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Una tarde con los puristas de Las Ventas: “Estoy rodeado de rojos”

Una corrida de la feria de San Isidro con los aficionados del tendido siete, la ortodoxia del toreo

Manuel Viejo
Los fieles del tendido 7 se levantan antes del inicio de la corrida.
Los fieles del tendido 7 se levantan antes del inicio de la corrida.Julián Rojas

No. El día anterior no fue una tarde de éxitos para el tendido siete de Las Ventas. Y sin embargo… el torero Miguel Ángel Perera cortó dos orejas. “El presidente de la plaza fue un sinvergüenza. Estamos recogiendo firmas para echarle”, cuenta el toledano Cristian, de 35 años, asiduo desde bien pequeño a este rincón soleado de las esencias taurinas. “Aquí no hablamos mucho de política, pero vamos, que estoy rodeado de rojos”, ríe. “Esto es rojolandia. Yo he votado a Vox porque hay que castigar al PP y si desaparece, pues mala suerte”. Hoy se ha vestido de nazareno y oro, David Galván; de verde botella y azabache, Juan Ortega —“este es bueno, pero el aficionado de a pie todavía no lo sabe”—, y de caña y oro, Joaquín Galdós.

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Primer toro.La plaza en silencio, ventolera: “Ese toro parece un gorrión”, grita uno. “Vaya bodrio. No hay emoción”, se levanta otro. “Eres tan lamentable —le dice uno al picador— como esa chaquetilla que llevas”. La ortodoxia taurina de Madrid es como una familia: de todas las edades y clases. El aficionado expresa su opinión sin medias tintas. El capo del tendido es El Rosco, de 69 años. Faustino Herranz—sombrero de paja, chinos azules—no ha faltado ni un día a San Isidro en los últimos 42 años. Fila 12, asiento 38. “El único que no es corrupto es el toro. Los aficionados estamos subidos en un barco a la deriva cuyo único capitán es el toro”, cuenta con voz su rota, sabinera. El Rosco fue teniente alcalde por Izquierda Unida en Guadalix de la Sierra de 1995 a 1999. “Hoy soy de Podemos. Si viviera aquí, votaría a Carmena”. Muy cerca, casi a su vera, se sienta su hijo Rodrigo, de 49. “Hasta que no ves 50 o 60 corridas no te enteras de qué va esto. ¿Pacma? Cuando venía aquí con 20 años ya había antitoreros, pero ahora las redes sociales lo amplifican todo”.

De esta cuadrilla de unos 20 amigos, muy pocos escuchan el silencio de la mayor plaza de España. Al mínimo fallo del torero se levantan o gritan. “Menos mal que mañana no vengo”. “Ese caballo no vale, ya te lo digo yo”. “Es difícil con el viento, pero es que eres muy malo”. Cada tarde es una tertulia improvisada. Dicen que no suelen hablar mucho de política, salvo en contadas ocasiones. “Nunca ha habido política en los toros. Ni de derechas ni izquierdas. Ni de lado, ni acostado”, dice Juan Labella—piernas cruzadas, 67 años, cuaderno en mano— “aquí tengo los diarios de todas las corridas desde hace 30 años. Toro a toro. Muletazo a muletazo”. Y los jueves por la tarde, de sanedrín al restaurante Puerta Grande, a cinco minutos a pie de la plaza. Así funciona el siete. La ortodoxia. La pureza taurina.

Tercer toro: Cristina, de 42 años, viene de Boadilla del Monte. Mientras come unas pipas y coloca sus pies descalzos en el asiento de delante, opina: “En las últimas elecciones voté al PP. Y este —apunta con el dedo al Rosco— es más rojo que el pimentón, pero le quiero más que a mi padre”. De los tres hijos que tiene solo la niña, de 15, está abonada. “No quiero toreros en casa”.

Dicen que la tarde está siendo muy aburrida. “Como para hacer afición”, opina uno con ironía. El toledano Cristian se gira hacia atrás —guiña el ojo— y suelta: “Ese que está ahí es de la UGT y del Juli, como una plaga”. Ríen todos. “¡Qué tendrá que ver!”, responde el aludido Carlos Palmeiro, de 61 años. “Llevo aquí desde el año 69 y seré afiliado hasta que me muera. Los mejores aficionados al toro son los socialistas. No sé quién dijo eso de: ‘si quieres saber cómo está tu país, acude a una plaza de toros’”.

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Cuarto de la tarde. Dos filas atrás se sienta el presidente de la asociación del Toro de Madrid, Roberto García, de 37 años. En el pecho lleva una chapa roja que dice: “Nada tiene importancia si no hay toro”. ¿A quién votará el domingo? “Yo soy español y fiel al PP [...] La plaza es para torear, no para dar conciertos”. En este rincón del coso cabe todo el arco parlamentario madrileño. El santanderino Fernando Iglesias, de 30, vota a Ciudadanos. “El PP y Vox se están adueñando de esto, pero la fiesta es de todos”. A las 21.05, en el sexto y último bravo, observan marcharse por el callejón al presidente que el día anterior otorgó las dos orejas envueltas en polémica: “Gonzalo, dimisión”, “No vuelvas”, “Mira qué hora es, este se va a ver el rosco de Pasapalabra”.

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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