Luna caliente
¿Ha visto usted la última película de Vicente Aranda, de 2009, que pasa durante el consejo de guerra de Burgos?
Así se titula la última de Vicente Aranda, que tenía 83 años cuando la estrenó, en 2009, y de la cual no sabía absolutamente nada. Ni que existía. Y es una lástima, que por suerte tiene remedio, el cine, como los libros, no caduca así como así. Ahora, que la cosa solo tendrá remedio si el Texas la recupera en Barcelona en su imprescindible cartelera de reestrenos. ¿Cómo es posible que hagamos como si no existiera? Una película que pasa en Burgos en 1970, en los días que van desde la vista a la sentencia del proceso contra dirigentes de ETA que aquel año dio fama internacional a la ciudad castellana y anunció que, aunque pareciera imposible, el franquismo continuaba igual de bestia y al mismo tiempo no las tenía todas consigo.
Eran las 00.30 de la madrugada de un sábado cuando la emitió TV3. No acostumbro a ver pelis por la tele tan tarde en viernes, como mucho puedo empezar un dvd que si me caigo de sueño pongo en pausa. Pero, aquella noche, si quería ver aquello del todo desconocido para mí, tenía que esperar, a ver de qué iba el último Aranda, un director que he ido siguiendo desde la para mí deslumbrante Fanny Pelopaja (1983). No solo no me decepcionó en ningún momento, ni uno ni medio, sino que me despejó y quitó el cansancio hasta bien entradas las horas del nuevo día. En un momento incluso miré alarmada hacia el ventanal de casa, en un gesto incontrolado de juventud, como si fuera a entrar la policía a detenerme por mirar aquella cinta, cuando oí decir a uno de los personajes: “Los de ETA son los únicos que están haciendo algo contra Franco”.
¿Lo ha oído usted decir nunca, en una peli?
Aranda es Aranda y no está para sentimentalismos ni menos todavía para complacencias antifranquistas, ni setenta ni cuarenta años después. Aquí, ningún protagonista masculino es como te lo esperas. Ni el poeta huido del nido por asco y aburrimiento históricos (digámoslo así, no es un exiliado político) y trabaja en la Unesco, ni el viejo profesor republicano y comunista, ni el inspector de policía. Solo ellas, las mujeres, son claras, sin falsías ni duplicidades, como siempre en Aranda. Una puesta en escena sobria, quizá la más sobria que le recuerdo, en la que brillan los actores: Eduard Fernández, Emilio Gutiérrez Caba, José Coronado y, entre las mujeres, Thaïs Blume, una Monica Bellucci de intensos ojos azules, de 25 años, que da vida a una reencarnación irónica de la novicia Viridiana de Buñuel, una moza ardiente y calientabraguetas, hija del republicano borracho, que, como Viridiana, representa a la España franquista violada (aquí por el poeta que viene de París) mientras la Historia sigue su curso, los cambios de los 60 en el film de Buñuel, el proceso de Burgos en el de Aranda una década después.
¿Cómo es posible que una película del 2009, que trata de unos momentos históricos que casi no han sido puestos en escena, prácticamente no se ha estrenado?
Vuelvo al principio. ¿Cómo es posible que una película del 2009, que trata de unos momentos históricos que casi no han sido puestos en escena, ni en novela ni en teatro ni en cine ni en tele, más allá de algunos documentales, libros y reportajes de poco o gran valor, obra de un director de largo recorrido, que la dirige a los 83 años, en la primera década del siglo XXI, prácticamente no se ha estrenado y casi nadie visto?
La pregunta es tan larga que se responde sola. Supongo. En cualquier caso, servidora no tiene la respuesta exactamente. Sí, lo sabemos, al cine le pasan muchas cosas malas, y al cine catalán como al español, más todavía. Pero eso no basta, como respuesta. Esta cinta se la produjo Aranda con su esposa y montadora, la gran Teresa Font, y dos socios más, Nano y Rodolfo Montero, este último premiado en diferentes ediciones de los Goya. Se presentó en el festival de Valladolid y le cayó el pelo, el público no lo apoyó, según las pocas crónicas que constan en las hemerotecas. Mal por el público, no dio en el clavo ni de lejos. Por lo demás, ni una crítica he encontrado, ni un comentario. Aranda lo defendió como un caballero medieval a su ama, con verdades sin adornos: la izquierda no quiere recordar que un día apoyó a ETA, y tampoco es bien recibida una violación que se convierte en relación carnal, turbia, duradera.
Lo diría de otra manera. Vicente Aranda es un descastado cinematográfico y todavía no lo comprendo, que alguien lo explique, porfa. En al Escuela de Barcelona ha dejado films significativos como Fata Morgana (1965). Ha sido colega del Joaquín Jordá guionista, con quien colaboró en Cambio de sexo (1976) y la saga del Lute, descubrió a Victoria Abril... Ha sido, es, un director sólido, con un mundo personal y reconocible, de larga trayectoria a pesar de impedimentos y zancadillas. ¿Por qué lo dejamos de lado?
Ni idea, la verdad. A mi entender Aranda es imprescindible. Pero puede que tenga razón cuando dice, en un libro americano de 2002 sobre cine español: “Nos hemos convertido en nuestros propios censores y todo lo que queremos hacer es olvidar, callar, no decir nada”.
Mercè Ibarz, escritora y profesora de la UPF
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