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Lo nuevo de Killer Mike, Rufus Wainwright, Yusuf (o Cat Stevens) y otros discos del mes

Los críticos musicales de ‘Babelia’ seleccionan los álbumes más destacados de las últimas semanas

El músico estadounidense Killer Mike, en una imagen promocional.
El músico estadounidense Killer Mike, en una imagen promocional.Jonathan Mannion

Los ricos también riman

Por Xavi Sancho
Portada de 'Michael', de Killer Mike

Killer Mike 

Michael 
Loma Vista / Music As Usual

Uno de los mayores problemas con los que se encuentran las personas exitosas y abiertamente de izquierdas en esta sociedad turbocapitalista es el de las contradicciones. Viajar en business y querer abolir la herencia. Cenar en el Noma y abogar por la redistribución de la riqueza. Desde que, en la primavera de 2002, en plena pandemia, Netflix decidiera que lo último que se iba a escuchar en el final de la tercera temporada de una de sus series de mayor éxito, Ozark, iba a ser ‘Ooh La La’, supersónico adelanto del cuarto disco de Run The Jewels, el proyecto que a principios de la década pasada arrancó Killer Mike junto a El-P, el rapero y activista de Atlanta que aquí nos ocupa se ha convertido en una de las personas más populares de EE UU. En solo tres años, Killer Mike ha pasado de apoyar a Bernie Sanders y protagonizar uno de los vídeos más compartidos de 2020 a abrazar cierta doctrina de contención, reuniéndose con senadores republicanos e incluso flirteando con la idea de que a la Asociación del Rifle no se la combate, se la convence. Su paulatino abandono de la lucha armada está perfectamente documentado en este álbum, el primero que lanza en solitario en 11 años.

En Michael, el hombre que un día será alcalde de Atlanta habla de dilemas morales y materiales, confiesa que sale de gira y piensa en comprarse otro Mercedes, se celebra como hombre hecho a sí mismo, ya no duda del efecto placebo que ejerce sobre la opinión pública que haya millonarios provenientes de minorías. Ni rastro de aquel tipo que quería nacionalizar los bancos y repartir los beneficios entre las prostitutas. Killer Mike no se ha hecho mayor, simplemente parece haberse hecho demasiado grande, incluso para sí mismo. Con el fin, tal vez, de que no pensemos que todo está perdido y de que hay algo más en él que un feliz padre de familia que va cada domingo a misa y que tiene casas en los mejores códigos postales de su ciudad natal, Killer Mike también nos habla de sus días de adolescente y de lo mucho que echa de menos a su finada madre. Los ricos también riman.

En lo musical, el disco se aleja de las musculosas y llenas de samplers producciones de El-P para Run The Jewels y abraza ciertas reminiscencias al Dirty South de los noventa, así como guiños al trap menos robótico y al nuevo r’n’b junto a momentos más analógicos, con sus coros, sus guitarras y sus órganos de iglesia. Entre los invitados, casi un quién es quién de la música negra de Atlanta de los últimos 25 años. Desde André 3000 —una colaboración de Killer Mike en el glorioso Stankonia de Outkast significó su primera experiencia con el éxito musical— hasta Future, pasando por Young Thug o CeeLo Green. En ‘Shed Tears’ o ‘Slummer’ confirma que mantiene esa presencia vocal avasalladora, la que hace que lo escuches y creas que estás frente a Ice Cube, mientras que en pasajes más insustanciales, como ‘NRICH’ o ‘Exit 9′ flojea de más, entregando versos anémicos recitados con calculada desidia.

Curiosamente, los dos mejores cortes del disco son los dos más combativos, que además fueron los dos primeros adelantos. ‘Run’ posee una atmósfera claustrofóbica y un fraseado de aluminio, mientras que ‘Don’t Let The Devil’ se aprovecha de la única presencia en el álbum de El-P, aunque eso signifique que deja en evidencia el trabajo en Michael de productores como No ID. El próximo disco de Run the Jewels, si sigue esta pauta, será magnífico. Aunque, tras escuchar este disco, la sensación es que los problemas que puede tener el futuro del grupo no son precisamente musicales.

Autohomenaje y reconquista

Por Laura Fernández
Portada de 'Folklocracy', de Rufus Wainwright

Rufus Wainwright 

Folkocracy 
BMG

Decidido a despojarse del peso de la composición y a simplemente disfrutar, Rufus Wainwright y su aterciopelada voz —aquí más desnuda y en forma que nunca— se mueven en esta antología folk por clásicos de todo tipo, desde nanas hasta el ‘Harvest’ de Neil Young, pasando por el histriónico ‘Cotton Eye Joe’. El canadiense los lleva a su sofisticado y sentidísimo terreno, y se deja acompañar por estrellas no únicamente del indie, sino también de otros horizontes, como Sheryl Crow, Chris Stills —en ese milagro en el que convierte ‘Twelve-Thirty’, de The Mamas and The Papas, casi una máquina del tiempo—, y hasta el mismísimo David Byrne.

La publicación de Folkocracy, una joya inesperada con aspecto de merecido autohomenaje, coincide con los 25 años de su carrera y la reedición de su primer disco, Poses. El álbum despega cuando se hunde en la profundidad de la versión que Wainwright hace con Anohni de su himno ‘Going to a Town’, aquí más hipnótico que nunca. Aunque también cuando coquetea con la idea de perfeccionar el country-grunge de Young junto a Andrew Bird y el propio Stills. Lo cristalino del sonido de banjo, violines y guitarra en ‘Harvest’ es puro espectáculo. Ha dicho Wainwright que, en cierto sentido, su música viene del folk, y que si huía de él era porque no se sentía cómodo en un género que expulsaba al tipo de hombre que él era.

Hay algo de reconquista, pues, en el álbum. Un deseo de buscar y encontrar un lugar en el que sentirse cómodo en ese alt-country de múltiples tentáculos. Algo que puede verse claramente en cortes como el elevadísimo e irreconocible ‘Cotton Eye Joe’ —con la titánica Chaka Khan, y el góspel, al mando—, o, sobre todo, el delicioso ‘Black Gold’, que catapulta el género en una dirección teatral y apetitosamente desconocida, que acerca el resultado al glam. En definitiva, un álbum que es una celebración, en muchos sentidos, y en el que la apropiación de aquello que se quiso pasa por olvidar que nunca te tuvo en cuenta, y por crear sin complejos.

Decidida apuesta por el aburrimiento

Por Fernando Navarro
Portada de 'King of a Land', de Yusuf (Cat Stevens)

Yusuf 

King of a Land 
Universal

Cat Stevens, conocido después como Yusuf Islam por su conversión religiosa, se ha convertido en un músico plomizo. Viene ya de lejos, pero su último disco confirma que se ha tomado muy en serio aburrir al personal y, de paso, reducir a cenizas su maravilloso legado como cuentacuentos folk. Nada queda del compositor de corazón inocente y creador de estampas impresionistas, evocadoras de los sesenta y setenta. Publica un álbum con mensaje de apoyo a Carlos III y monsergas infumables sobre la democracia, la justicia y la vida terrenal. Música plana, sin atisbo de emoción, con una voz de telediario y un folk de radiofórmula. Lo peor es que, encima, todo el disco es ambicioso. Dormiría hasta a los guardias reales del palacio de Buckingham.

Minimalismo exuberante

Por Beatriz G. Aranda
Portada de 'Myuthafoo', de Caterina Barbieri

Caterina Barbieri 

Myuthafoo
Light Years

No se necesita haber escuchado la música de Tangerine Dream, Laurie Spiegel o Steve Reich para emocionarse con este disco. De formación clásica, la joven compositora italiana conoce bien la música minimalista del siglo XX y las partituras que hay que descifrar, pero prefiere el pop de Placebo y el anime como influencias, sumados a la algarabía de Vivaldi. Destacan en el conjunto ‘Math of You’ y ‘Sufyosowirl’, lo cierto es que Myuthafoo es un todo indivisible. En poco más de media hora, Barbieri ofrece un estimulante viaje astral a través de música hecha con sintetizadores modulares, a base de secuencias repetitivas que, gracias a reverberaciones y variaciones de timbres, van construyendo dinámicas profundas y exuberantes.

Ayer, hoy... y mañana más

Por Carlos Marcos
Portada de 'PO2054AZ', de San Senra

Sen Senra 

PO2054AZ (Vol. 1)
Universal

‘Familia’ es el tema clave de este disco, una canción que afronta el desarraigo voluntario desde una vertiente emocional. “Si vas a hablar en mi nombre, primero traga mi saliva”, dice esta pieza que supera los seis minutos y que acerca al intérprete gallego a la propuesta del pop tradicionalista de, por ejemplo, Guitarricadelafuente. Senra, de 26 años, forma parte del grupo de talentos del nuevo pop español que vive su tiempo (el autotune) y se inspira también en el pasado. El título del disco hace referencia a la matrícula del antiguo coche familiar y lo de Vol. 1 significa que habrá más entregas durante los próximos meses. En esta ofrece un álbum relajado, de letras inteligentes y sonoridades de hoy mismo. Está muy bien, la verdad.

Panamericanismo universal

Por Javier Losilla
Portada de 'Guajiro', de Eliades Ochoa

Eliades Ochoa 

Guajiro 
World Circuit / BMG

Camino de los 80 años, el santiaguero Eliades Ochoa reformula el concepto Buena Vista Social Club y lo combina con cierto panamericanismo, a la vez que intenta atraer nuevos públicos a la música cubana tradicional. En Guajiro, cuenta con Rubén Blades, Joan As Police Woman y el armonicista Charlie Musselwhite. Los invitados y la producción de Demetrio Muñiz le facilitan la tarea en una apuesta de brillantes guitarras caribeñas. Seis piezas propias, en las que sobresale ‘El pajarito voló’, conviven con cinco sólidas versiones: ‘Soy guajiro’, que popularizó Benny Moré; la carnavalera ‘Ando buscando una novia’ y la mestiza ‘Anita tun tun tun’, de Sergio Rivero; la vibrante plena ‘Se soltó un león’, y ‘Los ejes de mi carreta’, con el buzuqui de Amir Haddad.

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