentuales por encima de la reserva actual.
La última semana “las precipitaciones han afectado considerablemente a toda la Península”, se resalta en el boletín hidrológico del ministerio. “Y los primeros 10 días de junio ha llovido más que todo lo que llueve de media un mes de junio normal”, añade por su parte Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Las precipitaciones de las últimas semanas han contribuido a frenar la caída de las reservas de agua, pero ni mucho menos han revertido la mala situación en muchas de las cuencas del país. ¿Por qué? “Básicamente, porque hay más salidas que entradas de agua”, resume Del Campo. Para comprender lo que está pasando hay que entender antes de dónde se sale: de una sequía de larga duración en una parte importante de la Península. En el conjunto del país, la primavera ha sido la segunda más seca desde que arrancan los registros en los años sesenta del siglo pasado. A su vez, 2022 fue también muy seco. Esto hace que las reservas de agua de los pantanos lleven muchos meses muy por debajo de lo normal y en valores nunca vistos desde la gran sequía de mediados de los noventa.
A esto se une que las precipitaciones caídas desde mediados de mayo son distintas de las que suelen producirse en el otoño e invierno, cuando “llueve mucho durante muchas semanas y en muchos lugares”, apunta el portavoz de Aemet. “Ahora se están dando chubascos intensos y localizados”. Es decir, llueve mucho durante un corto espacio de tiempo, pero solo en un punto determinado, no de forma generalizada. Del Campo añade un factor más: la falta de humedad acumulada de los suelos, que disminuye la escorrentía, que es la que provoca que el agua acabe llenando los pantanos. “Cuando llueve se humedecen los suelos y se llenan los acuíferos, y en ese momento es cuando produce la escorrentía”, detalla el portavoz de Aemet. Pero la falta de humedad previa de los suelos hace que no se colmaten y el agua no termine fluyendo hacia los embalses. A todo ello se le unen las altas temperaturas que ya se dan en junio y que provocan que, tras las lluvias, la evaporación sea mayor. Toda esta confluencia conduce a que las reservas de los embalses en España sigan muy por debajo de lo normal, a pesar de las lluvias de las últimas semanas.
Respecto a las grandes cuencas, la que peor está es la del Guadalquivir, cuyos embalses están al 24% de su capacidad. La media de la última década para esta misma semana del año es del 59,8%, es decir, las reservas del Guadalquivir están casi 36 puntos porcentuales por debajo. Y los cultivos de regadío tienen importantes restricciones desde hace meses. El 88,3% de la superficie abastecida por esta cuenca del Guadalquivir está en situación de emergencia. Otro de los puntos rojos son las cuencas internas de Cataluña, cuyas reservas están al 29,8% —54,5 puntos porcentuales por debajo de la media de la última década— y donde hay ya decenas de municipios con restricciones en el uso del agua. Además, en otras cuencas, como el Ebro y Duero, se está produciendo un “agravamiento de la situación” en algunas zonas.
Para el corto plazo, en lo que resta de semana, Rubén del Campo prevé que se den de nuevo tormentas en el norte y el este del país, con trombas y granizo. Pero a partir del fin de semana se producirá “un cambio radical” con una subida generalizada de las temperaturas hasta alcanzar el “calor de pleno verano” durante el día y la noche. En el largo plazo, lo que pronostican los modelos para los próximos tres meses es que de nuevo las temperaturas estarán por encima de lo normal en España. Y es posible que el estío sea algo más húmedo de lo habitual. “Pero esas lluvias no va a acabar con la sequía este verano”, concluye Del Campo, “aunque sí podrán hacer que baje el riesgo de incendios”.
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