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ROBERTO VARELA Exconselleiro de Cultura y embajador en Uruguay

“Si no se acaba, la Cidade da Cultura será un monumento al fracaso”

"Me veían como un señorito americano que venía a vender hamburguesas"

El exconselleiro de Cultura, Roberto Varela, en un café de la ciudad vieja de Santiago.
El exconselleiro de Cultura, Roberto Varela, en un café de la ciudad vieja de Santiago.Anxo Iglesias

Es la sexta vez que Roberto Varela (Meaño, 1969) tiene que hacer las maletas. Está a punto de retomar su carrera diplomática tras dos años y medio “muy duros” al frente de la Consellería de Cultura. Del consulado cultural de Nueva York salta a la embajada española en Uruguay, a la que se incorpora en abril. Se va “aliviado” y “satisfecho” de su labor junto a Feijóo, aunque disimula mal la frustración de quien no ha podido acabar una partida en la que había apostado alto. Cuando se presente el plan estratégico de la Cidade da Cultura ya no estará. Muy a su pesar.

Pregunta. Exconselleiro de Cultura en Galicia. ¿Representa una especie en peligro de extinción?

Respuesta. No he sido conselleiro de Cultura, sino de Cultura y Turismo, y ahora hay uno de Cultura y Educación. No es para tanto. Yo mismo sugerí ese orden para mantener la impronta. Quizá cuando pase la crisis vuelva a haber uno dedicado exclusivamente a la cultura.

P. ¿Pudo haberse hecho cargo de Educación?

R. Ni se me propuso ni lo habría aceptado. No me veo capaz.

“Sufrí mucho, soy demasiado sensible para la política, pero le cogí gusto”
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P. Solía decir que quería volver a la diplomacia. ¿Aliviado, al fin?

R. Sí y no. Cuando me propusieron ser conselleiro no lo dudé un segundo, pero los comienzos fueron muy duros. Sufrí mucho, soy demasiado sensible para la política, pero acabé cogiéndole gusto. Es una profesión muy noble. Si me lo propusieran, no descartaría repetir.

P. Le tocó un tiempo hostil, de grandes recortes. ¿Fue también hostil el contexto?

R. Fui recibido con hostilidad, me di cuenta de inmediato. No me consideraban suficientemente gallego. Me veían como un señorito americano que venía a vender hamburguesas, y eso duele.

P. ¿No sería al revés, que su Gobierno era hostil a la cultura?

R. Estoy orgulloso de haber trabajado para este Gobierno. Llevo 23 años en la administración y nunca he sido tan libre como con el PP. Izquierda y derecha son categorías desfasadas, es hora de acabar con ese prejuicio. Como conselleiro no di ninguna muestra de sectarismo. Al contrario, recibí palos de todas partes a pesar de que nunca le pedí el carné a nadie.

“Nunca le pedí el carné a nadie, pero me dieron palos por todas partes”

P. ¿Pagó los platos rotos del decreto del plurilingüismo, entonces?

R. Creo que sí, aunque prefiero no extenderme sobre ese asunto, no era de mi competencia. Soy un firme defensor del gallego, tenemos que conservarlo, pero también soy partidario de que la gente hable gallego y castellano, y si encima pueden aprender un tercer idioma... Es una obviedad.

P. Consumió la mitad de su mandato apagando incendios y pidiendo disculpas.

R. Fue una pena que tuviese que dedicarle tanto esfuerzo y tantas noches sin dormir a eso y no a la gestión. La gente se cebó conmigo. Reconozco que pequé de ingenuidad.

P. ¿Tomó decisiones incómodas para el partido?

R. Ni el partido ni el presidente me reprocharon nunca nada. Yo sí puedo decir que nunca he tenido un enfrentamiento con Feijóo en el Gobierno. Me adjudicaron un conflicto con él en Madrid del mismo modo que me adjudicaron parejas o una vida nocturna que no era la mía. Todo mentira.

P. Cada director que sale por concurso público, como en el CGAC, es un puesto menos a repartir.

R. Yo solo trataba de aportar algo de aire fresco, pero en política se ponen muchas zancadillas.

“Quería aportar aire fresco, pero en política se ponen muchas zancadillas”

P. ¿Es tan desagradecida la política?

R. Mucho. Se generaliza demasiado. Todo el mundo aplaude cuando le rebajan el sueldo a un político, como si no estuviese dedicándole 24 horas al día. ¿Cómo se puede ser tan cruel? Si la gente supiese lo que ganaba en Nueva York por hacer la quinta parte...

P. ¿Compensa la embajada en Uruguay ese sacrificio?

R. Una embajada es la máxima aspiración de un diplomático. Que sea la de Uruguay, cuando lo habitual es empezar por África, supone un salto considerable para mí. Es un premio.

P. ¿Comprendían sus compañeros en el Gobierno que pisase tanto la calle?

R. Me gusta estar en el ajo. Lo mío son las distancias cortas.

P. ¿Es un profesional de la empatía?

R. Soy diplomático.

P. Los hechos son otra cosa. Prometió racionalizar el mapa de fundaciones y no lo hizo.

R. Pedí un informe.

P. Y se hizo, pero hay más entidades que al inicio de la legislatura.

R. Es curioso cómo proliferan en tiempo de escasez. No sé cómo se soluciona, francamente. En Galicia hay mucho localismo. Hay varias asociaciones de escritores, de productoras, de gaiteiros... Los ayuntamientos tampoco piensan en red. Quizá la crisis ponga algo de orden, no lo sé.

P. Lo apostó todo a una carta que podía perfectamente estar marcada: la Cidade da Cultura.

“Santos hizo un Xacobeo moderno, vanguardista,

R. El Gaiás puede convertirse en un icono para Galicia...

P. ¿No lo es todavía?

R. No, pero puede llegar a serlo. No me vale la comparación con el Guggenheim. El Gaiás no tiene marca, y va a ser difícil que la tenga si no lo queremos. Es un problema de estima. De todos modos, tampoco hay alternativas. No se puede ni destruir ni convertir en oficinas, porque sería tres veces más caro, y tampoco se puede dejar. Si se abandona, el Gaiás será un monumento al fracaso. Por desgracia, los primeros edificios en abrirse, la biblioteca y el archivo, son los que menos visitas atraen, pero ese error no ha sido nuestro. Mi esperanza está puesta en el museo y en su capacidad dinamizadora. Es una pena que vaya a tener delante un agujero.

P. ¿Todavía confía en que se construya el teatro?

R. Con el paro que hay ahora no es razonable, pero quizá a la larga sí. En todo caso, la culpa de la situación de la cultura no la tiene solamente la Administración. Aquí no hay tradición de patrocinio.

P. ¿Está ausente el poder económico?

R. Sí, aunque para el Xacobeo conseguimos 18 millones...

P. Menos de lo que esperaba.

R. No fue mal, estamos en crisis. Lo que hace falta es una ley de mecenazgo, darle algo a cambio.

P. ¿Y compromiso?

R. También, claro. Todos conocemos empresarios gallegos de élite que no se comprometen con la cultura de su país, pero ojo, no son los únicos. ¿Por qué pasó inadvertido aquí el concierto de Cristina Pato para el presidente Obama?

P. ¿Envidia? ¿Falta de autoestima?

R. No quiero utilizar palabras que luego me puedan costar un disgusto. Solo invito a reflexionar.

P. ¿El Xacobeo fue su mayor logro como conselleiro?

R. A nivel profesional, sí, aunque fue durísimo. Por falta de tiempo, por las presiones, por la incomprensión del Concello de Santiago... Estoy contento por los resultados turísticos y por la programación de Ignacio Santos. Hizo un Xacobeo moderno, vanguardista, con algún error...

P. ¿Por ejemplo?

R. Lo de David Meca fue nuestro único error.

P. ¿Es de lo único que se arrepiente?

R. No, también de no haber medido mejor mis palabras al principio.

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