Hacer dramaturgia con la historia
Buero Vallejo, cuyo centenario se cumple este año, desarrolló toda su obra de teatro comprometido en Madrid
Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916-Madrid 2000) encarnó el culmen de la dramaturgia en una España que languidecía bajo los efectos de la Guerra Civil y la dictadura. Pese a la oscuridad de esa etapa histórica, su obra teatral consiguió proyectar potente luz sobre la literatura. Desbordando las fronteras nacionales, se hizo un nombre en Europa y en la América hispana con obras como Historia de una escalera, El tragaluz o en La ardiente oscuridad.
Hijo de un profesor militar destinado en Guadalajara, tras una infancia feliz en La Alcarria, Buero Vallejo quedó enraizado en la difícil vida madrileña a partir de 1934. Desde su mocedad había mostrado gran afición por el teatro y la pintura, llegando a ser un notable dibujante, disciplina para la cual se pertrechó en la Academia de Bellas Artes, donde cursó estudios. La vida adulta de Buero se desarrolló principalmente en Madrid. Vivió en Carabanchel Bajo y en el barrio de Salamanca. Al estallar la Guerra Civil, Buero se integra en las milicias populares para combatir el fascismo. Según su coetáneo, el poeta Antonio Ferres, se incorporó a una unidad creada por las autoridades republicanas para proteger el patrimonio histórico-artístico, en peligro por los bombardeos nazis y fascistas sobre Madrid. Las bombas, de hasta 250 kilos de peso, llegaron a alcanzar las cubiertas del museo del Prado y la Biblioteca Nacional.
Al finalizar la contienda, con 23 años, Buero se comprometió en la reorganización del Partido Comunista y trabaja en la confección de documentos y sellos falsificados, cruciales para la lucha clandestina, según señala Juan Antonio Hormigón, presidente de la Asociación de Directores de Escena.
Buero fue encarcelado en las prisiones de Porlier y Yeserías y condenado a muerte. Allí coincidiría con el poeta comunista Miguel Hernández y realizó el retrato más conocido del vate oriolano, muerto en la cárcel.
Buero, que conmutó la pena por 30 años de cárcel, tras pasar un lustro encarcelado, salió en libertad vigilada. Acometió la titánica tarea de edificar, junto con Claudio de la Torre y su Tren de madrugada, el teatro social. Entre los dramaturgos antifranquistas se abrió una honda fisura, que Ferres enmarca entre lo que denomina imposibilismo, encarnado por Alfonso Sastre, y el posibilismo, del cual era adalid Buero.
Se trata, según Ferres, de enfrentarse al régimen dictatorial de dos maneras distintas; una, provocando y tentando a la censura frontalmente y otra, pragmática, que aprovecha los resquicios de la censura, incluso con recursos metafóricos. Siguiendo esa vía Buero abrió paso a su teatro, cargado de potencia descriptiva, primero, y luego demoledoramente crítico, en clave social y con tonalidades realistas y simbolistas; y todo ello contra un sistema de dominación que asfixió las libertades y los derechos humanos. "Su propuesta dramatúrgica consistía en hacer teatro con la historia, pero invitando a una reflexión sobre el presente", explica el dramaturgo Juan Antonio Hormigón.
Conocería el éxito —premio Cervantes 1986, académico desde 1971—, si bien, desde su gesto grave y comedido, nunca se le vio alardear de su extraordinario don para llevar hasta los escenarios la vida misma, el sufrimiento y la dignidad y la lucha. Murió en el hospital Ramón y Cajal en 2000.
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