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Crece el fenómeno de las asambleas climáticas en el mundo: la última se ha creado en Escocia y es 100% ‘online’

Después de retrasarse por la pandemia, en España el Ministerio para la Transición Ecológica espera que se pueda poner en marcha una de forma virtual en 2021

Clemente Álvarez
Activistas climáticos de la organización Extinction Rebellion protestan en Edimburgo, Escocia, en septiembre de 2019.
Activistas climáticos de la organización Extinction Rebellion protestan en Edimburgo, Escocia, en septiembre de 2019.Jane Barlow (AP)

Uno de los 105 ciudadanos elegidos al azar para formar parte de la asamblea climática 100% online que ha arrancado hace unas semanas en Escocia es un antiguo herrero que jamás había utilizado un ordenador. Para respetar la elección por sorteo de los participantes —uno de los pilares de este sistema de democracia ciudadana—, los organizadores han tenido que comprarle una computadora y enseñarle a utilizarla para conectarse a las reuniones por Internet. Así lo cuenta Olivier Escobar, profesor de Políticas Públicas de la Universidad de Edimburgo y uno de los especialistas que ha intervenido en el diseño de esta iniciativa escocesa, que asegura que ni siquiera esto ha supuesto un inconveniente insuperable para poner en funcionamiento esta nueva asamblea climática completamente virtual en mitad de la pandemia. Un ejemplo que no deja en muy buen lugar al Gobierno de España, que a pesar de haberse comprometido a ello el pasado mes de enero, sigue sin tener fecha concreta para que empiece a funcionar una en este país. “No se ha podido poner en marcha tal cual estaba pensada por las circunstancias”, afirman desde el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, “estamos haciendo un esfuerzo enorme para ponerla en marcha de forma virtual en 2021″.

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La asamblea ciudadana de Escocia es la última de un fenómeno que va creciendo por todo el globo y que tiene un protagonismo especial en el ámbito de la crisis climática. Según un informe publicado este jueves por la Fundación Conama, a lo largo de 2019 se completaron 38 procesos de deliberación ciudadana en el mundo y otros 26 estaban en marcha. Estas iniciativas abordaron múltiples ámbitos y la mayoría tuvo lugar a escala local en diferentes ciudades de Reino Unido, Australia y Canadá. No obstante, buena parte de ellas se centraron en dar respuesta al desafío del cambio climático.

“Dada la urgencia de la emergencia climática y las limitaciones de algunas instituciones tradicionales, necesitamos instituciones cívicas que ayuden a legitimar acciones inmediatas y urgentes basadas en pensamientos a largo plazo”, incide Escobar. “Esto es algo que las instituciones actuales no hacen bien: actuar inmediatamente y basándose en pensamientos a largo plazo”.

A consecuencia de la pandemia, ya otras asambleas climáticas tuvieron que recurrir en algún momento a las reuniones virtuales. Sin embargo, la de Escocia es la primera de un tamaño significativo diseñada para realizarse completamente online. Empezó a finales de noviembre y debe terminar en marzo. Hay prisa para llevarla a cabo antes de que se disuelva el Parlamento escocés para la celebración de elecciones en mayo. “Esperamos que las conclusiones ayuden a los diferentes partidos políticos a redactar sus programas”, incide el profesor de la Universidad de Edimburgo, que también recuerda que el próximo invierno debe celebrarse en Glasgow la COP26, la decisiva Cumbre Mundial del Clima aplazada este año por el coronavirus.

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Como repasa el informe sobre asambleas ciudadanas de la Fundación Conama, la gran mayoría de estas iniciativas sigue el modelo de sorteo cívico originario de la Grecia clásica. Así pues, los participantes son elegidos al azar, no importa que sepan algo de la crisis climática, pero sí que sean una muestra representativa de la sociedad. Para compensar la falta de conocimientos en un ámbito tan complejo, las primeras sesiones suelen orientarse a la preparación de los escogidos a través de la intervención de expertos. “Se trata de cubrir un montón de ángulos diferentes”, destaca Escobar, que asegura que en esta fase resultan claves la transparencia y el equilibrio para garantizar la legitimidad de la asamblea. En Escocia hay un órgano de gobernanza que supervisa todo esto, formado por perfiles tan diversos como empresarios, agricultores, académicos o activistas climáticos, al que se invitó además a sumarse esta vez a un representante de cada partido político del Parlamento. “El equilibrio siempre es una cuestión difícil, dos integrantes de Extinction Rebellion trabajaron con nosotros ocho meses, pero justo cuando empezamos se salieron porque a ellos les parecía que los escenarios y el espectro del debate no integraban lo suficiente la parte más radical”, señala este experto en innovación democrática.

El de Escocia es uno de los casos en los que se paga a los ciudadanos elegidos (unos 221 euros por fin de semana), un incentivo para asegurar la dedicación necesaria a una tarea que no resulta fácil. La misión de los participantes en todas estas asambleas es siempre la misma: intentar ponerse de acuerdo entre ellos para responder a una pregunta. La iniciativa escocesa plantea: “¿Cómo debe cambiar Escocia para afrontar la emergencia climática de una manera efectiva y justa?”. La selección de esta pregunta es otra de las claves que determinan el desarrollo de estos innovadores sistemas de deliberación.

El presidente francés Emmanuel Macron en una reunión con los representantes de la Convención Ciudadana del Clima este lunes.
El presidente francés Emmanuel Macron en una reunión con los representantes de la Convención Ciudadana del Clima este lunes. THIBAULT CAMUS (AFP)

Al final se trata de consensuar una lista de acciones concretas y conseguir que se tomen en cuenta. En este punto, resulta muy llamativo el ejemplo de Francia, donde el presidente, Emmanuel Macron, confirmó este mismo lunes su intención de celebrar un referéndum para incluir en el artículo 1 de la Constitución los conceptos de “biodiversidad, medio ambiente y lucha contra el cambio climático”, una de las propuestas realizadas por los 150 participantes de la Convención Ciudadana del Clima, que costó al país 5,4 millones de euros. En el mes de junio, Macron se había comprometido a recoger “sin filtro” 146 de las 149 medidas consensuadas, pero eso parece complicado de cumplirse.

“Estas asambleas tienen que tener un impacto, si no para qué hacerlas, pues son caras. Pero tampoco hay que ser demasiados simplistas”, comenta Escobar, que considera que estas iniciativas cívicas deben formar parte de un sistema más amplio donde se combine el trabajo de distintas instituciones. “La asamblea ciudadana propone una visión, pero después tiene que haber un papel para las instituciones legislativas, el Parlamento luego recoge eso, toma el relevo y trabaja con esas conclusiones. En Francia se hicieron promesas al principio que fueron bastante… interesantes, aquí en Reino Unido cuando se dice interesante significa raro. Fue algo muy innovador, pero ahora empieza a salirles el tiro por la culata”.

En este mismo sentido, en el informe de Conama, Ernesto Ganuza, investigador en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (IPP) del CSIC, incide en que “actualmente ninguna propuesta obtenida de una asamblea ciudadana en el mundo tiene carácter vinculante”. “Se tramitan como iniciativas legislativas para que sean refrendadas por la población. Tal y como están pensadas ahora mismo, el carácter vinculante generaría problemas de legitimidad en las decisiones”, afirma.

“Ahora que estas innovaciones democráticas empiezan a proliferar, en los próximos años va a haber fricciones entre las instituciones de la democracia representativa y las instituciones de la democracia participativa y deliberativa”, señala a su vez el profesor de la Universidad de Edimburgo. “Estas fricciones tienen que ver con el modelo de democracia que hemos construido, que es bastante estrecho, necesitamos una democracia más amplia”.


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Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.

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