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jazz
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una Nina cadenciosa

Malia, la gran voz de Malaui, es joven de virtudes generosas y trayectoria sólida

No basta con talento a raudales para hincarle el diente al legado de Nina Simone. Se precisa también coraje ante una tarea casi suicida: igualar o, al menos, complementar unos originales que figuran entre lo más racial, emotivo, carismático y legítimamente orgulloso que una mujer de raza negra interpretara durante el siglo XX. Malia, la gran voz de Malaui, es joven de virtudes generosas (recordemos ‘Yellow daffodils’) y trayectoria lo bastante sólida como para asumir el reto que ayer desbrozó en la sala de cámara del Auditorio Nacional, casi repleta. Y lo canta tan bonito que, quizás, la suma sacerdotisa de Carolina del Norte lo habría recibido el 21 de febrero como un hermoso regalo de 80 aniversario.

Desde la conmovedora pieza inaugural, ‘Wild is the wind’ (“You’re spring to me…”), queda claro el apabullante dominio de Malia sobre ese instrumento privilegiado que es su voz. La malauí de planta exuberante (bombín, torera de pluma, taconazo) es capaz de tornar opaca o luminosa una misma nota en décimas de segundo, moldea cada sílaba como si la melodía fuese de oro líquido. Solo le falta dolor para hacer sombra a Simone, impregnar de lamento y fiereza su fraseo irreprochable.

Ella es una Nina más cadenciosa, con menos picos y valles. Aunque capaz de recorrer el trayecto entre las cándidas almas enamoradas (That’s all I want from you) y las criaturas sumidas en la desolación (He ain’t coming home no more). Ocurrente como para que el piano manipulado de I put a spell on you suene a celesta o Marriage is for old folks’rebose de africanidad con el tintineo de kalimba y vibráfono. Y pícara al sustituir a Lana Turner por Rihanna en My baby just cares for me, justo donde George Michael la había cambiado de acera con Ricky Martin.

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