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Logros y retos de los hijos de la autonomía

EL PAÍS reúne a cuatro profesionales de diferentes sectores que crecieron en la incipiente Andalucía del posreferéndum y hoy son punta de lanza en sus respectivas disciplinas

Amalia Bulnes
Ramiro Ibáñez, enólogo, María Ángeles Martín Prats, ingeniera aeroespacial, Lola Pons, filóloga y Alberto López, actor, en el rectorado de la Universidad de Sevilla.
Ramiro Ibáñez, enólogo, María Ángeles Martín Prats, ingeniera aeroespacial, Lola Pons, filóloga y Alberto López, actor, en el rectorado de la Universidad de Sevilla.PACO PUENTES

Son mantras que se siguen repitiendo después de 40 años de Autonomía, soportados, unas veces en datos, otras en viejos clichés: el autogobierno de Andalucía que puso fin a una histórica relación de desigualdad territorial en España ha dado como resultado unos incuestionables avances en materia de sanidad, educación, transporte y ayudas sociales; pero también seguimos mascullando, apuntalando complejos ancestrales en el hipocampo de nuestra memoria, que Andalucía sigue siendo sol, playa y folclore; reducto del paro y la mano de obra barata, y en definitiva, la cola de nuestro país en muchos medidores de bienestar y prosperidad.

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Para salir de este bucle maniqueo –¿estamos donde tenemos que estar?, ¿la prosperidad en Andalucía es solo un signo de los tiempos o está relacionada con nuestro autogobierno?, ¿nos siguen lastrando estigmas de pobreza y subdesarrollo en lo referente a economía, educación y lengua?– EL PAÍS reunió hace unos días en el Rectorado de la Universidad de Sevilla a cuatro profesionales de diferentes sectores que crecieron y se educaron en la incipiente Andalucía de la Autonomía.

Nacidos todos en la década de los 70, María Ángeles Martín Prats (ingeniera aeroespacial), Lola Pons (catedrática de Lengua en la Universidad de Sevilla), Ramiro Ibáñez (enólogo, fundador de la bodega Cota 45) y Alberto López (actor y productor cultural) supieron imprimirle a este debate una pátina de realidad, con sus zonas luminosas y sus puntos de oscuridad. Con todo, todos han realizado una apuesta laboral que los ha llevado a ver mundo, pero han terminado volviendo a casa. Evitar la fuga de talentos de Andalucía, hacer de esta región un lugar atractivo para que sus profesionales fortalezcan el tejido productivo, se convirtió así en otro fantasma que planeó durante toda la conversación.

"Por lo común, en Andalucía hay una satisfacción generalizada con el lugar en el que vivimos, hay cierto discurso de que esto es lo mejor del mundo", comienza con voz crítica la lingüista Lola Pons, defensora del habla andaluza, divulgadora y una de las voces femeninas con más peso en el ámbito universitario sevillano. Para la autora del ensayo Una lengua muy larga. Cien historias curiosas sobre el español, "la autosatisfacción tiene una segunda parte que me parece muy peligrosa: el chovinismo andaluz puede ser muy limitador, puede estar impidiendo un esfuerzo colectivo que yo creo que es necesario para poder superar nuestros problemas, que indudablemente los tenemos. Lleva implícita cierta desidia, resignación, nos lleva a pensar que esto está bien cómo está y que no es necesario compararlo con otro lugar", asegura.

¿Cómo estamos de autoestima los andaluces?

Para Ramiro Ibáñez, los andaluces somos aún "unos adolescentes en materia de autoestima". Y se explica: "Estamos aún en ese momento en el que vemos a nuestra familia por la calle, en este caso sería nuestra identidad andaluza, y nos cruzamos de acera porque nos avergüenza; nos hace falta madurar y reencontrarnos con nuestros orígenes, aceptarlos y sentirnos orgullosos. Solo así se entiende el progreso", dice este enólogo que ha regresado a los métodos tradicionales de cultivo del vino en Andalucía.

Contrario a la idea de que vivamos en la autocomplacencia, cree que el Sur de España es un territorio "tan cargado de identidad que no solo nos hace diferentes de nosotros, sino que históricamente, esta identidad la ha asumido todo el que ha llegado y se ha establecido aquí: andaluz es al poco tiempo todo el que viene y quiere aportar cosas a nuestra tierra", asegura.

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Le acepta el envite Alberto López, actor sevillano que comenzó su andadura profesional al frente de la compañía independiente Varuma Teatro, con la que hizo giras por toda Europa y obtuvo múltiples reconocimientos antes de dar el salto al cine de la mano de su compañero Alfonso Sánchez, con el que forma el dúo humorístico conocido popularmente como Los Compadres. El intérprete le busca una explicación a esta autocomplacencia que preocupa a Lola Pons: "Muchas veces es una excusa, una trampa que nos hacemos, porque no nos creemos la capacidad que tenemos, el talento que atesoramos o lo que hemos sido. Y refugiarse en que esto es lo mejor esconde un tipo de complejo que tenemos los andaluces a la hora de competir con otras comunidades, con otros sectores, con los lugares donde se centralizan las propuestas de trabajo, en mi caso, relacionadas con el cine y el teatro. Vamos continuamente pidiendo permiso".

Alberto es uno de los grandes ejemplos del profundo cambio que ha experimentado el sector audiovisual andaluz en los últimos años, con su caso ejemplar de aquellos vídeos grabados para Internet que se hicieron virales y que, posteriormente, le posibilitaron dar el salto al cine. Hoy, con una recién aprobada Ley del Cine de Andalucía, que viene a darle refrendo legal a una realidad incontestable como es la consolidación de una industria cultural que es ya motor económico de Andalucía, López tiene claro que "hay algo que tiene que ver con la economía".

"Para mí no es una cuestión de acentos, de costumbres, es una cuestión de donde se concentran los poderes económicos –argumenta el actor– y cuando tú llegas de una tierra que no ha gozado de un poder económico con el que competir con otras comunidades, ya sientes de punto de partida que tienes un estatus inferior, porque nunca hemos encontrado las herramientas aquí para consolidar proyectos, sean audiovisuales en mi caso o de otro tipo. Tenemos complejo de pobres, no de acentos", explicita el actor.

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Sabe mucho de esto María Ángeles Martin Prats, ingeniera, profesora e investigadora de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Sevilla, profesional con un papel más que relevante en el desarrollo de la aviónica en Andalucía y España. Ha participado en más de 70 proyectos industriales y de investigación, siendo responsable hasta el momento de 42 proyectos aeronáuticos con transferencia de tecnología a la industria andaluza. Sin embargo, Prats no se conforma con su actividad docente y crea una empresa en 2011 "después de encontrarme con un grupo de ingenieros de diferentes titulaciones, muchos de ellos doctorados, sin posibilidad de trabajar en Andalucía. Todos habían salido ya fuera, se habían formado en el extranjero, pero querían volver. Son andaluces y se sentían con el derecho de vivir en su tierra. Y vivir de su trabajo", recuerda.

Hoy en día son 25 ingenieros trabajando en el proyecto Skylife Engineering, ubicado en la Isla de la Cartuja de Sevilla, "una empresa que se creó sin dinero pero basada en el conocimiento, de alto valor añadido", explica su artífice. Se trata, apostilla Martin Prats, "de un modelo diferente en Andalucía que sí que nos ha servido para romper complejos: una empresa de alta tecnología aeroespacial ubicada en Sevilla y creada por una mujer, de las que muchos ya dijeron 'pero esta quién es y qué se cree".

Salir para luego volver

"¿Y a pesar de todo seguimos teniendo complejos? Pues sí los tenemos", prosigue la tecnóloga, que asegura que los motivos para esa baja autoestima son cada vez menores: "nuestra universidad, para los fondos que recibe, está muy bien posicionada. En Sevilla hay más de 6.000 estudiantes de ingeniería y estamos dentro de los mejores ranking de excelencia. Hacemos un uso excelente de los pocos recursos que tenemos y estamos haciendo una apuesta ejemplar en el sector aeronáutico desde esta tierra que no solo demanda ingenieros, por cierto, sino que necesita abogados, mercantiles, fiscales, administración y dirección de empresa... de todo!", asegura esta profesora de Aviónica, una asignatura de la que no existían ni temarios cuando empezó.

Igualmente posicionado se encuentra actualmente el sector vinícola andaluz. EL PAÍS completó la charla con la presencia de Ramiro Ibáñez Espinar, licenciado en Enología e ingeniero agrícola natural de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) que, tras una trayectoria por diferentes bodegas dentro y fuera de España, ha creado su propio proyecto, Bodegas Cota 45. Estudioso de la historia de la viña del Marco de Jerez, Ibáñez es una de las voces imprescindibles en la recuperación de la memoria vínica de esta tierra y uno de los productores más respetados y admirados entre los aficionados y conocedores de los vinos del sur de España.

"Veníamos de un periodo de enorme esplendor en el XIX y principios del siglo XX pero, precisamente coincidiendo con estos 40 años de autonomía, el vino en Andalucía ha experimentado más tres décadas de descenso, han sido tiempos muy malos", reflexiona Ibáñez. Sin embargo, "ahora mismo nos estamos recuperando, con un momento de gran efervescencia creativa, con mucha gente que está haciendo cosas nuevas, que está volviendo a apoyarse en la historia y a tomar elementos de calidad de otras épocas", asegura.

Para este enólogo, el problema del vino andaluz es justo el contrario de otros sectores: "Hemos sido conocidos en el mundo entero con unos altísimos estándares de calidad y quizás morimos de éxito, tocamos techo. Ahora hay que hacer rentables grandísimas instalaciones y enormes infraestructuras en un mercado global muy competitivo", explica. A este respecto, Alberto López cree que tanto Ramiro Ibáñez con su bodega, como María Ángeles Martín Prat y su centro de alta tecnología, son ejemplos de la necesidad de una "reeducación" de la clase empresarial andaluza, para apostar por productos propios y no tener que acudir a otro tipo de financiación, "casi siempre externa, que como muy cerca está en Madrid" para levantar proyectos específicos.

A juicio de Lola Pons, Alberto López se refiere a "los históricos lobbies de poder, tanto económicos, como educativos o de otro tipo, en España": "Andalucía nunca ha estado presente en ninguno de ellos", protesta la lingüista que, sin embargo, reconoce, "a veces es muy difícil defender la posición de Andalucía en determinados entornos cuando aún estamos en el vagón de cola de muchos listados europeos de fracaso escolar, abandono temprano del sistema educativo, etcétera. Seamos también autocríticos", solicita la catedrática.

Acento "de pobres"

La catedrática Lola Pons está convencida de que el desprecio y la hostilidad hacia el acento andaluz esconde el estigma económico y social del histórico subdesarrollo de Andalucía. "Científicamente está demostrado que no hay rasgos lingüísticos superiores o inferiores a otros. Esto es el equivalente a decir que hay no razas mejores que otras. Sin embargo, sí es cierto que hay rasgos lingüísticos que nos suscitan una gran adhesión y otros que nos provocan rechazo. ¿Por qué unos sí y otros no? ¿por qué incluso a veces es cambiante? Las modas también existen en lo relativo a usos lingüísticos. Pues simplemente, o nada más y nada menos que por el perfil socioeconómico de los hablantes que lo practican", asegura la estudiosa.

Asimismo, Lola Pons asegura que existe una cuestión de "reflejo mediático". "Y no olvidemos que en las últimas décadas, desde los 80, en todas las producciones audiovisuales, los personajes con acento andaluz solían ser siempre los más desfavorecidos". A este respecto, el actor Alberto López asegura que "muchas veces se da por hecho que un actor con acento andaluz no puede ser nunca un actor de drama. No resulta serio, no te lo crees". A pesar de que la comedia se ha cruzado en su vida con muchos años de trayectoria dramática y lírica a su espalda, López confiesa que ha asistido a pruebas en las que el director de casting le dijo, sin ambages, "que un actor con mi acento no podía hacer nunca el papel de neurocirujano". Una realidad que, no obstante, cree que comenzó a cambiar con hitos audiovisuales como la película Solas, de Benito Zambrano, precursora del cine andaluz en 199; o producciones de gran presupuesto como La Peste, gracias a la que "hemos podido demostrar que aquí somos punteros incluso en empresas de recreación virtual", apostilla el actor.

En cualquier caso, para todos ellos "lo ideal es trabajar aquí, porque estamos enamorados de nuestra tierra", dice orgullosa la ingeniera aeroespacial, "y convencer al mundo de que aquí se hacen cosas grandes: las hacemos, las exportamos y las vendemos con nuestro acento andaluz", bromea. Con ese sentimiento de universalizar y externalizar el talento andaluz terminó una charla que, como colofón, cristalizó en un mensaje lanzado por Martin Prats a los estudiantes que acudieron a escucharla: "Tenéis que salir fuera, formaros, enriqueceros, pero luego hay que volver".

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