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BETTY, LA FEA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las feas quieren su venganza

Por más olas de feminismo que hayan pasado por la televisión, no hemos escapado al disciplinamiento del cuerpo, y la venganza que reclamamos las feas sigue estando pendiente. La lección sobre el amor propio, que hasta ahora Betty viene a aprender, nos tocó construirla fuera de la pantalla. Ahora, bienvenida a la venganza. Toma asiento que te estábamos esperando

Betty la fea
Fotograma de la serie 'Betty la Fea, la historia continúa'.ANA MARIA TORO CHACON (CORTESÍA)
Camila Osorio

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“Para ellos yo siempre seré fea”, dice Betty, la fea, la única e irremplazable Beatriz Pinzón Solano, la protagonista más importante de todas las telenovelas que se han hecho en la historia audiovisual, en una nueva serie que Amazon Prime nos trajo de regreso 25 años después. Una mentira es lo que nos dice Beatriz. Porque ella, la gran Betty, se quedó en deuda con nosotras al final de la telenovela, la que se lanzó en 1999, cuando ella se transformó en un cisne por el amor de Armando, a pesar de que nosotras la amábamos así como ella era, un patito feo. Y con ese nosotras me refiero a las que tuvimos el mismo retenedor, el mismo flequillo, las que no teníamos novio pero sí la mejor risa del colegio. ¿Qué clase de nerd se acuerda con cariño que nuestra Betty era la única protagonista de una telenovela citando las frustraciones de Rosa Luxemburgo? Nosotras, las que la aplaudimos y luego nos quedamos con el triste mensaje del final, ese que dijo que teníamos que cambiar cómo nos veíamos para ser queridas por, no solo un hombre, sino una empresa o la sociedad entera. Nosotras, el traicionado cartel de las feas, aún queremos venganza.

Más de dos décadas después, pensé que ya había hecho las paces con Betty, diciéndome que al final ella hizo lo que hizo para sobrevivir en ese mundo de estética tóxica que era la empresa de diseño Ecomoda. Hasta que vi una escena en el primer capítulo de la nueva serie en el que ella se corta su pelo lacio y, entre algo que parecen lágrimas y risa, vuelve a reconstruir en su frente su hermoso flequillo–o capul, como se le dice en Colombia. “Ella ahora es una mujer que quiere ser fiel a su esencia, quiere volver a sentirse ella, auténtica”, es como explicó a EL PAÍS Ana María Orozco, la actriz que interpreta a Betty, la nueva búsqueda por el amor propio. Admito, con algo de vergüenza, que algo me conmovió en ese capul, y luego llamé a una amiga de aquellas con las que vimos la novela en 1999 para contarle. O mejor, para anunciarle: se demoró más de dos décadas, pero creo que Betty se dio cuenta de su error, de su traición.

Parece banal, y claro que lo es, esto es una telenovela. ¿Pero cómo se forma el canon de belleza si no es a través de las imágenes? Un canon que no solo duele, sino que tiene el peligroso poder de llevar a las mujeres hasta la muerte. En nuestro caso fue con una diversidad de desórdenes alimenticios, más o menos superados 25 años después. Pero en el repertorio de daños hay mucho más. En el país de otra famosa novela titulada Sin Tetas No Hay Paraíso, un titular común en los medios locales va del tipo: “Muere mujer por someterse a cirugía plástica”. Colombia es un destino turístico a nivel mundial para liposucciones o aumentos de senos, y varias clínicas clandestinas se hacen un dinero a costa de la salud de las mujeres locales y extranjeras. Colombia también es líder mundial en producción de fajas para la cintura y la cola, que se venden desde los mercados de Estados Unidos hasta los de Medio Oriente. El país, dice una canción de salsa, es donde “las mujeres de Cali son lindas y hermosas”. Mejor si son operadas o bulímicas antes que feas. La traición de Betty dolió en esa parte del corazón que pedía un freno a tanta dictadura del cuerpo.

Más de dos décadas después, se dice que las preadolescentes de hoy tienen ya un contexto cultural distinto, más diversidad en los cuerpos, un discurso democrático frente a lo que se define como la belleza. Y al mismo tiempo hasta el mismo Facebook admite, en sus informes internos, que hay una exaltación de una belleza maquillada en Instagram que aún le hace mucho daño a las niñas. “32% de las adolescentes dicen que cuando se sienten mal sobre sus cuerpos, Instagram las hace sentir peor”, dice uno de esos. Por más olas de feminismo que hayan pasado por la televisión, no hemos escapado al disciplinamiento del cuerpo, y la venganza que reclamamos las feas sigue estando pendiente. La lección sobre el amor propio, que hasta ahora Betty viene a aprender, nos tocó construirla fuera de la pantalla. Ahora, bienvenida querida Betty. Toma asiento que te estábamos esperando. Las feas quieren ahora su venganza.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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