Los jardines de la voluntad llevan a ‘El tercer paraíso’
Premio Alfaguara de novela, Cristian Alarcón elabora el relato de un destierro indeseado en la pandemia en el que el narrador reconstruye la historia familiar mientras crea su propio edén
Hubo unanimidad y tino en el jurado del último Premio Alfaguara de novela: lo obtuvo el periodista chilenoargentino Cristian Alarcón por un raro artefacto literario que, sustraído a las clasificaciones genéricas al uso, se sustenta en una escritura hecha a semejanza de una morosa labor de jardinería paisajística. La metáfora polisémica del jardín, esa combinación armoniosa de naturaleza y designio humano, inspira la obra tanto en su forma atomizada, de capítulos descoyuntados, como en el sentido último que recoge el título y que alude a la capacidad humana de convertir un mundo hostil, lleno de márgenes y periferias, en un lugar habitable, en un paraíso de la voluntad. Alarcón parece haber adaptado como técnica dispositiva la idea de un “jardín en movimiento” del horticultor francés Gilles Clément —al que cita—, en el que las especies crecen, se hibridan y expanden en una ceremonia permanente de la diversidad. Pero en lugar de permitir que la prosa prolifere vegetalmente, opta por una arquitectura de piezas escuetas, como teselas de un mosaico, en las que se dosifican los datos con mano firme para que el lector pueda ir armando su mapa mental sin extraviarse.
Es la subjetividad del narrador (que remite al autor) la que garantiza la cohesión, desde el “aquí nací” inicial hasta el “nosotros” final. A falta de una línea argumental definida, esa voz es la que mantiene en movimiento los varios planos temporales que confieren a la obra su afortunado vaivén: el lento presente durante la pandemia, con el narrador en soledad, lejos de su hijo y sus ancianos padres, entregado a la doble actividad de escribir y de cuidar un jardín exuberante; el dilatado pasado familiar, que se remonta a sus abuelos Elías y Alba en la aldea chilena de Daglipulli y pasa por el exilio a Argentina tras el golpe de Estado de Pinochet; y, en fin, el tiempo ucrónico de los taxonomistas y botánicos que catalogaron y pusieron nombre a la inagotable variedad de la naturaleza, desde Linneo o José Celestino Mutis a Humboldt o el propio Clément.
El efecto aditivo de la sucesión de capítulos logra dibujar una historia: la de un destierro indeseado y los efectos que hacen frágil un nuevo arraigo
Poco a poco la interacción de los tres planos opera como una excavación en las capas profundas de la propia identidad cultural, familiar e individual. Así afloran las raíces mapuches de creencias y prácticas ancestrales, o la violencia integrada en la vida cotidiana —y encarnada en la brutalidad del abuelo Elías—, o la rebeldía de Nadia, la madre del narrador, o la homosexualidad de este, que halla su pertinente correlato en la de Humboldt. Aunque la línea quebrada de la novela pueda sugerir falta de vertebración, el efecto aditivo de la sucesión de capítulos logra dibujar una historia: la de un destierro indeseado y los efectos que hacen frágil un nuevo arraigo. Una historia que se entrevera con la de la búsqueda y posesión de identidad del narrador y que adquiere universalidad por el procedimiento de apelar a la capacidad humana para crear un paraíso (las condiciones de posibilidad de la felicidad) allí donde la esperanza parece haberse proscrito.
En esa apelación, la omnipresencia de la botánica y la horticultura son esenciales como metáforas de una eventual construcción de un mundo distinto, aunque sea uno pequeño, consolador, vegetal y solidario en el que volcar el deseo de belleza y el anhelo de serenidad. La escritura precisa, porosa y flexible de Alarcón, muy sensorial en sus descripciones y sabiamente ceñida en la narración, se suma a las razones por las que el libro se lee con placer y admiración.
El tercer paraíso
Autor: Cristian Alarcón.
Editorial: Alfaguara, 2022.
Formato: tapa blanda (332 páginas. 17,95 euros) y e-book (9,49 euros).
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