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El minero con dos ‘mitsubishis’ y el decepcionante final del movimiento obrero

El libro ‘No hay país’, del periodista Xuan Cándano, recorre con frescura narrativa las últimas décadas de la política asturiana y reflexiona sobre el fin de la minería, la desindustrialización y el cambio de modelo económico

‘No hay país’ Xuan Cándano
Los secretarios generales del SOMA-UGT y de CCOO de la minería, José Ángel Fernández Villa y Antonio González Hevia (dcha), posan en la cuarta planta del pozo Barredo en donde permanecieron encerrados a 270 metros de profundidad en compañía de 35 miembros de sus sindicatos, en 1991.J.L Cereijido (efe)
Sergio C. Fanjul

Un señor bajito con bigote y mucho carácter que había sido confidente de la policía franquista y luego, inopinadamente, se hizo con el control del Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA). Un astuto minero del pueblo Tuilla que llegó a ingresar en la ejecutiva federal del PSOE, para finalmente, oh sorpresa, ser descubierto como corrupto. José Ángel Fernández Villa, el Tigre, es el verdadero protagonista de la política asturiana desde la Transición hasta la actualidad y, por tanto, el personaje que más aparece y sirve de hilván al libro No hay país (Hoja de Lata), del periodista Xuan Cándano. “Desde la muerte de Franco, Asturias pasó de ser vanguardia a retaguardia”, escribe.

La historia de Asturias de las últimas décadas es la historia del cambio de modelo económico, de la llegada del posfordismo y la desindustralización que afectó a toda España y a todo Occidente. En Asturias, la muerte de la minería, motor económico de la región y parte fundamental de su carácter, fue más lenta, precisamente por el poderío minero, por el peso de la historia (la Revolución del 34, la Guerra Civil, el maquis, la resistencia antifranquista), y porque el socialismo asturiano había sido un apoyo fundamental para el ascenso de Felipe González. A los mineros había que tenerlos tranquilos. Pero acabó ocurriendo, no hace tanto, y dejando a la región, y sobre todo a sus cuencas mineras, desnortadas y desvinculadas de un pasado que se contaba heroico.

Lo que Cándano (periodista veterano en medios como RTVE y fundador y director de la difunta revista de investigación Atlántica XXII) señala como reseñable es que en el Principado, feudo histórico del PSOE, fue el poder político el que se subyugó al sindical, y no al contrario, como suele suceder. Villa llegaba a decidir quién se presentaba para presidente de la región y manejaba un ejército de mineros con maneras dictatoriales. Según el autor, había aprendido un par de cosas del franquismo: el paternalismo y el clientelismo. Sus méritos, aun así, fueron innegables: mantuvo el poder minero que era aplastado en Reino Unido por Margaret Thatcher, en los inicios de la revolución neoliberal, y consiguió, en un mundo en el que el sindicalismo perdía relevancia a marchas forzadas, controlar la región y conseguir grandes logros sociales y laborales para su ejército de obreros crepusculares.

La debilidad del asturianismo político, que no del cultural, es otro de los hilos clave del libro. Es curiosa la anécdota que cuenta que los filósofos Amelia Valcárcel y Lluis Xabel Álvarez, entre otros, núcleo del colectivo Conceyu Bable, en la Transición, se inventaron la bandera Asturias azul y con la cruz de la victoria, inspirados en otra de Alfonso III, esa que ahora aparece espontáneamente cada vez que se juntan más de 200 personas, ya sea en una manifestación, en un estadio, en un circuito de carreras o en el Tour de Francia. Valcárcel, como es sabido, abandonó luego el nacionalismo astur y se dedicó con hondura al feminismo. Asturias, dice Cándano, nació como una “autonomía sin autonomistas”, casi más vinculada al mito de ser la cuna de España, tras la mitológica batalla de Covadonga, que a cultivar un regionalismo o nacionalismo propio, y eso que no le faltan los mimbres de la historia y la cultura.

Esa debilidad del regionalismo la ve el autor como una anomalía en el entorno del norte de España, donde este tipo de partidos suelen gobernar o ser relevantes (como en Galicia, Cantabria o el País Vasco). Apunta algunas explicaciones: la raigambre obrera de la región, de carácter internacionalista, y también la falta de una burguesía ilustrada, que también ha hecho que el motor de la región haya sido tradicionalmente el capital extranjero o el sector público.

El libro está narrado con agilidad y soltura: ofrece consistencia en el gran cuadro del contexto histórico y es hábil para la pincelada del detalle jugoso y hasta algunos morbos de las entretelas del poder. Hay veces que es inevitable reírse, como con la particular idiosincrasia de Gabino de Lorenzo, interminable y jacarandoso alcalde Oviedo, de maneras populistas, o con el escándalo del petromocho, en el que el presidente Juan Luis Rodríguez-Vigil fue engañado por un timador aventurero que le vendió una inversión millonaria en la región que era un invento (y que le costó la presidencia).

Se echa de menos que ahonde más en cuestiones culturales, sociológicas o folclóricas, pero el subtítulo ya informa: Crónica política (y sentimental) de Asturias (1975-2022). Lo sentimental tampoco se nota demasiado. Pero todo esto no es óbice para que se dé un repaso a algunos de los grandes nombres de la cultura de la región que traspasaron sus fronteras, como el intelectual Juan Cueto, vinculado a esta casa, el lingüista Emilio Alarcos, o el filósofo Gustavo Bueno, cuyos polémicos discípulos siguen manteniendo con vida su sistema filosófico. Cándano ve en el “agitador folclórico” Rodrigo Cuevas la nueva sangre de la región, que sabe llegar afuera sin avergonzarse de lo de dentro (más bien todo lo contrario).

Dice Cándano que fue en Asturias donde se puso punto final al movimiento obrero, “el de las grandes catedrales industriales, las masas de trabajadores organizadas y las luchas épicas”, que era el espinazo histórico del territorio, parte imprescindible de su identidad. Se acabaron las huelgas y los cortes de carreteras, se pactó la paz social (mediante jugosas prejubilaciones) y la muerte lenta de las cuencas. Pero el cierre ocurrió, finalmente, de manera indecorosa y decepcionante, cuando en 2014 a Villa, el líder sindical aficionado a los puros y que tenía dos deportivos Mitsubishi en el garaje, le encontraron un inexplicable tesoro de 1,4 millones de euros. Al autor su historia de auge, poder omnímodo y caída en el descrédito le resulta similar a la de Jordi Pujol en Cataluña. Al minero le cayeron tres años de cárcel. Nunca ingresó: el Tigre alegó demencia.

Portada de 'No hay país', de Xuan Cándano.

No hay país

Autor: Xuan Cándano.


Editorial: Hoja de Lata, 2022.


Formato: tapa blanda (416 páginas, 22,90 euros) y e-book (euros).

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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