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¿Pudo Shakespeare inspirar la marca de un barbitúrico?

Jugando a encontrar el significado original de las palabras científicas, nos encontramos con curiosidades que a veces alcanzan la ficción

Shakespeare palabras científicas
'Las Comedias, Historias y Tragedias de William Shakespeare' de 1623.
Montero Glez

La etimología es la disciplina lingüística que se ocupa del origen de las palabras. Bien mirado se trata de un juego por el cual alcanzamos el primer aroma de la palabra a estudiar; la razón de su existencia e interpretación.

Dispuestos a jugar, y sin salirnos de la dimensión científica, nos encontramos con algunas curiosidades etimológicas que bien merecen ser señaladas. Sin ir más lejos, el origen de la palabra “barbitúrico” se remonta hasta el 4 de diciembre de 1863, fecha en la que el ácido barbitúrico fue sintetizado por el químico Adolf von Baeyer, coincidiendo en el santoral con el día de Santa Bárbara, de ahí el nombre que lo designa.

Sin embargo, hay voces que apuntan que la denominación se debe a otra Bárbara, amante de Adolf von Baeyer y camarera en Múnich. Según estas voces, la tal Bárbara fue quien proporcionó a Adolf von Baeyer la orina para realizar el experimento que tuvo como resultado la síntesis del citado ácido. Hay que apuntar que para conseguir el ácido barbitúrico es necesario combinar ácido malónico con urea, compuesto químico que se encuentra en la orina. Pero como toda mitología se presta a distorsión, es posible que la denominación se deba a que el día del descubrimiento, Adolf von Baeyer y sus ayudantes fueron a celebrarlo a una taberna donde también se estaba celebrando el día de Santa Bárbara. Por lo cual volvemos hasta el principio, obviando las voces que apuntan al juego amoroso entre Adolf von Baeyer y la camarera.

Siguiendo con el origen etimológico de los compuestos químicos tenemos el Veronal, nombre comercial del primer somnífero del grupo de los barbitúricos que tuvo su mercado a principios del siglo XX. Su etimología nos lleva hasta Verona, ciudad italiana donde dicen que despertó su descubridor Josef von Mering después de ingerir una dosis para dormir en un viaje en tren. Con todo, y como ya hemos visto, los supuestos son una constante, y hay quienes dicen que la marca Veronal tuvo un origen más literario, apuntando a William Shakespeare y a su tragedia Romeo y Julieta, donde los amantes de Verona viven un amor prohibido que, con el tiempo, ha ido convirtiéndose en un arquetipo. En uno de sus pasajes, Julieta toma una sustancia somnífera para simular la muerte, de ahí el nombre de este barbitúrico de propiedades hipnóticas.

Sin dejar de lado los narcóticos, tenemos la palabra “asesino”, cuya etimología nos lleva hasta nuestras raíces árabes por ser de lengua árabe su procedencia. Así tenemos la palabra ḥaššāšīn que, según el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana de Corominas, significa “bebedor de ḥaššiš, bebida narcótica de hojas de cáñamo”. De esta forma, ḥaššāšīn será el término que se utilice para nombrar a los seguidores de una secta musulmana (siglos X-XIII) que se dedicaba a realizar asesinatos políticos bajo los efectos del ḥaššiš.

De hecho, la palabra assassin viene a significar magnicida en inglés, diferenciándose de murderer que es quien, a la hora de matar, no solo lo hace por motivos políticos.

Para terminar, la palabra “científico” es originaria del latín scientificus y significa “relativo al que hace sabiendo” siendo “ciencia”, scientia, “cualidad del que sabe”. El primero en utilizar el término “científico” fue William Whewell, teólogo, filósofo y también científico, quien quiso dar un carácter global a todas aquellas personas que se dedicaban a la física, las matemáticas, la biología y demás disciplinas cuyo atributo común reside en el método con el que se procede para alcanzar el conocimiento.

William Whewell presentó el término en una reunión de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia en 1833 y, aunque en un principio tuvo sus reservas, con el paso de los años logró ser aceptado. Por mucho que se buscase, no se iba a encontrar otro término más preciso.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.






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Sobre la firma

Montero Glez
Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.
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