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TRONO DE JUEGOS
Columna
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‘Resident Evil 4′ y el arte de interpretar una misma partitura (digital)

Los ‘remakes’, ‘ports’ y ‘reboots’ de videojuegos se asemejan, cada vez más, en variaciones musicales de una misma obra

Imagen promocional del 'remake' de 'Resident Evil 4'.
Imagen promocional del 'remake' de 'Resident Evil 4'.
Jorge Morla

La película Tár, una de las más destacadas de este comienzo de año, se abre con una conversación de auditorio entre la directora de orquesta que con tanta fuerza interpreta Kate Blanchett y un periodista de The New York Times. En ella, implícitamente, se siembran las bases de la forma de ser y los conflictos que el personaje desarrollará a lo largo del filme. Pero, explícitamente, de lo que hablan es de la interpretación de una partitura.

Hablan de Mahler. De su Quinta Sinfonía. Hablan de las diferencias a la hora de interpretarla que hay entre Lydia Tár y su maestro (en la ficción), el icónico Leonard Bernstein. De cómo él alargaba la obra, se recreaba en lo melancólico, mientras que ella exprime el dinamismo entusiasta que, también, se puede encontrar en las mismas notas. Se incide en que la personalidad de un director de orquesta puede recrear, recontextualizar, reinterpretar y actualizar una melodía escrita hace mucho. Los videojuegos, con su infinito eclecticismo, con su actual efervescencia creativa, abarcan casi todos los rincones del arte. También esta suerte de interpretaciones divergentes de una misma partitura.

En 2005 se publicó Resident Evil 4, y se convirtió, por derecho propio, en uno de los mejores juegos de siempre. Su mezcla de acción y survival horror, el perfecto equilibro de su dificultad, su diseño de niveles y su ambientación no dejaron indiferente a nadie (y su localización en la España vacía, con sus pesetas y sus aldeanos zombies que nos insultaban en mexicano, tampoco). El juego tuvo tanto éxito que a lo largo de estos años ha ido viviendo puestas a punto. Porque los videojuegos —la mayor parte— caducan; caducan porque su apartado visual o jugable queda obsoleto, y aleja al público actual del corazón de las obras. Así que el juego fue, una y otra vez, adaptándose a las evoluciones técnicas. En 2007 se lanzó la edición para Wii, que usaba sus controles con sensor de movimiento. En 2016 apareció un remaster (una mejora solo gráfica) para PlayStation 4 y Xbox One. En 2021 llegó a Oculus Quest 2 la versión en realidad virtual.

Un momento del juego, con su aldea española y sus zombies.
Un momento del juego, con su aldea española y sus zombies.

Cada una de esas reinterpretaciones fue como una partitura tocada por diferentes intérpretes, como una obra interpretada por diferentes directores de orquesta. El jueves pasado llegó al mercado el remake del juego para PS5 y XBox Series, que supuestamente cuadra el círculo con todas las mejoras gráficas, técnicas y mecánicas imaginables.

Para quien esto firma es una pequeña decepción. Esta reconstrucción del Resident Evil IV sabe más al Resident Evil VIII que al primer Resident Evil IV, frase que evidentemente sonará a marciano a quien no conozca la saga pero que significa que el regusto infinitamente perdurable que dejó hace casi 20 años el original no se replica en este nuevo juego, que se conforma (como si fuera poca cosa) con ser, como el VIII, un estupendo juego de acción y terror. Las reacciones han sido, muy mayoritariamente, mucho más entusiastas que las de este artículo.

No pasa nada. Tiene explicación. Mucha gente, muchos jugadores y muchos críticos llevaban más de una década sin reencontrarse con la obra, mientras que quien esto escribe había ido jugando a la mayor parte de esas versiones que habían ido saliendo. Y de entre todas ellas, sobre todo, a la versión en VR. No hay tantos juegos buenos, realmente buenos, en realidad virtual. Pero los que son buenos activan no solo el sentido del gusto, sino algo más excitante y profundo: la sensación de que se está ante una fuerza nueva y arrolladora, ante un poder que puede transformar los gustos de la sociedad.

Resident Evil IV Remake es, sin duda, uno de los mejores juegos de este año. Y seguro que será, con justicia, candidato a mejor juego del año en un año que tiene pinta de ser excepcional. Pero la versión en realidad virtual era otra cosa. Era una nueva forma de ocio, una nueva forma de relacionarse con el mundo interactivo, narrativo e incluso estético. No son palabras en vano. Aquello que pasó en 2021 fue un salto evolutivo en un arte en ciernes. Y eso, claro, no es algo que pase todos los días. A su lado, esta nueva versión es solo (¡solo!) un juego excelente. Un juego, eso sí, que todos deberían disfrutar.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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