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Un cura contra la floristería más emblemática de Madrid

El Jardín del Ángel cierra sus puertas en el barrio de Las Letras tras un siglo por desavenencias con su casero, un párroco

Juan Diego Quesada
El Jardín del Ángel, en el barrio de Las Letras, ya vacío.
El Jardín del Ángel, en el barrio de Las Letras, ya vacío.David G. Folgueiras

—Chicos, ¿os vais?—, le preguntan a los dueños, que recogen los últimos enseres al otro lado de la verja.

—Sí, qué remedio.

—Jo, pues vaya pena. ¡Qué desastre de planeta!

En el barrio de Las Letras cunde el desánimo desde que se sabe que el Jardín del Ángel, la floristería más emblemática del centro, cerraba este lunes sus puertas después de más de 100 años de actividad. Otra prueba más, creen por aquí, de que la autenticidad de la ciudad se evapora. La mala relación de los últimos explotadores del negocio con el casero, el cura de la parroquia de al lado, ha precipitado el cierre de un negocio lleno de historia. La policía ha tenido que mediar en el fin de un contrato que ha sido de todo menos amistoso.

La floristería consiste en un invernadero de madera y cristal levantado dentro de un patio enrejado, junto a un olivo centenario. Está a la espalda de la iglesia de San Sebastián, en la calle de Atocha, en lo que antes era el cementerio de los cómicos. Aquí estaban enterrados Lope de Vega y Ventura Rodríguez. José Cadalso visitaba por las noches la tumba de María la Divina, una artista de la época de la que estuvo enamorada y cuya muerte de tifus a los 25 años le llevó a enloquecer. Se curó con literatura, escribiendo un libro que tituló Noches lúgubres.

La prohibición a finales del XVIII de los cementerios en las ciudades dejó el terreno yermo. A finales del siglo siguiente se abrió la floristería en un pequeño quiosco que poco a poco fue ampliándose y ganando terreno hasta ocupar todo el esquinazo. La familia Martín regentó el negocio durante décadas, hasta que un bisnieto de los pioneros, Antonio, les dio a sus hijos estudios. Ellos no quisieron continuar con la venta de flores.

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El Jardín del Ángel pasó por varias manos hasta acabar en las de los actuales dueños, que asisten boquiabiertos a la extinción de un negocio mítico. "Fuimos críticos con el estado del invernadero. Tiene humedades, goteras, desperfectos. Pedimos al cura de la parroquia que lo arreglara pero la relación se fue tensando hasta este punto", explica uno de los tres socios, Miguel Ramos, de 51 años.

Los socios creen que también los desalojan por el alquiler que pagan, 2.300 euros, bajo para un local de 297 metros cuadrados en esta zona de precios disparados. El negocio, por épocas, ha sido boyante, con la venta de ramos de flores a los hoteles más lujosos del centro. Sin embargo, ha ido decayendo. El estado del local, muy deteriorado, tampoco ayudó. Por una cosa u otra no ha habido manera de poder renovar el contrato. Antes de irse, pretendían llevarse una fuente empotrada en la pared, que según ellos pertenecía a la familia Martín.

El párroco Pedro Pablo Colino, un señor enjuto al que le cae la sotana con elegancia hasta los pies, dijo que nanay. Alegaba que la fuente de piedra era patrimonio nacional. La Policía Nacional la precintó e intentó hacer lo mismo con un pozo que había en el patio. Los inquilinos demostraron que el pozo lo había comprado uno de ellos en Oropesa, y alegan que la fuente les pertenece porque la trajeron los Martín de una finca en ruinas de su propiedad en Jaén. Era un abrevadero de asnos.

Enemistados, los arrendatarios ahora dicen que, con toda la documentación en la mano, queda claro que este terreno no es urbanizable y que encima es municipal. Muestran la ficha técnica del Ayuntamiento donde se lee que es una zona verde. A su entender, debería dedicarse el espacio a un parque del que puedan disfrutar todos los vecinos.

El cura Colino tiene en contra a una parte del barrio desde que llegara a esta parroquia en 2015. Se enfrentó a la señora que mendiga en la puerta. Un día llamó a la policía para que la obligaran a quedarse en todo momento en la vía pública. La señora, muy digna, sigue ahí plantada. Prohibió también las fotos durante las bodas. Una vecina del barrio que casó a su hija en su iglesia escribió en 2017 una carta muy airada al Arzobispado criticando estas y otras actitudes de Colino. El cierre de la floristería no ayuda a aumentar su popularidad.

Una hora antes de dar la misa de las 19.30, Colino departe con un colega en su despacho parroquial. La oficina tiene una pila bautismal en medio. Amable, dice que no le compete hablar y deriva el asunto al Arzobispado de Madrid. Un responsable de prensa confirma que ya hay un nuevo arrendatario y que, hasta donde tiene entendido, seguirá siendo una floristería. Sostiene que han consultado el registro y el catastro, donde queda claro que el terreno es de su propiedad. Además, cuentan con el testimonio de varios párrocos que aseguran que la fuente siempre ha estado ahí, por lo que es propiedad de la Iglesia.

"Claro, todo siempre es de ellos", ironiza Ramos, a punto de echar el cierre para siempre. Con la misma pasión febril de Cadalso visitando de noche la tumba de su amada, dice que peleará porque esto sea un lugar para los vecinos, los mismos que se han pasado estos días dando el pésame.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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