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CRIMEN ORGANIZADO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

América Latina 2024: la amenaza del crimen organizado

En solo cinco años, la tasa de homicidios en Ecuador aumentó en alrededor de 800%, llegando a 46 cada 100.000 habitantes

Ciudadanos observan a soldados ecuatorianos patrullar un barrio de Quito, el 12 de enero.
Ciudadanos observan a soldados ecuatorianos patrullar un barrio de Quito, el 12 de enero.KAREN TORO (REUTERS)

Esta semana, el Centro de Estudios Internacionales UC lanzó la cuarta edición de Riesgo Político América Latina 2024, reporte que mide los 10 principales riesgos que enfrentará la región.

2024 será un año intenso para América Latina, en un contexto internacional incierto. Habrá que poner foco en la evolución del conflicto Ucrania-Rusia, Israel-Palestina, China-Taiwán, la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China, el mayor poder de los llamados actores no estatales, y un verdadero tsunami electoral, con alrededor de 80 procesos electorales en unos 70 países. A nivel económico, las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para el 2024 son en torno a 2,3% del PIB. La región crecería menos que el promedio mundial y se encaminaría a una nueva década perdida (2014-2023), creciendo a menos del 1% del PIB anual.

Este año no será ni de mareas rosas ni de olas azules para la región. Se anticipa que habrá un debilitamiento del voto de castigo a los oficialismos, un mayor balance entre continuidad y cambio, lo que generará una mayor diversidad ideológica de los mandatarios. La prevalencia de Gobiernos de izquierda o centroizquierda (marea rosa) que existía en América Latina a inicios de 2023 se vio reducida por los triunfos de mandatarios de derecha o centroderecha en Paraguay, Ecuador y Argentina, y algo similar podría ocurrir durante el presente año en las seis elecciones presidenciales.

A nivel de riesgos políticos en 2024, nuestro informe vuelve a revelar que el principal es el crimen organizado, la inseguridad y narcotráfico. Según el IV Estudio Mundial sobre Homicidios de la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD), el crimen organizado es el responsable de alrededor de la mitad de los homicidios en Latinoamérica y el Caribe; además, ocho de cada 10 países con las tasas de homicidios más altas del mundo se encuentran en Latinoamérica y el Caribe.

Un caso sintomático es Ecuador, un país en el pasado relativamente seguro que se ha convertido en lugar de tránsito de las drogas y terreno fértil para las organizaciones criminales. Las cifras de este país son escalofriantes: en solo cinco años, la tasa de homicidios aumentó en alrededor de 800%, llegando a 46 cada 100.000 habitantes. Los niveles récord de producción de cocaína en Perú, Bolivia y Colombia han terminado por incrementar la violencia entre grupos criminales locales e internacionales en Ecuador.

El segundo lugar de los riesgos políticos es ocupado por el aumento de la corrupción e impunidad, con una región estancada en la materia y con países como Uruguay, Chile y Costa Rica –tradicionalmente de buen desempeño– que han sido víctimas de estos episodios. La vulnerabilidad en el control de las fronteras territoriales y los bajos niveles de coordinación judicial, han venido facilitando el accionar de actores ilegales. Por otro lado, en los últimos años múltiples presidentes han sido condenados por la justicia por corrupción: Juan Orlando Hernández (Honduras), Rafael Correa (Ecuador), Elías A. Saca (El Salvador), Cristina Kirchner (Argentina), Otto Pérez Molina (Guatemala), Horacio Cartés (Paraguay), entre otros. En términos de cultura política, será necesario revisar las estructuras de incentivos para modificar el comportamiento social que permitan romper las dinámicas imbricadas de aceptación y tolerancia hacia la corrupción.

La desafección democrática ocupa este año el tercer lugar, con una señal alarmante: más de la mitad de los latinoamericanos es indiferente al régimen político, mientras el Gobierno le resuelva sus problemas, dando mayor espacio a liderazgos de corte populista y autoritarios. Según el último informe del Índice de la Democracia 2022, en la región solo Uruguay, Costa Rica y Chile son democracias plenas, y Panamá, Argentina, Brasil, Colombia y República Dominicana clasifican como democracias incompletas. De resto, ocho países son regímenes híbridos (Perú, Paraguay, Ecuador, México, Honduras, El Salvador, Bolivia y Guatemala) y cuatro son regímenes autoritarios (Haití, Cuba, Nicaragua, Venezuela). En comparación con las otras regiones analizadas en el índice, América Latina presenta la mayor recesión democrática durante las dos últimas décadas

La lista de riesgos es seguida por la gobernabilidad bajo presión y rápida pérdida de apoyo de los mandatarios, dejando en el pasado la llamada luna de miel del primer año de Gobierno (4º). Una profunda crisis de representación está afectando la confianza en los partidos políticos tradicionales y trasladando las expectativas hacia nuevos liderazgos con escasa estructura y experiencia de gestión que les impiden al llegar al poder contar con bases sólidas de gobernabilidad

El aumento de flujos migratorios se ubica en el quinto lugar. Actualmente, el mundo alberga a 7.7 millones de migrantes venezolanos, de los cuales 6.6 millones residen en América Latina, concentrándose principalmente en Colombia (2.9 millones) y Perú (1.5 millones). El incremento en los flujos migratorios ha ejercido presión adicional sobre los servicios públicos en América Latina. El aumento demográfico ha saturado los sistemas de salud, educación y vivienda, planteando desafíos considerables para los gobiernos a nivel local y nacional. La falta de recursos suficientes para satisfacer estas crecientes demandas ha generado tensiones sociales y conflictos entre los migrantes y las comunidades receptoras, especialmente en países como Colombia, Chile, Ecuador y Perú.

La radicalización de las protestas sociales (6º), en un escenario económico mediocre y altos niveles de desconfianza hacia las instituciones públicas, aparece nuevamente como un riesgo político. Aunque las protestas se “anestesiaron” el 2020 por las cuarentenas, en 2021, 2022 y 2023 reaparecieron en distintos países. Brasil, Perú y Panamá han sido algunos ejemplos que las protestas y su radicalización siguen siendo un riesgo político en la región. En vista del 2024, con una economía desacelerada, altos niveles de desconfianza pública y dificultades de gobernabilidad, las protestas y su radicalización pueden regresar.

La inestabilidad internacional, con distintos focos de conflicto, se ubica en el séptimo lugar. El mundo ha entrado en una etapa de menor contención de los conflictos y las potencias parecen tener menor capacidad de encauzar las tensiones globales. Mientras Estados Unidos y China están en una confrontación estratégica, Rusia se perfila como un elemento desestabilizador a nivel global y el sistema multilateral liderado por las Naciones Unidas se ve impotente frente a la crisis humanitaria sin precedentes en Gaza.

El deterioro del clima de negocios ante falta de certeza jurídica y políticas de atracción de inversión extranjera, ocupa el octavo lugar. No obstante las condiciones favorables de la región por su alta disponibilidad de minerales críticos y alto potencial para el desarrollo de las energías renovables, aún persisten medidas contrarias a la libertad para desarrollar negocios, la falta de un discurso más robusto para incentivar la atracción de inversión extranjera y el exceso de trámites administrativos para el desarrollo de proyectos.

El impacto de la tecnología en la política como forma de manipulación de la opinión pública aparece en el noveno lugar. Las últimas elecciones en América Latina son reflejo de una sociedad que demanda cambios tan rápidos como la información que reciben. Esta nueva ciudadanía, cargada de información, ha movilizado su apoyo a líderes que pueden construir un relato fácil de digerir y viralizar

Por último, la vulnerabilidad frente al cambio climático (10º). Esta vulnerabilidad pone en riesgo temas relevantes como la seguridad alimentaria, la escasez de recursos hídricos, una mayor dificultad para hacer frente a eventos climáticos extremos y una capacidad de adaptación cada vez más compleja de las comunidades más desfavorecidas. Además, habrá que mirar con atención el fenómeno de El Niño, que conlleva fenómenos naturales extremos.

No todas son malas noticias. América Latina tiene una oportunidad única de dar el salto: los minerales críticos para la economía del futuro se encuentran en la región, como el cobre, cobalto, níquel o el litio, donde Bolivia, Argentina y Chile concentran cerca del 60% de las reservas mundiales. Así lo entienden las grandes potencias, que han seguido mirando con atención la región a través de iniciativas globales como el Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP) de Estados Unidos, la Franja de la Rura y la Seda de China y la iniciativa Global Gateway de la Unión Europea. El liderazgo político tiene la palabra.


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