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Alberto Espina: “Sebastián Piñera siempre tenía una salida que aliviaba la tensión”

El abogado y exministro de Defensa del fallecido exmandatario fue su amigo desde 1989. Fueron compañeros de una generación política de la centroderecha que fue protagonista de la transición democrática chilena

Alberto Espina habla en el palacio de La Moneda, en agosto de 2018.
Alberto Espina habla en el palacio de La Moneda, en agosto de 2018.Agencia Makro (Getty Images)
Ana María Sanhueza

Fue en 1989 cuando Alberto Espina (Santiago, 67 años) conoció a Sebastián Piñera. Fue en el comando de Hernán Büchi, el entonces candidato presidencial de la derecha que competía por La Moneda con el democristiano Patricio Aylwin, el abanderado por la Concertación que, finalmente, se convirtió en el primer mandatario de Chile en democracia tras la dictadura de Augusto Pinochet.

Espina es uno de los fundadores de Renovación Nacional (RN), el partido de Piñera, quien murió el martes en un accidente luego que el helicóptero que pilotaba cayera al lago Ranco, en el sur de Chile. No solo eran amigos, sino que además fueron parte de una generación política de la centroderecha, junto a Andrés Allamand y la alcaldesa de Providencia Evelyn Matthei, de la UDI, hoy la principal figura de la derecha tradicional. El grupo, bautizado en los años 90 como La patrulla juvenil, fue protagonista en la transición democrática, que comenzó en 1990 con Aylwin.

El abogado fue diputado de RN por tres periodos (1990-2002) y dos veces senador (2002-2018). Cuando Piñera fue electo presidente, fue su ministro de Defensa en su segunda Administración. Actualmente, Alberto Espina es consejero del Consejo de Defensa del Estado (CDE), cargo en que lo designó el exmandatario en noviembre de 2020.

Espina recuerda que Piñera, pese a que practicaban fútbol y tenis juntos y que sus familias son cercanas, que en La Moneda separaba las aguas. Sonríe al rememorar que cuando el exmandatario creía que todo funcionaba bien en la cartera de Defensa, se refería a él como Alberto. En cambio, si consideraba que había algo que modificar o no le parecía, lo llamaba ministro”.

Pregunta. ¿Qué impresión tuvo de Sebastián Piñera cuando lo conoció?

Respuesta. Él trabajaba en la campaña de Hernan Büchi. En esa época nos reunimos con Andrés Allamand y con Sebastián porque queríamos que fuera el candidato a senador por Santiago y lo convencimos. Yo también era candidato a senador y así nos hicimos muy amigos. Me impresionó la sencillez en una persona que siempre tuvo tanto éxito empresarial, y que nunca se le fueron los humo a la cabeza. Era, además, brillante.

P. Piñera venía de otro mundo, de familia democristiana, y de haber votado NO a Pinochet en el plebiscito de 1988. Habían estado en lados diferentes. ¿Hablaban de eso cuando se conocieron?

R. Teníamos claro que había que construir una centroderecha moderna, muy comprometida con la democracia. Capaz de defender nuestros principios con lealtad, dedicando más a demostrarle a la ciudadanía lo que queríamos para Chile, que gastando el tiempo en criticar a nuestros adversarios. Y, sobre todo, que Chile requería una centroderecha con un fuerte compromiso democrático y con libertad. Con la idea de que al servicio público se entra para que uno pueda colaborar dentro de sus capacidades para que el país progrese y la gente pueda tener una mejor calidad de vida. Ahí se conformó La patrulla juvenil con Evelyn Matthei y Allamand. Hicimos una vida juntos. Impulsamos la democracia de los acuerdos, que era resistida por algunos sectores.

P. ¿Cómo recuerda el periodo de la democracia de los acuerdos?

R. Acababa de terminar el gobierno militar. Chile había retornado a la democracia, había restablecido sus sistemas democráticos, estábamos en un proceso de transición. Era muy importante que se hicieran esfuerzos para fijar ciertas políticas de Estado para que, entre todos, pudiéramos colaborar para que la democracia se afianzara y el modo de desarrollo del país diera sus frutos hacia todos los chilenos. Y, por lo tanto, se impulsaron proyectos de ley que considerábamos fundamentales para que el país pudiera alcanzar grados de consenso y acuerdos que nos permitieran a todos empujar el carro para el mismo lado.

P. ¿Por qué cree que Piñera no militó en la Democracia Cristiana, que era su partido familiar y sí lo hizo en la derecha?

R. Yo creo que se sintió atraído por esa centroderecha nueva que se estaba creando y que lideró. Él consideraba que era una gran oportunidad de crear un gran referente que liderara los cambios que Chile necesitaba y que nos condujera algún día al gobierno, y resulta que así fue, porque gobernó dos veces Chile. Eso fue fruto del trabajo que comenzó a hacerse desde esa época.

P. ¿Cuál cree que fue la sombra de Sebastián Piñera? Dicen que pudo ser la combinación de la política y los negocios.

R. Cuando Sebastián empezó a dedicarse a la política en el año 90, yo vi que lo hacía todo el tiempo. En un momento de tomar caminos, se concentró en el servicio público. Y eso fue lo que le permitió hacer escuela y dejar un legado, como lo está dejando ahora.

P.¿Cuál es ese legado?

R. Son tres legados. El primero es una vocación democrática grabada a fuego. Había que respetar las reglas democráticas y ganar dentro de estas reglas. Y no había justificación para saltarlas. Nosotros estábamos en contra de los senadores designados, y después queríamos que la Constitución terminara con enclaves autoritarios y luchamos duras pulsaciones por eso. Nos preocupábamos de que estas ideas fueran bien comprendidas y las defendimos con convicción y sin dobleces. Y eso creo que fue el éxito.

P. ¿Y los otros legados?

R. La cultura de hacer las cosas bien. Sebastián siempre estaba preocupado y recalcaba que, tratándose de la plata de todos los chilenos, había que cuidarla y hacer el trabajo bien hecho, que no bastaba con decir lo hice más o menos. El tercer legado fue su infinita capacidad para enfrentar las adversidades con coraje y sacar adelante cosas que eran muy difíciles. Por ejemplo, el terremoto del 2010. Fue devastador, y a los pocos días antes de que asumiera su primer gobierno. Fue un esfuerzo gigante que permitió reconstruir un tercio de Chile. Después vino el rescate de los 33 mineros, que era muy difícil. Mucha gente le decía que a lo mejor era conveniente que el gobierno reconociera que no era posible hacerlo porque, si después se reconocía que no se podía, iba a tener un efecto político negativo. Pero Sebastián tenía la convicción de que los mineros podían estar vivos e insistió en rescatarlos.

P. En su segunda Administración le tocó el estallido social. Usted era ministro de Defensa. ¿Cómo lo vivieron?

R. El estallido social fue una cosa absolutamente sorpresiva. Nos dimos cuenta a los pocos días que el propósito era, para algunos sectores de extrema izquierda, derrocar al Gobierno del presidente Piñera. Y después se produjo una disyuntiva en noviembre de ver si salían por segunda vez las Fuerzas Armadas, cuando estaban nuevamente saqueando el país, o se avanzaba en la línea institucional, que era gestar un acuerdo político transversal. Y él tomó esa decisión. Fue muchas veces incomprendido. Pero, finalmente, ese acuerdo nos permitió evitar un derramamiento de sangre que habría sido muy doloroso, muy largo, muy intenso y con muchos daños colaterales. Todo eso lo hizo con mucha fuerza y convicción.

P. Hubo sectores que criticaron mucho a Piñera en esa época ¿Cómo vivió él esa etapa?

R. Fue una etapa muy dura. Pero él tenía una resiliencia muy grande. Nos señaló, claramente, que el camino que íbamos a seguir no iba a ser fácil, sino lleno de obstáculos. Pero que era lo que él creía que más le convenía a Chile y tuvo razón.

P. Después viene la pandemia.

R. Me tocó como ministro de Defensa. La movilización de las Fuerzas Armadas era un tema súper complejo. Él estaba siempre encima de los temas, pero era muy dialogante. Él escuchaba, preguntaba y resolvía. Me acuerdo de una anécdota. Cuando yo era ministro tenía dos maneras de referirse a mí. Si era para decirme que algo que había salido bien, me decía Alberto; pero si él tenía alguna duda y algún cuestionamiento, me llamaba ministro. Me decía: ‘venga a La Moneda por favor’.

P. ¿Se trataban de tú o de usted en el Gobierno?

R. De usted, siempre. Hay una tradición republicana que hay que respetar. El presidente es el presidente. Él sabía mezclar muy bien las cosas. Y en los momentos más tensos, siempre tenía una salida que aliviaba la tensión.

P. ¿Cómo lo hacía?

R. Contaba alguna anécdota del pasado. Él tenía, además, una tremenda resiliencia. Y yo creo que eso era producto de su convicción. Porque, cuando haces las cosas con la conciencia tranquila, y tienes la convicción de hacer lo correcto, sabes el camino que hay que hacer. Y cuando había que enderezar, cambiar de rumbo y corregirlo, lo hacía. Tenía pragmatismo en eso.

P. ¿Qué se extingue en la derecha con la muerte de Sebastián Piñera?

R. Lejos, el liderazgo más potente que ha tenido la derecha, de eso no cabe duda. Porque seguía teniendo un liderazgo muy fuerte. Su convocatoria era extraordinaria. Pero esto [la muerte] también es un desafío, porque hay que tomar el bastón del mando que él tenía para que otros lo asuman con la misma fuerza que él tenía. Sobre todo, incorporando nuevas generaciones. Eso era muy importante y él lo sabía. Hay una responsabilidad de tomar su legado y proyectarlo.

P. ¿Quiénes son los llamados a recibir ese bastón?

R. No me gusta dar nombres porque lo creo injusto. Pero él tenía preocupación por la gente joven. Se reunía mucho con jóvenes. Siempre conversaba. Y tenía la preocupación de ir dándoles cada vez más protagonismo.

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Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.
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