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Una cabaña de pastor, el duralex y la bandera gay

El Museo Etnológico reabre sus puertas con nueva presentación y el propósito de ‘recuperar’ las colecciones del Museo de las Culturas

José Ángel Montañés
Josep Fornés, director del Etnológico, junto a unas piezas que se exhiben en el museo.
Josep Fornés, director del Etnológico, junto a unas piezas que se exhiben en el museo. consuelo bautista

La línea que separa un museo de artes decorativas y un museo etnológico es muy fina. Tanto, que los dos pueden conservar y mostrar las mismas piezas. La diferencia está en cómo se expongan y el valor que se les dé, más allá de lo artístico. El Museo Etnológico de Barcelona reabre el domingo sus puertas, después de más de cuatro años de reformas y 3,8 millones de inversión, y lo hace con la idea de comparar objetos de diferentes épocas y culturas, y de explicar conceptos universales como el de la religiosidad, el hogar, la fiesta y la reivindicación y huyendo del “museo de la barretina” a que parecía estar condenado tras trasladar parte del fondo; quizá el de mayor valor etnológico, hasta otro museo, el de Culturas del Mundo. Un museo que abrió sus puertas en febrero pasado en el centro de Barcelona mostrando patrimonio de las grandes culturas no occidentales, entre ellas, unas 500 piezas de las más de 2.000 de la colección Folch, cedida por 20 años al Etnológico por los herederos del coleccionista. “Aunque hay muchos objetos de la cultura catalana y española, hemos incrustado en el discurso expositivo materiales de otras culturas para explicar conceptos universales. Se trata de enaltecer el patrimonio etnológico con la máxima dignidad posible”, explicó el director Josep Fornés que calificó el trabajo realizado de “titánico” tras la realización de “12 proyectos diferentes” desde 2011. Por su parte, Berta Sureda, comisionada de Cultura del Ayuntamiento de Colau, aseguró que “se va a trabajar para que los dos centros sean un solo centro con dos sedes; algo que se irá notando en las sucesivas modificaciones”.

"No se si aceptaré el encargo de unir los dos centros”

Fornés lleva cuatro años peleando por la supervivencia del Museo Etnológico para que no acabe siendo solo un centro de “la barretina catalana”. Ahora, la nueva comisionada de Cultura, Berta Sureda, le ha encargado un nuevo proyecto, y será el número 13, para volver a unir en un solo centro su museo y el de las Culturas del Mundo, impulsado y creado, en un tiempo récord, durante la alcaldía de Xavier Trías. “Es un encargo reciente que debemos estudiar con un equipo de profesionales y antropólogos, pero es un proyecto casi imposible de realizar. No sé si lo aceptaré y además, habrá que convocar un concurso público para dirigirlo”, comentaba ayer Fornés, que no dudó en calificar la reapertura del Etnológico de “pequeño milagro”.

El museo Etnológico que abrió sus puertas en la montaña de Montjuïc en 1942 custodia 70.000 piezas, fundamentalmente catalanas y españolas (unas 40.000), pero también de otras partes del mundo con el que ha habido relaciones intensas, la mayoría durante la época colonial. Solo el 10% de estas piezas se muestran en la presentación que este domingo abrirá sus puertas al público (gratis hasta el 4 de diciembre) en un original muro, un friso de 20 metros con un collage de objetos representativos de los diferentes ámbitos de nuestra sociedad, no necesariamente de origen catalán. Sorprende ver en esta especie de recorrido abierto “no tipo Ikea”, según Fornés, piezas tan variadas como un plato de duralex, junto a vajillas del siglo XVIII, radios, televisiones, carritos para helados de madera, cabezudos, cuadros de santas del siglo XVI, además de una bandera con los siete colores del arco iris símbolo del movimiento homosexual o dos pelotas lanzadas por las fuerzas de seguridad, una en el desalojo del cine Princesa y otra de Can Vies.

Algunas de las figurillas creadas por Sergi Salvó que se pueden ver en el Museo Etnológico.
Algunas de las figurillas creadas por Sergi Salvó que se pueden ver en el Museo Etnológico.consuelo bautista

Junto al muro se han colocado seis ámbitos en los que un gran objeto, como una barca de pescar, una prensa de vino o una cabaña de pastor reconstruida a partir de la tradición oral o un enorme fuelle, explican estos oficios y sus protagonistas. En la cuarta planta se han instalado las exposiciones temporales. Ahora se pueden ver: Lo sagrado, lo profano y la fiesta, un itinerario alrededor del ciclo festivo anual y sus manifestaciones contemporáneas. En una vitrina se explican los rituales para sentirse protegido conviven unos exvotos de cera, unas herraduras y un casco de motorista. En otra “de autor”, más de un centenar de figurillas creadas por el artista Sergi Salvó, se identifica a la famosa Grossa de Nadal y más de una decena de personajes armados con una estelada. En Tierra de alfareros, se propone una aproximación de la cultura del agua y sus oficios, y se exponen más de un centenar de cerámicas, nuevas y de siempre para mostrar la variedad de formas y usos. “No queremos ser un museo convencional, no lo hemos sido nunca. Queremos ser un museo útil a la sociedad, lo que se manifiesta una museología y una museografía austera y científica alejada de la del Museo de las Culturas, con un planteamiento más artístico”, explicó Fornés.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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