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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Qué atentados?

Tres meses después, los ataques ya son la prehistoria

Rebeca Carranco
josep Lluís Trapero (derecha), Carles Puigdemont y Joaquim Forn, tras el atentado del 17-A.
josep Lluís Trapero (derecha), Carles Puigdemont y Joaquim Forn, tras el atentado del 17-A.Jordi Bedmar

El lunes invité a comer a Lluís Pellicer. Es periodista, a veces ejerce de jefe, y aun así hay quien dice que es buena persona. Recorrimos a pie los 500 metros que separan el inicio de La Rambla hasta llegar a La Boqueria. Hacía mucho que no pasaba por allí, me dijo. Dejamos atrás a unos turistas, que se fotografiaban a las puertas del metro, y esquivamos a unos estudiantes plantados con sus mochilas en medio del paseo, en corrillo.

Delante de nosotros, una pareja recorría la avenida peatonal sin soltarse de la mano, como si pudiesen ver el mar al fondo. Más abajo, a la izquierda, dos policías hablaban en inglés con una mujer, que se esforzaba en explicarse, con su hijo también de la mano. Su marido la observaba, sin preocupación aparente. Estaban al lado de uno de los muchos quioscos de La Rambla, donde venden ceniceros, imanes, postales… Hasta helados, aunque estemos a las puertas del invierno.

Pellicer y yo caminábamos tranquilos, charlando, como si no existiese el teléfono móvil, ni Whatsapp, ni Telegram, ni la web. Sin las prisas que sí llevaba un anciano, con la mirada fija en el suelo, que zigzagueaba para adelantar a la masa de guiris sin tropezar con las sillas de las terrazas o con el perro del señor que pedía limosna, y salir cuanto antes de allí. Cerca de La Boqueria, se lo pregunté:

—¿Piensas en ello?

Hace ya tres meses del atentado. El día era soleado, más o menos como el nuestro, pero en lugar de 15, había unos 27 grados. Poco antes de las cinco de la tarde, una furgoneta blanca entró por La Rambla, se subió a la acera y arremetió contra todos los turistas, estudiantes, enamorados, madres, hijos, maridos, ancianos, perros y pobres que encontró. Mató a 14 personas. Y porque el airbag de la furgoneta saltó a altura de La Boqueria y le impidió seguir.

Pellicer estaba de responsable en la redacción de EL PAÍS en Cataluña, que funcionaba a medio gas en agosto. Una redactora del diario, que vive justo en La Rambla, avisó. "Me llamó al móvil, nerviosa, repetía que había habido un atentado", recuerda Pellicer. Él fue algo escéptico. "Pero ella repetía que sí y que sí y que sí". Colgó y al poco oyó una estampida de gente gritando y llorando. La redacción de EL PAÍS —que como todos los medios, se volcó en lo sucedido— está al lado de la plaza de Catalunya.

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Más que un sitio al que se va, La Rambla es un lugar por el que se pasa. Los lugareños no pagaríamos una jarra de cerveza a precio de oro ni osaríamos (creo) pedir una paella, pero es agradable dejarse caer de vez en cuando y ver los tenderetes de flores. Pellicer ha tardado en volver a cruzarla. "Me venía a la cabeza los gritos, y ese momento…", admite. Hasta el punto de pedirle a un amigo cambiar de ruta, una noche de copas, para no tener que revivir aquellos días.

Pero esos recuerdos y sentimientos ya le quedan lejos, me cuenta mientras comemos una combinación exótica de mejillones a la marinera, minihamburguesas y pescado frito, en un almuerzo que ya sí compartimos con mi teléfono móvil, y que al final pagamos a escote. Un camarero de Casa Guinart en La Boqueria nos explica que casi nadie les saca el tema del atentado. "Los primeros días —relata— me preguntaron unos tres o cuatro turistas". Alguna vez, dice, puntualmente, hay quien lo menciona. Pero de refilón, desubicados: "Ni siquiera saben que fue aquí delante".

El autor del atentado, Younes Abouyaaqoub, de 22 años, huyó a pie por La Boqueria, mientras la gente corría presa de la histeria, sin saber muy bien qué había sucedido. En unas imágenes, difundidas por Antena 3, se le ve saliendo del mercado, a paso ligero. "¿Sabéis qué ha pasado?", le pregunta una joven. "No sé, eso está pasando por allí", le responde sin alterarse, y sigue su ruta. El jueves de la semana pasada recibió el alta el último del centenar de heridos.

"La independencia es el nuevo tema", sigue el camarero. Hablan de ello algunos turistas, pero sobre todo los que trabajan o hacen vida en las inmediaciones de la popular arteria. Es la conversación a la hora del café o durante el desayuno. O el comentario ligero de primera hora de la mañana. Como si en Cataluña todo lo que ocurre desde hace siglos gire alrededor de la independencia. "¿Atentado?", dudan incluso algunas personas, recolocándose en el tiempo, cuando se les pregunta. Los ataques de Cambrils y Barcelona del 17 de agosto, con 15 víctimas mortales y el asesinato de Pau Pérez, son ya la prehistoria.

Como la foto que ilustra este artículo, tomada en una rueda de prensa posterior al ataque en La Rambla. El presidente Carles Puigdemont ha sido cesado y ha huido a Bélgica. El consejero del Interior, Joaquim Forn, lleva 15 días en la prisión de Estremera. El mayor de los Mossos Josep Lluís Trapero, alabado por su gestión de los atentados, está imputado por sedición, destituido como jefe y relegado a tareas administrativas en el cuerpo.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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