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¿Qué es lo que provoca la atracción de una nariz con las estrellas?

La fuerza de gravedad controla la evolución y el destino de todo el universo. El divulgador científico Marcus Chown lo cuenta de manera didáctica en su libro ‘Gravedad’

Johannes Vermeer
'El Astrónomo' (1668), por el pintor holandés Johannes Vermeer. Posiblemente, el científico representado era el polímata Antonie van Leeuwenhoek (1680–1686).
Montero Glez

Una de las primeras habilidades que desarrolló el Homo sapiens fue la de adaptarse a la fuerza de gravedad, un fenómeno que posibilita la atracción entre objetos de distinta masa y que Churchill definió como un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.

Visto así, hay un hilo invisible que engarza la historia de la ciencia y que no deja sin puntada el relato racional que vive en nuestro inconsciente desde que la manzana del pecado original se convirtió en fruto del conocimiento. Tal vez se trate de la misma manzana que en su día llevó a Newton a demostrar que no existen diferencias entre cielo y Tierra, que tanto lo de arriba como lo de abajo posee atributos en común, siendo uno de ellos la fuerza gravitatoria.

Para llegar a tal evidencia, Newton recorrió la elipse trazada por los planetas en torno al sol, así como la velocidad de estos. Porque cuanto más cerca están de la estrella, aceleran, como si la atracción entre la masa y el fuego reflejase la fuerza alquímica con la que Newton experimentaba en su laboratorio.

Newton combinó las leyes enunciadas por Kepler con su sabiduría en torno al secreto de la transmutación de la materia y, con ello, apunta aclara afirmó que la gravedad es la fuerza que activa todas y cada una de las partículas del universo. Pero si seguimos trazando elipses con el hilo de la ciencia, cabe mostrar aquí otra de esas perlas históricas que siempre han permanecido envueltas en la cáscara viva de un molusco. Se trata del Uraniborg, algo así como el castillo de Urania, un lugar mágico situado en la isla danesa de Ven donde el astrónomo danés Tycho Brahe practicaba la alquimia y estudiaba las estrellas antes de la invención del telescopio.

En Uraniborg, un castillo en la isla danesa de Ven, el astrónomo danés Tycho Brahe practicaba la alquimia y estudiaba las estrellas antes de la invención del telescopio. Junto a su discípulo más adelantado: Johannes Kepler
El palacio Uraniborg (1580), observatorio astronómico y laboratorio de alquimia, lo gestionó Tycho Brahe y financió el rey Federico II.
El palacio Uraniborg (1580), observatorio astronómico y laboratorio de alquimia, lo gestionó Tycho Brahe y financió el rey Federico II.Atlas Maior

En aquel castillo rodeado de jardines que fueron trazados atendiendo a patrones cósmicos, Tycho Brahe paseaba los días junto a su discípulo más adelantado: Johannes Kepler. Discutían acerca de las medidas sobre la posición de los planetas, también sobre el movimiento de Marte y sobre otros asuntos científicos que siempre terminaban con un roce entre la incertidumbre y una vivencia. Porque la intuición a Tycho Brahe le daba siempre en el mismo sitio, en la punta de su nariz postiza, una prótesis que gastaba desde que el tajo de una espada se la arrancase de golpe. Fue en una disputa poco clara, algunas fuentes señalan que fue culpa de una predicción astrológica, otras voces afirman que fue un desacuerdo matemático; quién sabe.

La verdad es que la ausencia de nariz la vino a suplir con una prótesis de oro, el metal cuyo origen está en la explosión de una estrella. No pudo haber sido de otra forma. Una aproximación material que vino a sustituir el vacío incomprensible de su rostro. Hay detalles que caen por su propio peso.

Son cosas que uno descubre leyendo Gravedad de Marcus Chown (Blackie Books, 2019), uno de los libros más apasionantes escritos acerca de esta fuerza fundamental que provoca la atracción de una nariz con las estrellas o de una manzana con el mundo. Porque la manzana atrae el mundo hacia sí y, a su vez, el mundo atrae a la manzana, ya sea la de Newton o la de Adán y Eva. Cosas.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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Sobre la firma

Montero Glez
Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.

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