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Lecciones del pasado para seducir

El Museo de Arqueología expone objetos cosméticos egipcios, griegos y romanos

La sala que recrea el ambiente de unas termas grecorromanas.
La sala que recrea el ambiente de unas termas grecorromanas.joan sánchez

“Es mi deseo poder rejuvenecer, por amor a ti”. No es el estribillo de una canción de Mecano, ni la campaña navideña de una empresa de productos cosméticos. Es un poema de amor de hace 4.000 años encontrado en una momia egipcia del período Amarna. El querer sentirnos bellos, los caprichos cosméticos y la voluntad de emular la juventud mediante artificios, no son anhelos originales de nuestro tiempo. Para convencerse de ello basta darse una vuelta por el Museo de Arqueología de Cataluña, que acoge (hasta junio de 2013) una exposición centrada en las pequeñas rutinas estéticas de la antigüedad.

Bajo el epígrafe Historias de tocador. Cosmética y belleza en la antigüedad, la muestra se divide en cuatro áreas: higiene, perfumes, peluquería y maquillaje en las que se pueden objetos como peines, frascos para perfumes, pendientes, adornos para el pelo, esculturas y mosaicos en los que queda patente lo poco que hemos cambiado en algunos aspectos.

“Aunque la exhibición está centrada en el mundo grecorromano, hay también piezas fabulosas que se alejan de ese período, como un tocador modernista o una figura púnica del siglo IV-III a.C. con un piercing en la nariz”, explicó la comisaria de la muestra, Teresa Carreras, durante la inauguración el jueves. La idea de intercalar objetos cotidianos de distintos períodos, aclaró Carreras, pretende fabricar un “juego de espejos” entre las modas pasadas y presentes, dejando constancia de la influencia de unas en las otras.

Emulando la entrada de unas termas romanas, un mosaico de un centauro con cola de pez da la bienvenida y dirige a la primera sala de la exposición, que se ocupa del aseo personal en baños y termas en la antigüedad. Tras descubrir hechos sorprendentes, como que se usaban orines para hacer pasta de dientes, el visitante se enfrenta a un verdadero despliegue de frascos y utensilios del ámbito de la perfumería y la cosmética, de múltiples formas y colores, tal y como ocurre hoy en día en cualquier perfumería.

Un ungüentario del siglo IV, recipiente que suele aparecer en las tumbas con sus dueñas y que era un artículo de lujo, conserva en su interior restos del cosmético que contuvo. Los análisis han comprobado que la mezcla esta hecha con la misma base que el köhl, un producto usado hoy para maquillar ojos.

El peluquero y coleccionista Raffel Pages ha contribuido a completar la muestra con objetos históricos de su ámbito, como un típico letrero de barbería del siglo XIX. Xeska Forne, una de sus colaboradoras, fue quien afrontó el reto de reproducir en una peluca el impresionante peinado de una de las joyas de la exposición, la Dama Flavia, el busto del siglo I de bronce encontrado en Empúries, que preside una de las salas.

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“La peluquería, una disciplina que siempre ha pasado desapercibida, ayuda a identificar personajes de la antigüedad y a situarlos en su época”, reivindicó Pages. El olor de los perfumes de jazmín, canela, ámbar gris y almizcle, transportan al visitantes a esas épocas pasadas gracias a una instalación al final del recorrido.

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