Fico Gutiérrez, el regreso del ‘sheriff’ bacán de Medellín
El alcalde electo recupera la segunda ciudad del país para la derecha, con más del 70% de los votos, después de su aventura presidencial fallida en 2022, donde no llegó a la segunda vuelta
A Medellín le faltó este domingo el aliciente de la sorpresa. Todo estaba escrito incluso antes de pasar por las urnas, aunque decir eso sea políticamente incorrecto. La única encuesta es la que protagonizan los ciudadanos con su voto, es verdad, pero ya todos los sondeos previos habían anticipado lo que iba a pasar. Federico Gutiérrez, Fico en la papeleta y en la vida, arrasó con el 73% de los votos, y será el próximo alcalde de la segunda ciudad de Colombia, que ya dirigió entre 2016 y 2019. Es la vuelta casa del político conservador después de su fallida aventura presidencial en 2022, en la que ni siquiera logró pasar a la segunda vuelta a pesar de contar con todo el apoyo del establishment colombiano. Como si del hijo pródigo se tratara, Gutiérrez promete a los ciudadanos recuperar Medellín de “los corruptos que se la robaron”.
Hay algo atrayente en este tipo delgado, sonriente y con el pelo alborotado que reparte abrazos a quien se cruza. Fico es lo menos parecido a un político palo, de esos que ante la presencia de la gente se acartonan sin saber qué hacer con las manos o la boca. Tampoco es un político intelectual, de esos que citan a filósofos y literatos y a los que el común de los mortales tiende a no entenderles nada. Ni siquiera es un político de discurso, de esos que se crecen ante un micrófono y juegan con las palabras.
Fico va de político bacán, de simpático y buen rollo, y en cierto modo lo consigue. Se presenta como un hombre tan normal que por momentos pareciera que acaba de llegar por accidente a la política. Pero no es más que una impresión pasajera. Detrás de ese aire desparpajado, se percibe una enorme confianza en sí mismo de alguien que lleva más de dos décadas conociendo las entretelas del poder de Medellín -la cuna del un día todopoderoso Álvaro Uribe-, y que logró reunir bajo su candidatura a la presidencia a todos los líderes de la derecha y la política tradicional del país. Queda claro que no es ningún ingenuo.
Con jeans y zapatillas como uniforme oficial, su tono se endurece cuando habla de Medellín, a la que considera víctima de un escándalo que debería conocer “toda Colombia y todo el mundo”. Antioquia fue durante años el feudo de la derecha, una región rica donde poderosas familias y terratenientes se repartieron el poder y la riqueza a lo largo de décadas. Gutiérrez no es uno de ellos, pero su figura creció políticamente de su mano. Los mayores apoyos del conservador Álvaro Uribe, con una popularidad en horas bajas y casi desaparecido del panorama actual, vienen de esta zona del país. Fue la única región en la que Fico ganó en la primera vuelta de las presidenciales en mayo de 2022 -además del voto exterior-. En Medellín, ya entonces, logró un asombroso 53,57% de los votos.
Hace cuatro años, la historia política de la ciudad dio un vuelco. Un desconocido Daniel Quintero arrebató la alcaldía al uribismo después de presentarse por firmas. Alejado de los partidos y los políticos tradicionales, el joven candidato logró conectar con un malestar creciente entre los ciudadanos. Pero su marca de independiente fue perdiendo brillo con los meses, al acercarse a los políticos de siempre y tras dar un apoyo cerrado a Petro durante la campaña, lo que empezó a dividir a la izquierda de la ciudad y a granjearle ciertas antipatías. Su mandato ha acabado con varias denuncias por corrupción y una desaprobación de más del 60%. Hace unas semanas, se convirtió en el primer alcalde de Medellín elegido popularmente en renunciar a su cargo. Ya entonces, todas las encuestas veían a Fico llamando a la puerta. Su victoria este domingo devuelve a la ciudad a las manos conservadoras en las que ha estado siempre.
Gutiérrez, sin embargo, niega que él sea lo de siempre. No se confiesa de izquierdas ni de derechas, sino de una ideología que él llama del “sentido común”. Con un nuevo partido propio, llamado Creemos, no se siente parte del uribismo —recuerda que venció al candidato de Uribe cuando ganó la alcaldía en 2016—, pero el uribismo no presentó candidato ni en las presidenciales ni ahora para darle su apoyo a él. De hecho, la primera vez que Fico se postuló sin éxito a la alcaldía en 2011, en las vallas publicitarias salía abrazado a Uribe, al que prometía nombrar alto asesor para la Seguridad.
La seguridad siempre ha sido uno de los ejes de su gestión, como alcalde actuaba casi como un sheriff, empotrado en los operativos policiales para detener delincuentes en las calles. El recuerdo que más usa de entonces, con esa épica efectista, es que él mismo fue casa por casa con un megáfono buscando a jóvenes que habían dejado la escuela. “8.200 pelaos volvieron al colegio”, hace recuento.
Con el paso de los años, el apoyo del expresidente Uribe fue restando más que sumando. Durante la campaña presidencial, Gutiérrez trató de distanciarse de él en las formas, evitando su nombre, pero no el fondo, pues el propio exmandatario lo proclamó su candidato. Eso lo clasificó políticamente como el aspirante de la derecha y le impidió ganar votos entre ese centro político que veía en Petro un salto al vacío, pero que rechazaba mucho más la sombra del expresidente. A la derecha se le atragantó esa derrota, que los obligó a ponerse en manos del inclasificable y desnortado Rodolfo Hernández, que en la segunda vuelta tampoco logró vencer a Petro.
El alcalde electo, un hombre profundamente creyente, casado y con dos hijos preadolescentes, busca ahora resarcirse de aquel descalabro electoral sin paliativos con esta victoria contundente. Pero tampoco se olvida del presidente. En medio de una oposición sin líder claro, Gutiérrez ha sobresalido por su crítica constante, que ahora podrá dirigir desde el altavoz de la segunda ciudad del país.
Como el sheriff que una vez cazaba criminales, promete acabar ahora en Medellín con otro tipo de “delincuentes”, como se refiere a Quintero y su equipo. “Es más peligroso un político corrupto que un jefe de una estructura criminal”, dijo hace unos días en entrevista con EL PAÍS. Asegura que lo primero que hará será encargar una auditoría forense para entregar toda la información que se encuentre de la administración saliente a los organismos de control. A él, por extraño que parezca en un país en el que la sombra de la corrupción alcanza a casi todos, no se le conoce ninguna denuncia.
Fico promete pasar los próximos cuatro años en Medellín, pero no descarta nada en el futuro. “Si algún día tengo la oportunidad de ser presidente, eso será cuestión de Dios y la gente”. A la espera de Dios, el examen de la gente empieza hoy mismo.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y aquí al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.