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La brigada del ‘No es no’

Cuatro ‘agentes antimachistas’ conciencian contra la violencia machista en la zona de ocio de la Barceloneta

Alfonso L. Congostrina
Un par de ‘brigadistas antimachistas’ charlan con unas jóvenes en la Barceloneta
Un par de ‘brigadistas antimachistas’ charlan con unas jóvenes en la BarcelonetaMassimiliano Minocri

El frente marítimo de la Barceloneta es desde hace años uno de los epicentros del ocio nocturno de la ciudad. Desde el pasado jueves, también cuenta con una brigada antimachista de cuatro miembros impulsada por el Ayuntamiento para combatir las agresiones sexistas. Un equipo que pretende concienciar y asesorar sobre la violencia sexista y, en caso de detectar un caso, activar un protocolo de asistencia médica y policial para las víctimas. El Consistorio ha instalado un puesto pintado en violeta donde una mano da el alto. También pueden leerse mensajes que buscan arañar conciencias, como “¡No es no!” y “¡Si lo ves, no calles, actúa!”.

EL PAÍS acompañó el pasado viernes a la brigada en su segundo día de servicio. El dispositivo funcionará de jueves a sábado hasta el 25 de septiembre. Raquel, Aida, Joan y Sara empiezan preparando la caseta. “Mientras dos se quedan en el puesto informando, otros dos hacen rondas por la zona”, informa Raquel. Los cuatro jóvenes tienen carrera universitaria y han superado un curso específico. Dentro de la caseta violeta ordenan trípticos y pegatinas, y recuentan uno de los objetos más codiciados por los miles de jóvenes que empiezan a llegar a la zona de discotecas: chapas. “Hoy se nos ha caído pero normalmente instalamos aquí una cortina por si viene alguna persona y necesita intimidad para explicarnos algo”, explica Raquel.

Joan y Sara comienzan la ronda. Se entremezclan, ataviados con unos chalecos negros, entre oleadas de jóvenes entusiastas en una noche de verano. Tres chicas con los 18 años recién cumplidos son las primeras elegidas para recibir consejos. “Hola, estamos informando sobre las conductas que no debéis tolerar y queremos daros estos trípticos”, rompe el hielo Sara. Una de las jóvenes habla por el móvil sin cara de entender muy bien lo que ocurre. Es entonces cuando Joan inicia un interrogatorio que conoce al dedillo: “¿Sabéis qué es violencia machista?”. Ante la cuestión, las jóvenes responden describiendo acciones que suponen agresiones sexuales y violaciones. Pero los dos brigadistas del antimachismos corrigen: “No es sólo eso, también es un insulto. Tenéis que recordar que quién marca los límites en todo momento sois vosotras”. “Yo cuando me tocan el culo en la discoteca lo que hago es dar un par de hostias”, salta la joven que sigue enganchada al móvil. Joan informa de que en esos casos incluso se puede denunciar y les anuncia que la caseta estará abierta toda la noche, por lo que pueden dirigir a ella ante cualquier problema. Además, el brigadista suplica que no sean cómplices de las actitudes machistas que vean y que las denuncien.

La ruta continúa. Joan y Sara siguen entregando información a los diferentes grupos. Cuatro agentes de paisano de la Guardia Urbana de Barcelona les miran con curiosidad. Lo mismo hacen, un poco más allá, los guardias de seguridad de una discoteca.

“Iniciativa interesante”

Cerca de la arena de la playa del Somorrostro, cinco amigas se disponen a comenzar una noche de fiesta. “Somos au pair”, afirma una de ellas. Después de que Joan y Sara les informen, la joven concluye que la “iniciativa es muy interesante”. “No hace mucho tuvimos un percance en una discoteca y pedimos ayuda a un portero. Fue mucho peor”, denuncia.

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Joan y Sara se acercan a más grupos. Algunos beben en la arena y creen que son policías los que se aproximan. Pasado el susto, aceptan chapas y trípticos pero no interactúan demasiado. “Las noches suelen pasar así. Durante la prueba piloto, en las pasadas fiestas de la Mercè, una joven nos pidió ayuda porque había sido agredida sexualmente”, recuerda Joan, que rápidamente puso en marcha el protocolo de actuación con policías y sanitarios.

Con todo, el joven reconoce que son escasas las agresiones sexuales de estas características que les denuncian a ellos y asegura que cuando una mujer tiene algún tipo de problema suele explicárselo a sus compañeras antes que a él. “En cambio cuando alguien del colectivo LGTBI es la víctima se suelen sincerar antes conmigo”, añade.

La ronda ha acabado y vuelven a la caseta. “Ayer repartimos 400 dípticos y 250 chapas”, revisa Aida. Las au pair se acercan. Han intentado entrar en una discoteca y un promotor las ha rechazado llamándolas “malditas perras”. Joan rellena un informe con el caso. La noche continúa para la brigada antimachista.

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